domingo, 28 de agosto de 2011

El miedo y el asco

A Joaquín Sabina le da "miedo" la previsible victoria del PP el 20-N. Se acuerda de cuando tenía ocho años, de "los guantazos de los salesianos y el nacionalcatolicismo". Mucho retrocede en el tiempo, le bastaría recordar cuando tenía 48 años y gobernaba Aznar. Aquello sí que fue duro, con la misa televisada obligatoria en todos los canales, el rezo del Padrenuestro de rodillas al empezar las clases en los colegios y la Guardia Suiza pontificia vigilando a los diputados en las Cortes, con sus amenazantes alabardas.

La izquierda, por cierto, critica a la Iglesia por "no estar a la altura de los tiempos", pero conspicuos representantes de ella, sección farándula, como Sabina, Serrat, Almodóvar, etc, viven todavía en los años cincuenta, recreados con mucho morbo retrospectivo. Aunque sean buenos cantantes o directores de cine, creo que lo serían aún más -lo son a veces- si se desprendieran de ese lastre entre sentimentaloide, nostálgico e ideológico.

Pero lo que realmente maravilla es la capacidad de la izquierda para saltarse la memoria, la verdad y la lógica. Cada contienda electoral la presenta -tiene esa habilidad- como si estuviéramos decidiendo entre franquismo y democracia, como si la derecha no hubiera gobernado con Suárez ni con Aznar, como si la derecha no hubiera abolido la mili, no nos hubiera integrado en el euro (¿por qué devaluación de la peseta iríamos ahora?), no hubiera contribuido a crear millones de puestos de trabajo y no hubiera permitido que Sabina, Serrat o Almodóvar compusieran sus canciones o sus películas.

Dicen tener miedo del PP, ellos, los mismos que piden el voto para el PSOE, un partido que no dudó en aprovecharse electoralmente del peor atentado terrorista de nuestra historia. Un partido que cada vez que ha gobernado ha dejado al país prácticamente en quiebra. Un partido que es capaz de entregar una provincia entera a los etarras y al mismo tiempo, con infinito cinismo, afirmar que su política antiterrorista es un éxito. Y un candidato, el del PSOE, que con este panorama dice que su prioridad es una ley de eutanasia...

A mí la izquierda no me inspira miedo, exactamente. Pero sí hartazgo y, sobre todo, asco, mucho asco.

sábado, 27 de agosto de 2011

El señorito irresponsable

En la televisión veo a una señora protestar por la falta de información de una compañía aérea que ha cancelado su vuelo a Nueva York debido al huracán Irene. ¿Es que esta mujer dispuesta a cruzar el Atlántico no es capaz de informarse mínimamente de en que mundo vive? ¿No lee periódicos, no escucha la radio, no ve la televisión, no se conecta a internet? ¿Tendrá alguien -la empresa, el gobierno- la culpa de su ignorancia o de su descomunal despiste?

Esa misma tarde me entero de que un tribunal laboral brasileño ha condenado a McDonald's a indemnizar a un trabajador que engordó 30 kilos porque parte de su trabajo consistía en probar diariamente la comida del restaurante. ¿Es que alguien le obligó a aceptar ese empleo? ¿Es que además le forzaban a tragarse entera la hamburguesa que debía degustar?

Por no hablar de las sanciones astronómicas contra las tabaqueras, como si estas intimaran a la gente a punta de pistola a que fumara... Los ejemplos son interminables.

Vivimos en los tiempos del señorito irresponsable. Todo el mundo cree poder exigir al gobierno o a las empresas que se desvelen por su bienestar o su comodidad, sin reconocer ningún tipo de responsabilidad propia en un asunto en el que son los primeros interesados.

Eso sí, cuando un gobierno decide constitucionalizar el límite del déficit (aunque sea obligado por Bruselas), es decir, que sea ilegal endeudar a las generaciones futuras, entonces el señorito irresponsable exige poder votar sobre la cuestión. Quienes hace unos días protestaban contra la visita del Papa bajo el lema "no con mi dinero", ahora parecen escandalizarse de que la administración no se pueda endeudar ilimitadamente con su dinero.

