jueves, 28 de junio de 2012

Acto en Tarragona

Mañana viernes 29, presentación de mi libro Contra la izquierda en Tarragona. (Museu d'Art Modern, c/Sta. Anna, 8, 19.00 h.) El presentador es Alejandro Fernández, diputado y presidente del PP provincial.

lunes, 25 de junio de 2012

De los indignados a los puteados

El exdirigente comunista Julio Anguita quiere impulsar la creación de un Frente Cívico que organice a la mayoría de "puteados". (Insiste, en la entrevista que le hace El Mundo del 24 de junio, en que conste la expresión.) Dentro de esta sesuda categoría sociológica, el Sr. Anguita incluye principalmente a los parados, a los "precarios" y a la juventud sin futuro. Entre sus diez propuestas programáticas, que hizo públicas en un blog pocos días antes, el comunista incluye un salario mínimo de 1.000 euros (1ª) y "la extensión y ampliación de la prestación por desempleo" (3ª).

De estas propuestas se deduce que el problema de un parado no es esencialmente que no encuentre empleo, sino que no cobre un subsidio suficiente. Y que cobrar menos de mil euros por un trabajo es siempre algo malo en sentido absoluto, aunque se trate de un estudiante que quiera sacarse unos eurillos repartiendo pizzas, o vendiendo purificadores de agua.

La cuestión no es solo de dónde piensa sacar Anguita el dinero para incrementar el subsidio del paro y las pensiones (también defiende la pensión mínima de 1.000 euros, propuesta 2ª). El problema no es que sus propuestas sean acaso inaplicables, es que de intentar ponerse en práctica, no harán más que incentivar el paro y poner en dificultades al estudiante (o a cualquier otra persona) que quiera simplemente ganar algún dinero.

La juventud no tiene futuro si se empeña en creer que no lo tiene. Encontrar trabajo "de lo mío" a base de enviar currículums, en lugar de plantearse realmente cómo podemos ser productivos para ganarnos la vida, o para obtener nuestros primeros ingresos, es el error que comete una parte de la juventud. Y para personas como Anguita, que ya tienen su vida resuelta, lo más fácil es decirle a los jóvenes lo que más halaga a sus oídos, aunque objetivamente eso no los ayude para nada, sino todo lo contrario.

El resto de aberrantes propuestas forman parte del repertorio comunista clásico. Nacionalizar la banca y otros sectores económicos (5ª y 6ª), intervenir en la distribución de alimentos (8ª), aumentar la presión fiscal (4ª), reformar la ley electoral (10ª) en un sentido más proporcional (la actual siempre ha perjudicado a Izquierda Unida frente a los nacionalismos) y desarrollar la Constitución, aunque no lo diga tan explícitamente, en sentido más socialista (7ª).

No podía faltar tampoco, claro está, la "efectiva separación entre las iglesias y el Estado" (9ª). Lo que no entiendo es por qué habla de "iglesias" en plural, cuando es obvio que se refiere a la Iglesia Católica, la única que constitucionalmente tiene un tratamiento especial en España.

Que los comunistas defiendan ideas comunistas lo comprendo. Que nos tomen por idiotas a los demás pretendiendo dirigirse a los españoles "de cualquier partido, sindicato, confesión religiosa", eso ya me mosquea bastante. Y que hablen del paro juvenil en términos de "holocausto", eso ya sencillamente me parece una sinvergonzonería, por muy "carismático" que se levante Anguita todas las mañanas. Mucha gente está sufriendo como consecuencia de esta crisis, pero como siempre, quienes más gritan son los que menos la están experimentando en sus carnes. Lo peor que les puede pasar a los "puteados" es que escuchen a profetas como Anguita, que solo viven (políticamente hablando) de explotar el resentimiento, pero sin aportar la menor solución sensata, solo viejas recetas que siempre han conducido a más miseria.

jueves, 21 de junio de 2012

ETA es progresista

¿Podía sorprender a alguien que un Tribunal Constitucional dominado por progresistas legalizara al brazo político de ETA, contradiciendo al Tribunal Supremo e ignorando los informes de la Policía Nacional y la Guardia Civil? No. Esto solo podría sorprender a quien olvidara que ETA es una organización terrorista de ideología izquierdista, cuyos simpatizantes van de rollo ecologista, feminista, antiimperialista y socialista. (El complejo FEMS.) Con su habitual lucidez, Pío Moa ha señalado la esencia de la cuestión. Imaginen lo que estaría diciendo la progresía del tribunal constitucional de Alemania si legalizara de nuevo al partido nazi. Pero claro, hemos aceptado que sean legales los partidos comunistas, defensores de una ideología responsable de más muertes que el propio nacional-socialismo y, con este precedente, una ley de partidos políticos como la que impulsó Aznar es muy difícil de aplicar. Requeriría una clase judicial formada por magistrados que creyeran realmente en el derecho. Lo de menos es que los componentes del Constitucional sean o no jueces profesionales; unos jueces de carrera suficientemente garzonizados hubieran podido protagonizar parecida infamia. Estamos hartos de verlo. La izquierda jamás ha creído en el derecho (artilugio burgués, ya se sabe) y está infiltrada en el poder judicial hasta el tuétano. Así nos va.

