martes, 20 de noviembre de 2012

Franco de serie B

El franquismo fue un régimen dictatorial. Lo cual casi nadie discute que es malo en sí mismo. ¿Tuvo sin embargo aspectos positivos? Una vez alguien me replicó: "Hombre, claro, si nos ponemos a buscar, hasta en Hitler encontraríamos alguna virtud". Pero el hecho de que Hitler fuera amante de la música y de los perros es irrelevante. Lo que importa es que, tras doce años de su régimen, Alemania estaba arrasada, y que millones de judíos habían sido exterminados. El balance del nacionalsocialismo es objetivamente desastroso, se mire por donde se mire. Sin embargo, es obvio que con el franquismo ocurre más bien lo contrario. A la muerte de Franco, España no solo estaba mucho mejor, en el aspecto material, que tras la guerra civil (cosa que tendría escaso mérito), sino claramente muchísimo mejor que en 1931, cuando se proclamó la República. Y ello con un nivel de represión muy inferior a la Europa Oriental comunista, cuyos ciudadanos no podían salir del país ni acceder a una fotocopiadora. Franco creó un régimen autoritario personal, en el cual el partido único estaba supeditado al Estado, y no al revés, lo que a su muerte facilitó una transición a la democracia universalmente alabada. Además, los índices de delincuencia y anomia social (rupturas familiares, malos tratos, drogadicción, telebasura, etc) se habían mantenido por debajo de otros países de nuestro entorno, empezando a incrementarse en los años posteriores a la muerte del dictador. Asimismo, el régimen franquista legó una enseñanza de calidad, que empezó a degradarse en los años noventa con la legislación socialista.

Todo esto son hechos objetivos, que solo personas mal informadas o parciales pueden negar. Pero lo cierto es que treinta y siete años después de la muerte del general, sigue siendo prácticamente imposible señalar estas obviedades sin que a uno le cubran de insultos y se le condene al ostracismo. (Pío Moa es el autor más importante que ha sufrido este tipo de consecuencias por su labor intelectual.) Bien es cierto que esta tergiversación del pasado es inseparable de una grave tergiversación del presente, por la cual los fenómenos de descomposición moral que nos afligen son considerados más bien como síntomas de progreso. Ya no tenemos una enseñanza "autoritaria" y "memorística"; ya no estamos dominados por los "prejuicios católicos contra el sexo", etc.

La revista Interviú ha publicado un número especial con fotos inéditas de Franco. En realidad, las fotografías no son nada del otro mundo. El redactor pretende que vienen a cuestionar el mito del dictador austero, al mostrarlo practicando un deporte entonces elitista, como el tenis, o en escenas cinegéticas, rodeado por un séquito relativamente fastuoso. Dice: "Cabras hispánicas abatidas, ristras de patos cazados; (...) salmones colosales... formaban parte de la rutina de Franco. El resto del país vivía condenado a una cartilla de racionamiento." Lo de la cartilla de racionamiento es válido por la época de las fotografías, los años cuarenta; pero no deja de ser una observación puerilmente demagógica, como la de quienes reprocharon a Juan Carlos que fuera a cazar elefantes a Botswana, mientras hay españoles que sufren penurias económicas.

Al reportaje se unen tres semblanzas literarias de Franco: Una visceralmente contraria de Juan José Millás, otra más bien neutra de Juan Pablo Fusi, y una tercera de Luis Suárez Fernández, muy favorable, pero basada en hechos incuestionables. El texto de Millás, titulado "Complejo de generalísimo" es un ejemplo de deformación ideológica llevada al delirio. Sin el menor asomo de justificación empírica, describe a Franco como un pobre hombre acomplejado por su estatura, su barriga y su voz atiplada, "de ahí que odiara el sexo, el baile, la lectura, la gastronomía, el júbilo, el pensamiento y la existencia en general." No solo elucubra con nociones psicológicas de telefilme, sino que incluso retuerce aquellos hechos que indicarían algo loable de la persona del anterior jefe de Estado, para que parezcan lo contrario. ¿Que fue el general más joven de Europa? Claro, eso se debió a que "los méritos de guerra servían para trepar por el escalafón", como si tales méritos fueran vicios inconfesables. ¿Qué era un hombre amante de su familia?  Sí, pero se trataba de "una de las familias más mediocres de la historia de la humanidad" (¡!). Ah, y por supuesto, Franco se pasó los "cuarenta años matando", hasta convertir a España en una "funeraria".

Cuando uno se sitúa en determinada atalaya ideológica parece que toda exageración y toda mentira está justificada. Pero esta actitud perjudica incluso a la causa que supuestamente defiende. Si para condenar la represión política franquista nos inventamos un cuento de terror y vesania, estamos dando a entender que, descrita en sus justos términos, aquella no sería tan grave. Hubo policías torturadores, hubo ejecuciones injustas, hubo asesinatos. Eso es suficientemente condenable, sin necesidad de convertir el franquismo en un holocausto, cosa que a todas luces no fue. Los que éramos demasiado pequeños cuando Franco murió, e incluso los que todavía no habían nacido, tenemos el testimonio de padres y abuelos, de películas de la época, de libros. Es imposible falsificar de manera tan obvia la historia reciente, salvo que uno sea propenso también a falsificar el presente.