Porque son básicamente los mismos, no les quepa duda. Y son los mismos que exigen poder matar legalmente a sus parientes enfermos para tener que ahorrarse el palo de ir a visitarlos al hospital de vez en cuando, y encima no poder heredar. Por supuesto, ni siquiera tienen lo que hay que tener para hacerlo por su cuenta, quieren -exigen- que sean los médicos quienes se manchen las manos de sangre. ¡Y encima tienen la cara dura de mostrar su actitud como "humanitaria"!

Porque esta es otra. El señorito irresponsable, por sistema, disfrazará su descomunal egoísmo de altruismo, asegurará que le mueve la preocupación por los que sufren, por el consumidor, por las madres solteras o por los tramoyistas en paro. No se crean nada. Una mujer de noventa años con infarto cerebral es muy dudoso que esté sufriendo. Más verosímil es la afirmación de que se trata de una molestia para la sociedad e incluso para la familia.

Pero entonces, ¿a qué viene tanta hipocresía, por qué tachar de fundamentalistas religiosos a quienes anteponen los principios morales a las conveniencias? La respuesta es clara: porque tocamos un punto sensible del señorito irresponsable. Le estamos diciendo que debe asumir las consecuencias de sus actos, que ni el Estado ni nadie está obligado a hacerlo por él. Y eso le joroba.

sábado, 20 de agosto de 2011

Desafinando a Capella

No suelo leer el blog de Francisco Capella porque la mayoría de sus entradas consisten en selecciones de enlaces a textos, lo cual no me llama suficiente la atención. De vez en cuando sí nos ofrece algo de cosecha propia, y entonces suelen ser disertaciones muy dogmáticas, más bien para adeptos al anarco-capitalismo, secta de una soberbia insufrible por la que no siento la mayor de las simpatías, aunque accidentalmente coincida con algunas de sus conclusiones. Hace un par de días, sin embargo, Capella se ha descolgado con una entrada titulada Necedades papales, que sí me ha llamado la atención.

Dice Capella que los cristianos son "lloricas hipersensibles" y "victimistas" porque se quejan de que "no les dejan colocar su símbolo particular (que ellos pretenden universal) en el espacio común." En realidad, lo que sucede es cosa muy distinta. Sucede que en un país donde tres cuartas partes de la población, como mínimo, son católicas, existe una minoría de fanáticos (aunque con fuerte apoyo gubernamental, lo quiera ver o no nuestro ácrata) que pretende erradicar símbolos que ya estaban ahí. ¿Quién es aquí el "hipersensible"? ¿El padre que no quiere que su hijo contemple un crucifijo en el aula o aquel que, creyente o no, no ve nada malo en que los niños tengan contacto con los fundamentos de nuestra cultura?

A continuación critica Capella a Ratzinger porque "no se atreve a llamar a las cosas por su nombre", es decir, se refiere al aborto y a la eutanasia como "decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias". Supongo que, en consecuencia, la próxima vez que Capella hable del robo gubernamental, habrá que afearle su cobardía por no atreverse a llamar a los impuestos "por su nombre".

Bien es verdad que, tras estos comentarios tan infantiles, Capella va entrando en el meollo del asunto. Donde el papa critica el relativismo, la concepción del bien y el mal como algo subjetivo y el endiosamiento de quienes pretenden que las normas morales son creación meramente humana, él expone sus opiniones opuestas, perfectamente legítimas. Pero en lugar de argumentar por qué, según él, "lo bueno y lo malo tienen una fuerte componente subjetiva y relativa", su método consiste en caricaturizar la tesis contraria, como si por si sola se refutara. Defiende "criterios correctos de comprobación, verificación o falsificación como la observación y el razonamiento", como si la razón y la fe fueran incompatibles, y como si la primera nos permitiera sostener algún principio indubitable sobre la realidad, es decir, fuera de la matemática pura.