domingo, 17 de junio de 2012

El complejo FEMS

Las cuatro patas de la izquierda actual, en orden arbitrario, son el Feminismo-ideología de género-proabortismo, el Ecologismo, el Multiculturalismo-antioccidentalismo y por supuesto el Socialismo. Con fines de agilidad nemotécnica, podemos utilizar el acrónimo FEMS. (Que en catalán signifique excrementos animales, así como el abono elaborado con estos, es una mera coincidencia.) Detengámonos  brevemente en cada elemento.

Socialismo. Se trata sin duda del elemento más antiguo. Precedentes del pensamiento socialista ya se encuentran en Platón. Actualmente, fuera del marxismo confeso, se manifiesta bajo la forma aparentemente moderada de socialdemocracia, y del discurso sobre el Estado del bienestar, que incluso ha interiorizado en gran parte la derecha política. La idea socialdemócrata consiste, en esencia, en que determinadas funciones sociales, como la sanidad, la educación, las prestaciones de desempleo o de jubilación, deben estar aseguradas por el Estado. Así, aunque el mercado realice funciones tan importantes, si no más, como son la producción y distribución de alimentos o de vestido, por alguna razón se considera que es incapaz de ofrecer aquellos otros servicios de manera universalmente asequible.

La izquierda goza en este tema de una importante ventaja material, sobre todo en Europa, donde el Estado ejerce  de hecho posiciones dominantes, cuando no cercanas al monopolio, en los sectores mencionados. En consecuencia, el mercado tiende a especializarse en las capas más pudientes de la población, que aspiran a una medicina o una educación de mayor calidad que la ofrecida por la pública, lo cual refuerza la idea de que las clases medias y bajas no podrían acceder a estos servicios sin la intervención estatal. No importa que las empresas públicas den muestras sobradas de ineficacia e insostenibilidad, en comparación con las privadas. Sus deficiencias siempre podrán achacarse a que no se destina a las primeras suficiente presupuesto, lo cual refuerza el discurso socialdemócrata dominante, al tiempo que premia la ineficiencia, en lugar de atajarla, en un claro ejemplo de círculo vicioso. El socialismo no funciona; luego es necesario... más socialismo.

Los socialistas replican a lo anterior, claro, que el capitalismo tampoco funciona. Pero ignoran con ello el hecho fundamental: Que jamás se ha creado más riqueza en la historia que en el sistema capitalista. Por muchos problemas e injusticias que produzca, o que no sea capaz de remediar el mercado libre, lo cierto es que jamás ha existido un sistema mejor, y en cambio algunas alternativas, como el comunismo soviético y chino, han sido mucho peores. Del capitalismo podríamos decir lo mismo que de la democracia: es el peor de los sistemas, exceptuando todos los demás.

Feminismo. Dentro de este término incluyo básicamente la ideología de género y el proabortismo. La idea original, que la mujer tiene la misma dignidad que el hombre, procede del judeocristianismo, en contra de los tópicos que aseguran lo contrario. "Y creó Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó." (Génesis, 1, 27.) Y más adelante: "Por eso, deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y vienen a ser los dos una sola carne." (2, 24). Aunque desde la puntillosa corrección política sin duda se tacharía este lenguaje de "sexista" (¿por qué no decir: "deja la mujer a su padre y a su madre y se une a su hombre"?), lo esencial es obvio: Hombre y mujer, en la institución del matrimonio, son lo mismo. El Nuevo Testamento lleva hasta sus últimas consecuencias esta doctrina, rechazando Jesús con contundencia que la mujer pueda ser repudiada.

Ahora bien, el feminismo, que consciente o inconscientemente bebía en esa concepción cuando reclamaba el sufragio universal o el acceso de la mujer a todas la profesiones, se transmutó en tiempos modernos en otra cosa completamente distinta, en un remedo de la teoría marxista de la lucha de clases, traducida a lucha de sexos. Se llega al extremo de afirmar que el sexo es una pura construcción cultural (como sugiere, al menos en español, el término género, que tiene un sentido puramente gramatical, no biológico). De ahí que se condene toda diferencia observable entre los sexos en la conducta, la educación, el mundo laboral, el ocio, etc, como una injusticia que debe remediarse mediante la ingeniería social, es decir, de manera coactiva. La culminación de esta mentalidad es el proabortismo, la idea de que el aborto es un derecho de la mujer, no una medida desesperada, como mucho admisible en situaciones extremas. Ello le permite eludir, de la manera más drástica, el hecho biológico diferencial. Aquí la izquierda, la supuesta defensora de los débiles, carga sin compasión contra los seres más débiles que existen, que son los seres humanos en edad embrionaria y fetal.

