martes, 18 de febrero de 2014

La democracia en peligro

Esta mañana le han preguntado a Albert Rivera, en el programa de Ana Rosa Quintana, si era de izquierdas o de derechas. Rivera no se ha definido rotundamente en un sentido u otro, pero su respuesta no ha sido en absoluto evasiva. Ha dicho que se considera progresista, y que además cree en las empresas y en la creación de riqueza (o algo así, no recuerdo sus palabras textuales). También ha dado por válida la comparación con grupos de izquierda liberal europeos. En resumen, implícitamente ha reconocido ser de centroizquierda, cosa que ya sabíamos, y que por cierto justifica la aparición de un grupo como Vox en el centroderecha, vacío que quedaba por llenar.

Sinceramente, yo me daría con un canto en los dientes si la izquierda mayoritaria en España fuera la que representa Movimiento Ciudadano. Pero esto no significa que mis discrepancias con ella sean menores. Significa sencillamente que a las personas de centroderecha (que creemos en el mercado libre y que además estamos contra el aborto y pensamos cosas como que, por ejemplo, el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer), si nos dan a elegir entre una izquierda socialista-abortista-homosexualista y una izquierda liberal-abortista-homosexualista, "preferimos" la segunda. Pero lógicamente, a mucha distancia por detrás de nuestra auténtica opción, que es la liberal-provida-profamilia.

Es verdad que algunos liberales de izquierdas defienden que el único liberalismo es el suyo, porque ellos, al igual que son liberales en economía, son "liberales" en cuestiones morales, lo que entienden como que no obligan a nadie a abortar ni a casarse con una persona del mismo sexo. Y en cambio, los liberales de derecha queremos prohibir abortar y que los gays o las lesbianas se casen entre sí, o lo que es lo mismo, obligamos a no realizar ciertos actos.

Esta concepción se basa en la idea de que se puede ser neutral en cuestiones como el aborto o el "matrimonio" homosexual. Pero esto es completamente falso, porque no existe neutralidad en aquello que afecta a terceros. Un ser humano en gestación tiene derecho a la vida o no lo tiene. Un niño tiene derecho a una madre y un padre o no lo tiene. No hay término medio, no existe un Estado neutral en todos los temas.

Esto, qué duda cabe, supone un conflicto civil. Pero el mejor método que se ha inventado para resolver tales conflictos se llama democracia. El problema es que muchos todavía no han entendido que la democracia se basa en dos sencillos principios: El primero, saber perder; el segundo, saber ganar. El primer principio es relativamente fácil de comprender; basta con acatar el resultado de unas elecciones legislativas o presidenciales. El segundo, en cambio, suele ser ignorado sistemáticamente por la izquierda, debido a una concepción belicista de las "conquistas sociales". Quien gana unas elecciones no tiene derecho por ello a destruir civilmente al adversario, sino que debe permitirle que siga defendiendo sus ideas, de manera que pueda volver a presentarse a unas futuras elecciones en iguales condiciones.

Hay una izquierda que quiere convertir en delito oponerse al aborto (como ya sucede en Francia), o decir simplemente que el matrimonio es algo entre una mujer y un hombre; como hay unos nacionalistas que han convertido en delito de "fomento del odio" discrepar de ellos. Esto es ni más ni menos que cargarse la democracia, aunque hay otra forma más sibilina: que la derecha política renuncie a sus principios y chulee a sus propios votantes. Es por esta razón que nuestra democracia no tiene suficiente con un MC, sino que necesita urgentemente una formación como Vox. Por cierto, les deseo una exitosa presentación en Barcelona.