lunes, 16 de abril de 2012

La cleptocracia argentina

El mes pasado, el congreso argentino contrató a Baltasar Garzón (condenado en España por practicar escuchas de abogados defensores) como asesor de derechos humanos. En aquella ocasión, la presidenta Cristina Fernández afirmó que los derechos humanos "son uno de nuestros puntales como proyecto de país". Dos cosas quedan claras. La primera, que para los diputados argentinos no debe existir el derecho a la defensa judicial. La segunda, que para Fernández tampoco debe existir el derecho de propiedad, dado que acaba de expropiar la mayoría de las acciones de YPF. ¿Qué derechos, pues, quedan incólumes para los legisladores y los gobernantes de Argentina? La respuesta más ajustada a la realidad, a la luz de la experiencia pasada, sería aproximadamente esta: Los que a ellos les vengan en gana. Hay que reconocer que se trata de un criterio que evita numerosas complejidades filosóficas, aunque al mismo tiempo no resulta demasiado tranquilizador. Pero al menos, deja bien a las claras una tercera cosa: Que invertir en Argentina es un acto de temeridad comparable a invertir en territorio de la Camorra o la Ndrangheta. En realidad, peor, puesto que un gobierno como el de Argentina disfruta de medios y recursos superiores a los de cualquier organización criminal.

Ahora bien, cuando un Salvador Allende, autor de varias nacionalizaciones, continúa siendo un icono de la izquierda, no puede extrañarnos demasiado que existan gobiernos a los que robar en masa les confiera una gran popularidad. Seguramente la de Cristina Fernández aumentará estos días en su país. Y encima tendrá la suerte de que no se producirá un golpe de Estado como el que acabó con Allende en 1973. Nadie desea para Argentina un régimen como el de Pinochet. Pero lo cierto es que la renta per cápita chilena es hoy un 50 % superior a la argentina. Que la esperanza de vida chilena es superior en casi cuatro años en los varones, y en 1,5 en las mujeres. Y que la tasa bruta de mortalidad argentina es un 30 % superior a la chilena. Ah, y casualmente, Chile disfruta de 26 puntos más en el Índice de Libertad Económica. (Y 8,2 puntos más que España. Datos del anuario de The Economist, El mundo en cifras, ed. 2010.)

Naturalmente, nada jode más a los argentinos que los comparen desfavorablemente con sus vecinos occidentales, los de ese país dominado por el "neoliberalismo salvaje". Por eso precisamente hay que hacerlo. En Chile hubiera sido impensable el atraco perpetrado en Argentina contra intereses españoles, o de quien sean. Razón por la cual las diferencias económicas, y en los índices de nivel de vida, continuarán agrandándose entre los dos países, y no precisamente a favor del que goza de un mayor territorio y riquezas naturales más abundantes. Pues nada, continúen votando al peronismo, huevudos. (Y empresarios españoles, continúen invirtiendo en Argentina...)