Ecologismo. Nace este en época mucho más reciente, y originalmente no era un movimiento propio de la izquierda. Se pueden encontrar precedentes de políticas medioambientales y de protección de los animales en el nacional-socialismo. El ecologismo entronca con una vieja corriente paganoide, de idolatrización de la naturaleza, que en sí misma choca con la concepción del Génesis, según la cual esta, y particularmente los demás seres vivos, deben someterse al imperio del hombre. Por supuesto, una preocupación razonable por el cuidado del medio ambiente no es patrimonio de ninguna ideología política, sino algo común a cualquier persona normal. Pero el ecologismo ideológico, aunque explote este sentimiento, no consiste en esto, sino en la idea de que el capitalismo es el peor enemigo de la naturaleza, cosa que resulta completamente falsa. (Los peores desastres ecológicos se han producido en países del "socialismo real".) Es por ello que el ecologismo en gran medida actúa como recambio de las ideas socialistas, sobre todo cuando estas entran en crisis. No es ninguna casualidad que los partidos comunistas europeos se hayan resituado en alianza o fusión con partidos verdes. El catastrofismo medioambiental les proporciona el mismo tipo de pretextos que el lenguaje milenarista dirigido antaño a los parias de la tierra.

Multiculturalismo. Por este término no me refiero exclusivamente a una determinada política ante la inmigración, sino a un concepto mucho más amplio, la idea de que todas las culturas valen lo mismo... excepto la occidental, que debe ser fustigada sin descanso, y culpada de todos los males imaginables. La raíz última del antioccidentalismo es la cristianofobia. El relativismo cultural es el vehículo intelectualmente sugestivo (y originalmente, tampoco procedente de la izquierda, sino de las ideas románticas de Herder, y de Spengler) del odio a la Cruz. Permite denigrar nuestras raíces, nuestras tradiciones, asociándolas con lo caduco, lo desfasado, y contraponiéndolas a una idealización de las demás culturas basada en el mito del "Buen Salvaje". En el multiculturalismo antioccidental se ensamblan a la perfección los otros tres elementos de la izquierda: El socialismo confluye de manera natural con el indigenismo y el chavismo, con el ecologismo de la Pacha Mama, y con la Leyenda negra contra la España católica. El ataque al cristianismo alcanza su culminación en la defensa del aborto y en la ideología de género-homosexualista. Todo cobra su máximo sentido en este clima de odio a Occidente y al cristianismo.

Para combatir intelectualmente a la izquierda, verdadero cáncer que corroe Occidente desde hace siglo y medio, es necesario reconocer estos cuatro frentes, y al mismo tiempo no perder de vista su interdependencia, ni la coherencia del conjunto. La izquierda ha realizado una fusión brillante de tendencias ilustradas con las románticas. Se reclama heredera de la Ilustración, lo cual no es del todo falso, pero sí incompleto. Lo decisivo no es rastrear sus orígenes, aunque a veces sea esclarecedor, sino comprender a dónde va: A la subversión de nuestros valores judeocristianos, y en consecuencia a la destrucción de la civilización liberal, centrada en la dignidad trascendente del individuo, en la limitación del poder político y en la razón, que carece de base sin el reconocimiento de lo trascendente.

Uno de los principales enemigos de la izquierda, si no el mayor, es la Iglesia, ajena a las modas y por tanto siempre "atrasada" -pero por lo mismo también adelantada a los tiempos. Pero la Iglesia sola quizás no pueda resistir el empuje autodestructivo de la izquierda. Es necesario un círculo exterior de defensores de los valores occidentales, heredados del mundo grecorromano y cristiano, que proteja a la Iglesia al mismo tiempo que la descargue de la polémica más desgastadora del día a día. Y al mismo tiempo, todos necesitamos más que nunca (o quizás igual que siempre, al cabo) la sólida roca de la Iglesia, proclamando desde hace dos mil años la Verdad, a despecho de todas las herejías, de todas la debilidades humanas que la distorsionan o tratan de dulcificarla. La Verdad de que la vida es un don divino, que el hombre necesita ser salvado, y que no está en su mano conseguirlo sin ayuda trascendente. Todas las ideologías modernas que niegan esto, y en especial el optimismo antropológico de la izquierda, conducen, por caminos más o menos sinuosos, a callejones sin salida, a la idea de que el fin justifica los medios, a la arrogancia prometeica de querer removerlo todo, pisoteando para ello cualquier idea de justicia o meramente de sentido común.

