martes, 1 de noviembre de 2011

Se acabó la fiesta

Hace tiempo que Salvador Sostres viene publicando artículos en los que desarrolla su opinión sobre la crisis, que en el fondo es de carácter moral. Hay una generación que se ha creído que se puede vivir muy bien sin dar golpe, o trabajando muy poco y mal; indefinidamente. Una generación que se ha creído que el bienestar es un "derecho" y que llama a las comodidades materiales "conquistas sociales". Pues bien, esto -nos dice Sostres- con la crisis se ha acabado, aunque muchos todavía sigan sin darse cuenta. Hablan con afectada preocupación de la crisis, pero siguen saliendo de puente. Continúan llenando las zonas de ocio de masas, continúan luciendo sus piercings, tatuajes e indumentarias de macarras y de fulanas en las aglomeraciones, como si su existencia no estuviera enfocada a otra cosa que la diversión, fastidiosamente interrumpida por tediosos intermedios laborales. Todavía no han despertado del sueño socialdemócrata.

Sostres lanza la verdad a la cara a toda esta gente, suponiendo -lo que es mucho suponer- que esta gente lea periódicos o blogs de opinión. Les dice que la sopa boba se ha terminado, que las comodidades materiales de las cuales han disfrutado hasta ahora, como si fueran derechos inalienables, no han caído del cielo, son fruto del trabajo de sus padres, que se incorporaron al mercado laboral con doce o trece años, que practicaron el pluriempleo, que trabajaron 40, 50, 60 horas a la semana, que estudiaron abrigándose por las noches sin calefacción y no compraron la primera vivienda o el primer coche hasta que no hubieron ahorrado lo suficiente, tras años de trabajar duramente.

Sin duda, el fruto de este trabajo de las generaciones anteriores ha sido un aumento de la productividad, que nos permite tener una mayor nivel de vida, trabajando menos horas. El bienestar no ha sido la graciosa concesión de los políticos ni un logro de los sindicatos. Ha brotado del sudor, del esfuerzo y el hacer bien las cosas de mucha gente. Y la riqueza generada se puede dilapidar muy fácilmente si perdemos por completo la ética del trabajo, el sentido de la responsabilidad, la noción de que hemos venido a esta vida para algo más que divertirnos y ser felices. Sabemos que no es popular ni políticamente correcto decir esto, insinuar que puede haber un sentido trascendente de la existencia, que vaya más allá de la búsqueda del placer y el bienestar. Pero sin este sentido, al final no tendremos ni la trascendencia, ni la felicidad. Ni siquiera el bienestar material.

Otros textos de Sostres sobre el tema, aparte del enlazado arriba, son los siguientes:

Se pondrán a trabajar
Esta crisis me gusta
Los puentes y la salida del túnel
Hay que reivindicar el infierno
Carta a un indignado