lunes, 24 de agosto de 2015

Teta o biberón

Por lo visto había un debate entre el feminismo diferencialista (FD) y el feminismo universalista (FU), y yo sin enterarme. El primero incide en las diferencias entre hombres y mujeres, y propugna feminizar el mundo, o al menos que exista un equilibrio justo entre la mitad femenina de la humanidad y la otra mitad. El segundo niega esas diferencias entre sexos, niega que exista el instinto maternal, en el más amplio sentido de la palabra: algo así como una forma de hacer típicamente femenina más dialogante y empática. El FD es partidario de los métodos naturales de crianza, de la lactancia materna, del contacto prolongado de la madre con el hijo. El FU, por el contrario, ve en el biberón un gran liberador de la mujer, pues lo mismo puede darlo el padre que la madre. Y es partidario decidido de los anticonceptivos, de la anestesia en el parto y del aborto. Es decir, de todo lo que anula o neutraliza, hasta cierto punto, las diferencias biológicas entre mujeres y hombres. Para el FU, “el separatismo entre sexos tiene que terminar, o la paz entre hombres y mujeres nunca llegará” (Élisabeth Badinter). Es decir, que hay una guerra entre los sexos (y yo con estos pelos) que sólo terminará cuando las diferencias entre ellas y ellos sean puramente anatómicas; o cuando ni siquiera queden estas, si confiamos en el avance imparable de la biotecnología.
En un artículo en El Mundo, Berta González se muestra partidaria de la Badinter y califica de “feminismo machista” al FD, lo que viene a colación del comentario de una representante política malagueña, acerca de la conducta de algunas jóvenes, en uno de esos festejos estivales típicos de nuestro país. Sí, seguro que se habrán enterado: aquello tan edificante de las chicas que van durante las fiestas con las bragas en la mano para secarlas. El caso es que no tardaron otros políticos en rasgarse un poquito las vestiduras por una supuesta ofensa a la dignidad de la mujer. Muy atinadamente, Berta González se queja de este victimismo que trata de hiperproteger a las mujeres como si fueran menores de edad, y observa que las primeras en sabotear su propia dignidad son esas aludidas que van lo suficientemente borrachas para perder la más elemental noción del pudor. Pero Berta se equivoca cuando apunta al sujeto de su crítica. No es principalmente el feminismo diferencialista el que ve agravios y opresión del patriarcado por doquier. Es el feminismo en su conjunto. Culpar al “feminismo machista” (o sea, al machismo, después de todo) de que muchas mujeres hayan caído en la trampa de sentirse antes que nada víctimas me parece tan retorcido como aquello tan viejo de llamar “capitalismo de Estado” al comunismo soviético, para así poder culpar nuevamente de todos los males al capitalismo, dejando a los “verdaderos” comunistas como santos varones que jamás han fusilado a nadie y ni siquiera han roto un plato.
Es verdad que el feminismo no fusila, pero sí que promueve el aborto, que es una práctica mucho más brutal que el fusilamiento. (En internet hay cumplida información sobre los métodos empleados por algunos matarifes, que se hacen llamar médicos, para acabar con la vida de seres humanos en el útero materno. Les advierto que no es para estómagos delicados.) Por supuesto, habrá feministas (tanto hombres como mujeres) contrarios al aborto, pero casi nadie, salvo ellos mismos, los consideraría feministas. No sé si el feminismo diferencialista tiene su propia posición en este tema, pero en general no me parece ni más ni menos victimista y paranoico que el universalista. Quizás sólo un poco más realista, pero eso no compensa su error de partida; sólo lo enmascara.

A mí el biberón no me parece una conquista de la mujer, pero sí un gran invento del género humano, que además nunca ha sido incompatible con la lactancia materna. Creo que hay excesivos histerismo y charlatanería sobre los métodos naturales de crianza, o más bien sobre los métodos supuestamente naturales aplicados a cualquier cosa. Aquí, algo de razón le daría a la señora Badinter. En cambio, está en lo cierto el FD cuando reconoce la existencia de diferencias genéticas (y no meramente culturales) entre las psicologías femenina y la masculina. Pero ambas variantes del feminismo sostienen lo mismo, que las mujeres necesitan ser liberadas, salvadas colectivamente. Uno es de los que piensan que, en todo caso, si algo nos libera es salirnos del colectivo, del rebaño. Quizá por eso no soy feminista de ninguna clase.