domingo, 10 de junio de 2012

El nivel de tontería sigue aumentando

Este domingo he ido a la playa, en Tarragona. Quizás les sorprenderá, pero seguía en el mismo sitio de siempre, o al menos en el mismo sitio desde los últimos veinte o veinticinco años, cuando me vine a vivir a esta ciudad. Luego, ya en casa, leyendo el periódico El Mundo, me encuentro con un reportaje titulado "Viaje a la Atlántida asiática del siglo XXI". Se refiere a una localidad en la costa de Tailandia, que según el corresponsal en Asia, David Jiménez, va perdiendo kilómetros de costa año tras año, debido al aumento global del nivel del mar, consecuencia a su vez del cambio climático.

Lo sé, no soy climatólogo, geógrafo, geólogo ni oceanógrafo. Pero todavía creo estar en posesión de algo de sentido común. Y el sentido común nos dice que, si existe un aumento global del nivel del mar, debería poder medirse en todas las costas del mundo. Lógicamente, habría diferencias absolutas de medida, porque el nivel del mar no es uniforme en todo el planeta. Además de las mareas, e incluso del viento (que en el Báltico provoca desniveles de varios decímetros), debe tenerse en cuenta que la Tierra no es una esfera perfecta. Pero lo que está claro es que si el nivel del mar sube por aumento de su masa, o por dilatación térmica, tal fenómeno se ha de poder registrar en todas partes, si no de manera absolutamente simultánea, sí en períodos de tiempo no muy largos.

En realidad, lo que ocurre en numerosas regiones del planeta es que el mar erosiona en mayor o menor grado las costas, en función de muchos factores, como su composición geológica, la vegetación, la acción humana local al desviar ríos, etc. A principios del siglo pasado, los geólogos ya venían observando un retroceso medio de la costas a ambas orillas del Canal de la Mancha de hasta 3 metros al año (costa del Sussex). Según el manual clásico de Emmanuel de Martonne (Traité de Géographie Physique, 1964), en las costas arcillosas del Yorkshire, la punta de Holderness retrocedía más de 4 metros anuales. En esencia este es el fenómeno que está ocurriendo en Tailandia, donde no es que el mar esté subiendo de nivel, sino que literalmente se está comiendo la tierra. Otro fenómeno estrictamente regional es el que se da en las Maldivas, cuya base volcánica se hunde por sí misma, independientemente de cómo se comporte el océano.

Pero claro, nuestro corresponsal tiene que justificar su sueldo. Por eso no le da vergüenza hablar de "refugiados climáticos". Hay que hurgar en la mala conciencia trufada de esnobismo de Occidente, productor de la mayor parte de emisiones de CO2, y sobre todo hay que utilizar con profusión la palabra ciencia y sus derivados, amontonando informaciones, muchas de ellas improcedentes (el deshielo del Ártico no afecta a la supuesta subida del nivel del mar), y otras directamente falsas (no están descendiendo los recursos en general). Pero dicen que lo dicen los científicos, luego a callar. Y los científicos no se limitan a describir el problema, sino que ofrecen sus soluciones, lógicamente incuestionables (¡son científicas!). David Jiménez alude al último artículo de Nature (palabra de Ciencia), donde un grupo de científicos profetiza un agotamiento de los recursos para 2045 (para entonces ya estarán retirados; tontos no son) y propone entre otras medidas... A ver si lo adivinan: "Un control de la tasa de crecimiento de la población y un desarrollo más sostenible."

El problema del mundo no es que sobre gente, sino estupidez. El CO2 no es tóxico; la memez sí. Llevamos cerca de dos siglos en los que cualquier superstición que se vista con ropajes científicos se intenta imponer a despecho del sentido común, cuando no contra los mejores instintos de la humanidad. Y detrás siempre están los mismos maniáticos, con o sin bata blanca, obsesionados por imponer sus idiotas y siniestras ideas organizativas, queramos o no que nos organicen. La excusa puede ser la economía o la ecología, con cuyos lenguajes se puede explotar el oscuro miedo egoísta a que los parias de la tierra, o la naturaleza, traten de vengarse. Preferimos llamarlo solidaridad, o compromiso, pero yo sostengo una explicación psicológica más sórdida, menos autocomplaciente. Queremos coches híbridos para nosotros, pero que los africanos continúen yendo a pie. Total, ellos ya están acostumbrados, y además, es mucho más sano andar. Y si las costas de Tailandia se erosionan, nos preocupamos solo en la medida que lo vemos como síntoma de un proceso global, que nos puede acabar afectando también. Aunque sea una mentira grotesca y cobarde.

sábado, 9 de junio de 2012

La marea conservadora avanza

Las campañas provida han conseguido que en Estados Unidos haya cambiado la actitud de la mayoría hacia el aborto. En 1995, un 56 % de los estadounidenses estaba a favor de su legalización. Hoy, este apoyo se ha reducido al 41 %, aunque sigue siendo claramente un tema que divide a la población. Esto, para el periódico El País, inquieto ante la posibilidad de que la tendencia se reproduzca en Europa, por la acción de "grupos muy organizados y bien financiados", es un efecto del avance de "la marea conservadora".

