miércoles, 1 de agosto de 2012

Falsos amigos

Eduardo Goligorsky ha publicado un artículo visceralmente a favor del aborto en Libertad Digital. Hasta aquí, nada que por desgracia deba sorprendernos, después de la salida de Pío Moa y de la larga serie de indigeribles peroratas de César Vidal, en las cuales culpaba a la Iglesia Católica de todos los males de España, tanto reales como imaginarios.

Con todo, hay que decir que el artículo es especialmente deleznable, ya desde el arranque, en el cual emplea uno de los trucos más miserables de la retórica, que es el del falso amigo. Empieza criticando al zapaterismo y acusando al actual gobierno, concretamente al ministro de Justicia, de seguir su misma senda, ¡porque pretende abolir (a ver si es verdad) la ley más nefasta que produjo el zapaterismo, que es la del aborto libre! A mí esta forma tan evidente de insultar la inteligencia del lector me provoca arcadas. Diga usted desde el principio, con claridad valiente, no con rebuscamientos babeantes, que está de acuerdo con una parte de la política de Zapatero, y luego razone por qué.

No menos hastío genera el "argumento" (tan caro a los socialista y a El País) de que otros países desarrollados también permiten el aborto libre, salvo casos "significativos" como Irlanda o Malta. Claro, son países católicos. Comprendo que al señor Goligorsky eso le parezca sospechoso. Pero cuando alguien me dice que en Londres se puede abortar sin problemas, la respuesta de cualquier persona racional es: ¿Y qué? Y si en Londres mañana es elegido un alcalde musulmán que decide implantar la sharia, ¿también deberemos imitarlo? El columnista de LD se entrega alegremente a uno de los papanatismos más funestos que rige en nuestros días. El de que todo lo que provenga del mundo anglosajón o de Uropa, es bueno sin más, y España debe adoptarlo sin asomo de crítica, aun cuando sea contrario a su cultura, su tradición e incluso a sus intereses.

Más son las falacias que adornan este escrito, para cuya certera denuncia remito a la entrada de Contando estrelas. Aquí me limitaré a un pequeño ajuste de cuentas personal, con dos autores a los que cita Goligorsky: Stuart Mill y Popper. Del primero, he de decir que, aunque en su día leí Sobre la libertad con la unción del recién llegado al liberalismo, pronto me desmarqué un tanto del pensador inglés. En esencia, como ya viera penetrantemente Ortega, el liberalismo de Mill, como el de Spencer, aun cuando se sitúe críticamente frente al utilitarismo coetáneo, termina recreándolo bajo otra forma. Estos autores no son en el fondo favorables a la libertad como un derecho inalienable de la persona, sino en tanto que es un bien para la sociedad, para el colectivo. El hecho mismo de tener que argumentar a favor de la libertad es ya en sí mismo sospechoso, como si no se la amara lo suficiente. Es como tratar de argumentar a favor del amor. Más bien son los tiranos y sus intelectuales áulicos quienes deberían molestarse en elaborar argumentos para justificar la servidumbre. (Sobre Spencer, por el que sigo teniendo gran estima, habría que añadir mucho más, pero aquí me llevaría a extenderme demasiado.)

En cuanto a Popper, sin duda se trata de uno de los grandes filósofos del siglo XX. Pero ni las mentes más brillantes se libran de caer en groseros errores cuando consideran que la visión agnóstica o atea es la visión por defecto de toda persona racional. En una entrevista que le realizó Der Spiegel en 1992, habló con acierto de muchos temas. Sobre el marxismo, sobre el agujero del ozono (entonces de moda, como ahora el cambio climático), sobre el falso pacifismo, etc. Y de repente, cuando uno está subrayando con fruición, se encuentra con estas palabras, más propias de cualquier progre del montón que de una mente de su nivel: "En el fondo de las catástrofes del medio ambiente se encuentra la explosión demográfica, que tenemos que solucionar éticamente. A partir de ahora sólo deberían nacer los niños realmente queridos."

Es decir, hay que liquidar a los niños que no queramos, pero eso sí, "éticamente". Y cuando el entrevistador le señala que tiene a la Iglesia en contra, el señor Popper se descuelga con la siguiente paradoja involuntaria, referida a los seres humanos en edad fetal o embrionaria infectados por el SIDA o que nacerán en países azotados por el hambre: "Es un crimen no ayudar a esos niños impidiendo que lleguen a nacer."(*) ¡Seguro que cualquiera que esté vivo -y que no haya perdido por completo la capacidad de razonar- preferirá que le "ayuden" de manera muy distinta! Quienes estamos todavía bajo el influjo de los prejuicios cristianos, tenemos ideas exactamente opuestas acerca de lo que es un crimen. Goligorsky en cambio piensa en esto como Zapatero, el cual, seguramente sin saberlo, piensa en esto (aunque sin duda no en la mayoría de temas) como Popper. Así que cuidado con los falsos amigos.
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* La entrevista puede leerse en español en el libro K. R. Popper, La responsabilidad de vivir, Altaya, 1998, págs. 239-249. Y para el que sepa alemán, en el enlace.