El adjetivo no me parece desacertado. Querer conservar la vida de los seres humanos no nacidos es sin duda, en un sentido profundo, ser conservador, más allá de si uno tiene las ideas más o menos claras en política fiscal, por ejemplo. Si en cambio definimos "conservador" de manera puramente formal, desligada de principios positivos (esto es, como aquella persona que se opone a cambios en un estado de cosas dado), un pro abortista es conservador -superficialmente conservador- puesto que es partidario de mantener las legislaciones vigentes en la mayoría de países, las cuales permiten el aborto dentro de determinados plazos o supuestos.

Más discutible es el sustantivo metafórico. No se percibe una tendencia abrumadora de cambio de mentalidad, ni en Europa ni en América, como para que podamos hablar de "marea". Que los grupos que defienden ideas conservadoras estén bien organizados y bien financiados puede significar dos cosas. O bien que detrás de ellos hay una siniestra conjura de poderes ocultos, o bien que quienes se oponen al aborto han llegado a la conclusión de que valen la pena ciertos sacrificios (en forma de dedicación y de dinero) para luchar por sus ideas.

Por lo demás, como no podía ser menos, tratándose de El País, el artículo procede dando por sentado que las posiciones a favor del aborto, el matrimonio homosexual y la educación sexual estatalizada equivalen a la defensa de "derechos adquiridos" y "avances en salud sexual y reproductiva", que es precisamente lo que cuestionan los provida. Es más, se acusa a tales asociaciones de reformular el mismo concepto de derechos,  cuando esto es exactamente lo que hacen las ideologías seudoemancipatorias. Se conculca el derecho a la vida, el más sagrado, en nombre de un espurio "derecho a decidir sobre el propio cuerpo" (que ni siquiera concede a un feto la consideración meramente corporal; ¿cómo lo clasificamos: cómo un bulto, una excrecencia?).

La izquierda abortista (valga el pleonasmo) se horroriza ante la propuesta de que se pueda "obligar" a una madre a escuchar los latidos de su hijo antes de tomar una decisión irreversible. Sorprende (es un decir) que quienes tanto claman por la libertad científica de experimentar con embriones humanos, se cierren en banda al uso de la tecnología para ayudar a una mujer a conocer mejor al ser que ha concebido. Y por supuesto, nada de que el padre tenga el más mínimo derecho a opinar. ¡Esta es la izquierda que habla de libertades y derechos! En realidad, se trata de irresponsabilidad y ausencia de normas, terreno abonado para tiranías odiosas a las que no podremos exigir rendición de cuentas -¿partiendo de qué referentes morales, si los hemos abolido previamente?

La gran habilidad de la izquierda es invertir diametralmente la escala de valores, de manera que quienes se resisten a su influencia son tildados directamente de ultraderechistas. Un ejemplo son los improperios que llueven sobre Hungría, por incluir el derecho a la vida en la constitución, o por definir el matrimonio como la unión entre hombre y mujer. Hemos llegado a tal grado de enajenación colectiva, que la mera expresión de evidencias del sentido común es perseguible como delito de "homofobia" o, cualquier día, delito contra la "libertad reproductiva".

Hay sin embargo algo en lo que estoy de acuerdo con el artículo. Y es que en el movimiento provida subyace una concepción religiosa. Claro que sí, es el cristianismo el que se encuentra en la base de la concepción de la dignidad de la persona como algo previo a cualquier otra cosa, a la decisión de cualquier élite tecnocrática o de cualquier asamblea. Y esto es así aunque muchos provida no se hayan enterado de por qué son en el fondo provida. La oposición al aborto desde el "humanismo laico", e incluso desde cierta izquierda, debe ser bienvenida, pero ello no debe hacernos perder de vista que es ese mismo humanismo que se pretende independiente, cuando no contrario, a la tradición cristiana, de donde han surgido tan graves errores. Y el primer error, cronológicamente hablando, es pensar que las verdades morales se sostienen por sí mismas, es ese optimismo antropológico que considera al ser humano como un ser metafísicamente autosuficente, que tiende naturalmente al bien.

Si el antiabortismo se sostiene solo en un sentimiento, suscitado por campañas de propaganda inteligentes, pero en última instancia de efectos más o menos efímeros, podrá ser fácilmente contrarrestado por contracampañas emocionales en las cuales la izquierda es experta. Nos preguntaremos entonces, como Chesterton, "cómo pudimos esperar que durara como un estado de ánimo, si no era lo suficientemente fuerte para durar como doctrina". (*) La marea conservadora quizás será realmente una marea cuando la doctrina de fondo se exponga desafiante, y se enfrente a pecho descubierto a los prejuicios seudoprogresistas. Será entonces cuando los de El País tendrán verdaderos motivos para sentirse inquietos. De momento, y por desgracia, la ideología dominante sigue siendo la suya.
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(*) G. K. Chesterton, Por qué soy católico, El Buey Mudo, 2011, pág. 195.

domingo, 3 de junio de 2012

Buscad y encontraréis

Cuando alguien conmina a los jóvenes ya no a rebelarse, sino a lo que se supone que es el paso previo, o mejor dicho, el primer motor, el factor desencadenante, la causa de la rebelión misma... Esto es, cuando se les anima a indignarse, algo no me acaba de cuadrar. Si alguien se tiene que indignar, es porque se encuentra en un estado de no indignación, de indiferencia, conformidad o resignación. Esto puede suceder por dos razones fundamentales. O bien no existe gran cosa contra la cual rebelarse, o bien se está tan oprimido o alienado que no se concibe la posibilidad de una rebelión, ni siquiera de una protesta. En el primer caso hablaríamos propiamente de no indignación o conformidad con el estado de cosas existente. En el segundo se trataría de indiferencia (alienación) o resignación (producto de la opresión).

Stéphane Hessel, impecable currículum progresista, héroe de la Resistencia contra el nazismo, redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, activista pro palestino, publicó hace año y medio un panfleto titulado precisamente ¡Indignaos!, que se tradujo a los pocos meses al español (Destino, 2011). El título del libro, en modo imperativo, ya contiene implícitamente todo lo que viene después. Hay que indignarse, es preciso, luego hay motivos para indignarse. Y si estos no se perciben de manera inmediata, hay que buscarlos. "...[E]n este mundo hay cosas insoportables. Para verlo, debemos observar bien, buscar. Yo les digo a los jóvenes: buscad un poco, encontraréis." (p. 31). Y más adelante, en tono lapidario, repite: "¡Buscad y encontraréis!" (p. 35). Esta proclama de que hay que buscar los motivos de la indignación es efectivamente un leitmotiv de Hessel, quien en un discurso de 2009, recordado por el editor del panfleto, ya había exclamado:  "¡Encontrad vuestros propios motivos de indignación, uníos a esta gran corriente de la historia!" (p. 53).

Por supuesto, el autor no se limita a defender formalmente la indignación, sino que en el libro expone lo que en su opinión son los principales motivos para indignarse. El principal para él, nos dice, es la situación de Palestina, más concretamente la franja de Gaza y Cisjordania (p. 37). Es decir, que si es necesario, hay que buscar los motivos de indignación fuera de nuestra propia sociedad, lo cual no significa que en esta no los haya. Pero nótese que para Hessel, la actitud ético-política primaria es ante todo la búsqueda de una indignación, más que la indignación misma. Uno puede comprender (no necesariamente compartir; desde luego no en mi caso) los motivos de indignación de un palestino, pero si no eres palestino, tu indignación será siempre a posteriori, será un efecto del conocimiento de una situación ajena, no una causa. La indignación hesseliana es propiamente quijotesca, es decir, es el resultado de una búsqueda de injusticias, para poder desfacer agravios.

No está de más recordar, por cierto, que don Quijote rara vez acertaba al detectar injusticias, más bien todo lo contrario. No solo confundía molinos con gigantes, sino que con frecuencia interpretaba mal las situaciones, defendía a la parte equivocada, o empeoraba la situación de quien pretendía salvar. Porque el problema inherente a buscar injusticias para indignarse es que se invierte el proceso natural. Lo normal es que sea una injusticia vivida, o percibida inmediatamente, la que nos mueva a la reacción emocional, a la indignación. Pero esta por si sola de poco sirve, si no se produce acto seguido una reflexión, que nos impele a su vez a tratar de objetivar la situación, es decir, a reformularla en términos de una norma universal, la cual nos dé derecho a rebelarnos. Hessel en cambio procede al revés, desea provocar(se) la indignación, como resultado de un proceso intelectual de búsqueda. Su pasado en la Resistencia no es pertinente para su planteamiento, por muy mercadotécnico que resulte. Porque en la Francia ocupada por los nazis hubiera parecido ridículo que alguien animara a los jóvenes a buscar motivos para la indignación, como si no los tuvieran delante de sus narices a cada instante. La equiparación entre los nazis y "la dictadura de los mercados" que establece el prologuista español, José Luis Sampedro, ateniéndose fielmente al espíritu del opúsculo, no por descuidada deja de ser una banalización repugnante del nacional-socialismo.

Al buscar confirmar una hipótesis, tendemos con demasiada facilidad a verla confirmada. Quien busca injusticias, a buen seguro que las encontrará, como don Quijote, sean reales o no. Analizar desde fuera el conflicto palestino en términos de palestinos buenos e israelíes malos, podrá provocar sentimientos de autocomplacencia muy considerables en algunos, pero no deja de ser una forma diletante de interferir en un conflicto que no se ha entendido bien; es decir, de añadir más injusticia a la injusticia, que no solo la sufre una parte. Afirmar que la distancia entre los muy pobres y los muy ricos "no para de aumentar" (p. 32), es una falacia, dado que la pobreza absoluta no ha dejado de disminuir en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, por lo menos, y está archidemostrado que en nada mejora la vida de los pobres el que haya menos ricos, o estos lo sean menos, sino todo lo contrario. Comparar, en fin, la exigencia de educación y sanidad públicas con la lucha contra los nazis en la Francia ocupada, es un reflejo del carácter decadente, acomodado y mediocre de nuestra época. Si el ideal de una jubilación a los 65 años se pone en pie de igualdad con la lucha por la libertad y por la democracia, es que estamos muy mal. Algunos han visto demasiadas películas, y se creen que quemando unos neumáticos en la calzada para protestar contra la privatización de la Universidad (no caerá esa breva), son Tom Cruise tratando de asesinar a Hitler.

Muchas cosas me indignan a mí en nuestra sociedad. Una de las que más, que cada año se liquiden miles de seres humanos en edad embrionaria o fetal, en una Unión Europea podrida de burocratismo, que obliga a diseñar jaulas más confortables para las gallinas ponedoras. Nuestros "progresistas" no consideran que un feto humano sea una persona, pero sí en cambio que las gallinas tienen ciertos derechos. Por supuesto, no verán ni una sola palabra contra el aborto masivo en el libro de Hessel. Más bien sospechamos que estará a favor, envolviéndolo en la retórica de la libertad de la mujer. Dice preocuparse por los inmigrantes, los sin papeles, los gitanos... Pero si eres una mujer gitana (desde luego, sin papeles, y en un sentido existencial profundo, inmigrante) en el vientre de tu madre, ah, entonces que te zurzan. Es típico de quien cree que hay que buscar las injusticias, los motivos de indignación. Se puede dejar influir por novelas, por películas, por modas y por los mitos de mayor circulación... y al mismo tiempo ignorar la más flagrante de las injusticias que tiene delante.

sábado, 2 de junio de 2012

Hay que levantarse

Hablar de una solución única y evidente, hasta el último detalle, de la crisis en la que estamos sumidos desde hace cuatro años, no deja de ser algo fantasioso. Sin embargo, no es menos cierto que básicamente existen dos diagnósticos antitéticos de la situación, lo cual da lugar de entrada a dos grandes líneas de actuación posibles. Uno es el de la izquierda, desde la socialdemócrata hasta la comunista, según la cual todo lo sucedido es culpa del capitalismo salvaje etc. Y otro es el defendido por el liberalismo, desde el más próximo a la derecha política hasta el más crítico con ella, según el cual la raíz del mal nace en el intervencionismo de los Estados/bancos centrales en la moneda y el crédito.

Del diagnóstico izquierdista se desprende, naturalmente, que la solución a la crisis es más intervencionismo. Aquí tenemos toda una gama que va desde el pragmatismo a la fuerza del último Zapatero, presionado por Bruselas, consistente en tratar de engañar a los compradores de deuda (y sobre todo a los votantes) fingiendo que se hace algo; hasta los delirios de los comunistas, que creen llegado el momento de resucitar sus viejas y aberrantes propuestas, confiados en la amnesia colectiva sobre sus resultados.

El movimiento de los indignados, bajo el disfraz de la ingenuidad juvenil, va claramente en esa dirección, aunque a veces se asemeje a un mero esfuerzo de resistencia ("no a los recortes"), sin una alternativa concreta, más allá de cuatro vaguedades insustanciales. Los intelectuales de izquierda, sin desechar ciertas cautelas paternalistas, observan en general con agrado un movimiento que, al no expresarse sistemáticamente en el lenguaje político clásico, permite captar amplias simpatías entre las gentes desprevenidas, preparando de algún modo el terreno para las "soluciones" que inevitablemente vienen después.

Un ejemplo de cómo la izquierda intelectual más sectaria y bolivariana aprovecha que los indignados pasaban por ahí para sacar de nuevo los gigantes y cabezudos del comunismo, es el libro Los indignados. El rescate de la política (Akal, 2012), del politólogo de la Complutense Marcos Roitman Rosenmann: Leedlo solo si os sobra el tiempo y queréis reír a mandíbula batiente con las burradas que suelta el personaje, estilo "la explotación capitalista y sus formas de dominio ligadas al ejercicio de la violencia son incompatibles con la democracia".

Ante la evidencia de que el Estado del bienestar es insostenible, existen dos posibles reacciones: Constatar que es ilusorio hablar de "derechos sociales", o bien continuar exigiendo esos supuestos derechos hasta provocar el colapso del sistema capitalista. Esta estrategia es defendida explícitamente por el filósofo neocomunista Slavoj Zizek, quien reconoce que lo importante es "formular demandas que, apareciendo de sentido común a buena parte de la población, como por ejemplo la cobertura sanitaria universal en el caso norteamericano", solo pueden aplicarse cuestionando "la ideología hegemónica". (Ya sabéis, el "neoliberalismo salvaje". Citado por J. M. Antentas y Esther Vivas en Planeta indignado. Ocupando el futuro, Sequitur, 2012; otros que van en la onda marxista-ecologista-evomoralista del citado Roitman, esta vez desde la Pompeu Fabra: ¡Ole el nivel de la Universidad española!).

La otra solución es la que parte del diagnóstico liberal. Si el intervencionismo estatal nos ha conducido a esta situación de deuda y déficits públicos, y de exceso de deuda privada provocada por la adulteración del mercado (que ha llevado a tantos promotores y compradores de viviendas, entre otros tipos de empresarios y consumidores, a tomar decisiones de inversión y gasto equivocadas), reduzcamos drásticamente el intervencionismo, suspendamos las regulaciones, dejemos que la sociedad pueda salir por sí misma del agujero, como hizo Ludwig Erhard en 1948. La historia la cuentan Milton y Rose Friedman en Libertad de elegir, RBA, 2004: Un domingo de junio, cuando la administración ocupante (americanos, ingleses y franceses) estaba cerrada, este ministro alemán de economía "abolió casi  todos los controles sobre precios y salarios", en una Alemania arrasada por la guerra, y sumida en la miseria, el racionamiento y la estampa dramática de las mujeres que vendían su cuerpo a los soldados por una tableta de chocolate. "Sus medidas operaron como por ensalmo. Al cabo de varios días las tiendas estaban llenas de bienes. Al cabo de varios meses, la economía alemana progresaba a toda velocidad." Y en pocos años, Alemania Occidental volvió a ser la primera potencia de Europa, hasta el día de hoy. (Mientras, en la Alemania Oriental optaron por un sistema tan exitoso que tuvieron que "protegerlo" con muros, alambradas y ametralladoras.) Luego lo llamaron el "milagro alemán"... Dos siglos antes, Adam Smith lo había llamado la "mano invisible".

Por supuesto, una solución de este tipo no funcionaría en la España de 2012 porque aquí no hemos salido de una guerra. Es decir, estamos infinitamente mejor que lo estaban los alemanes en 1948, y por tanto, no estamos mentalizados para los sacrificios y el trabajo duro, como lo estaban los alemanes después de la guerra que ellos mismos habían provocado (con ayuda de la URSS), votando las "soluciones" de Hitler a la depresión de los años treinta. Nosotros no hemos sufrido ni remotamente un correctivo tan cruel. Pero precisamente por ello, el peligro es que tardemos mucho más en salir de la crisis actual que lo que tardó Alemania en salir de una ruina mucho peor.

El gobierno de Mariano Rajoy parece sobrepasado por momentos por la situación. Esto es debido a que no se ha atrevido a adoptar una política de emergencia nacional comparable a la de Ludwig Erhard. Sus reformas son demasiado tímidas, no ha recortado lo suficiente, no ha desregulado lo suficiente, encima ha subido impuestos... Prefiere una salida de la crisis más larga pero menos traumática, con lo cual puede que no logre lo primero, ni evite lo segundo.

Pero no podemos achacar toda la culpa al gobierno. ¿Cómo reaccionaría la sociedad ante una liberalización drástica? No hay duda de que la izquierda aprovecharía el impacto inicial (despidos, punto final de muchos subsidios, etc) para provocar la helenización de las calles, con todo su repertorio de actos vandálicos, huelgas salvajes, etc. A fin de cuentas, un gobierno es un reflejo de lo que somos, o como se suele decir, tenemos los gobernantes que nos merecemos. Y después de décadas de propaganda del Estado de bienestar y los "derechos sociales", resulta muy difícil despertar del sueño. La tentación de parar el despertador y dormir cinco minutos más (prorrogables) es muy grande. Hay que levantarse, pero no en el sentido levantisco de la izquierda, sino en el sentido que aplican millones de españoles todas las mañanas, para ir al trabajo o para buscarlo. Es menos romántico que lo que proponen los indignados y la izquierda. Pero es lo único que ha funcionado siempre.