Precisamente, lo que apunta este "presunto filósofo e intelectual además de Papa" es algo crucial: Que la razón, por mucho que proteste Capella, no es autoconsistente, no se sostiene por sí sola. Se podrá estar de acuerdo o no con las opiniones del pontífice, pero ridiculizarlas con silogismos leirepajinescos no es argumentar. Sea como sea, se trata de cuestiones profundas que los filósofos han debatido incansablemente (algunos de ellos, con el propio Ratzinger, por cierto), por lo que si hay alguna "palabrería, trampa y demagogia" es en el estilo simplista y faltón que emplea alguien presuntamente tan inteligente como Capella.

lunes, 15 de agosto de 2011

Cómo responder a una amiga progre y mucho más

Rubén Aguiar es un músico cubano que vive hace tiempo en Madrid, felizmente a salvo de la dictadura que sojuzga la bella isla. Podéis escuchar algunos de sus temas directamente en su blog no sé bien. En este vídeo lo vemos a la guitarra:



Además de músico, Rubén es un tipo cultivado, y vacunado por su peripecia biográfica contra la enfermedad gremial de los artistas, que es la izquierditis. Muchas de las entradas de su blog son pequeñas obras maestras de análisis psicológico del alma progre, de sus prejuicios y secretos anhelos.

Los últimos posts los ha dedicado al movimiento del 15-M, que ha podido conocer de primera mano por la cercanía de su lugar de trabajo a los acampados de la Puerta del Sol. Su opinión, por decirlo suavemente, no es nada favorable, lo cual ha provocado la respuesta sentimental de una amiga gaditana, que reivindica con orgullo sus orígenes de familia obrera.

La contrarréplica de Rubén (Asamblea de Monte) es antológica y merece ser estudiada. Con todo el cariño, pero al mismo tiempo con la firmeza de un médico que le obligara a escuchar a un drogadicto la dura verdad sobre los efectos de su adicción y, especialmente, sobre las debilidades de carácter que le hacen caer en ella, Rubén rebate uno por uno los argumentos de su amiga, si es que se los puede llamar así.

Nuestra progre defiende el movimiento de los indignados con afirmaciones emocionales que retratan una mentalidad muy extendida. Dice que "necesitamos recuperar la posibilidad de hablar, de expresarnos, de no tener que elegir entre el blanco y el negro". Rubén le replica que nadie nunca le había quitado esas posibilidades, "si te has callado ha sido por decisión propia". Mucha gente que ahora recrimina al PSOE su "traición" a la izquierda, lo votaban pese a la corrupción y los GAL; quizás poniéndose una pinza en la nariz, sí, pero lo votaban: Entonces estaban dispuestos a elegir entre el blanco y el negro. Y mucha gente que se vendió por el plato de lentejas de alguna subvención o puesto de trabajo ¿tiene derecho ahora a sentirse decepcionada?

Incide también nuestra amiga de izquierdas en la conocida cantinela de que en nuestra sociedad todo se resume en el "tener", no en el "ser". "Si no tienes, no existes", afirma nuestra filósofa. La respuesta de Rubén es implacablemente lógica. Si te parece bueno que la gente tenga acceso a determinadas posesiones materiales, estarás de acuerdo en que primero hay que crearlas, producirlas. Pero, prosigue Rubén, "si no has trabajado ni te has esforzado honradamente para ello estoy seguro que consideras que no te corresponde “existir”, figurar, "ser alguien", puesto que no eres ni envidiosa ni deseas tener más de lo que mereces. No tendrías en este caso motivo para indignarte." Ahora bien, si eres una persona que desprecia los bienes materiales, "¿qué mas te da “no ser”? Allá los que crean que por tener “cosas” son importantes. Eso no va contigo. No tendrías, en este caso tampoco, motivo para indignarte."

Insiste la "indignada", pese a todo, en negar la politización del movimiento 15-M, ella lo ve "como algo más intelectual [!?] que político, y creo que son los filósofos, universitarios, maestros, poetas, escritores, etc... los que tienen cosas que decir." Conocida es la necesidad de la izquierda de rendirse extasiada ante figuras intelectuales que creen inspirarla, cuando en el fondo no hacen más que reírle las gracias, aunque sea a veces con un lenguaje pomposamente académico. Copio varios párrafos de Rubén donde, al tiempo que demuestra que no se arredra lo más mínimo ante el mito de la pretendida superioridad cultural de la izquierda, resume magistralmente la diferencia entre la mentalidad liberal y la colectivista:

"¿Y tú, no tienes cosas que decir? ¿Y tu marido y tu cuñado con su pequeña empresa de construir y vender música no tienen nada que decir? (...)
¿Crees que tienen más que decir los “filósofos, universitarios, maestros, poetas y escritores” que los tíos que se inventaron este software a través del que estamos tú y yo conectados a 700 km de distancia? 
¿Crees que el pensamiento es exclusividad de los filósofos?
¿Crees que la juventud es patrimonio de los universitarios?
¿Crees que la enseñanza de la verdad es prerrogativa de los maestros?
¿Crees que los poetas y los escritores inventaron las palabras o el lápiz o la máquina de escribir o el ordenador?
Dices que crees que ellos “son los que tendrían que volver a sentar las bases de la convivencia”... ¿Y por qué mejor no piensas que hay que dejar que la gente decida por sí misma cuáles han de ser las bases de su convivencia? Libremente, como se les antoje. No esperes a que los filósofos te indiquen que le pidas azúcar a la vecina... hazlo por ti misma... ya estás tardando... (...)

Dices: “...habría que empezar de muy abajo, de cero y primero tendríamos que despojarnos de todos nuestros prejuicios, quedarnos limpios, libres de polvo y paja, y sentirnos los unos a los otros ¿Cuanto tiempo hace que no pedimos azúcar al vecino?, ¿quien se atreve a dejar a sus niños un ratillo con la vecina mientras vas a comprar?”

Vamos a ver, detente y piensa serena y honestamente: ¿necesitas “indignarte” contra otros porque ya no te reunas con tus amigos o porque ya no le pidas azúcar a tu vecina ni le dejes las niñas un ratillo cuando vas de compras? ¿En qué momento de tu vida decidiste hacer responsable al gobierno, a los bancos, al mercado de no “sentirnos los unos a los otros” ? ¿Son ellos “nuestros prejuicios”? Cuándo los destruyas o los mejores o cuando consigas que te escuchen ¿quedarás libre de polvo y paja?

No quiero que me respondas, quiero que te preguntes.

¿Te has preguntado qué es lo que te está pasando a TI?
No al gobierno, no.. ni a la sociedad, ni al sistema... ni a los bancos o los mercados...
¡A TI!
Y a los que gritan en la calle...
¿Acaso necesitan tú y ellos que el gobierno, los políticos, el sistema, los bancos centrales, las ideologías, lo que sea, les resuelvan los problemas que no les causan?"

No es fácil compendiar tantas sabias verdades, tan oportunas y de manera totalmente desprovista de pedantería. Aquí se resumen no solo lecturas sino la experiencia vital de uno de tantos exiliados cubanos, que ya han pasado antes por los lavados de cerebro de asambleas y demás rituales de la agitación política, y simplemente la de muchas más personas que han logrado el éxito personal y profesional por su propio esfuerzo y la ayuda de la familia y los amigos, no exigiendo al Estado que le solucione la existencia. Vale la pena leerlo entero.

sábado, 13 de agosto de 2011

Alguien construyó un muro

¿Se pueden recordar los cincuenta años de la construcción del Muro de Berlín sin mencionar que lo levantaron los comunistas? No solo se puede, sino que a tenor de lo que enseñan en las facultades de periodismo, no debería esperarse otra cosa. Ejemplo de ello es el breve reportaje (un minuto y once segundos) de un noticiario de La Sexta, emitido hoy sábado. "Símbolo de la guerra fría", rezan los subtítulos. Como si las culpas hubiera que repartirlas por igual entre Occidente y el extinto bloque soviético. Como si hubiera habido también ciudadanos de la Alemania occidental a los que se hubiera intentado impedir que huyeran a la RDA. Por cierto, a este reportaje sigue otro igualmente breve sobre Fidel Castro, sin el menor asomo de crítica a su régimen.

Frente a esta forma de sutil desinformación, es preciso que los adolescentes conozcan la historia, por supuesto. Pero no es suficiente. Sería muy instructivo que en una clase se pasara el vídeo de La Sexta y se invitara a reflexionar sobre él. Que los alumnos se preguntaran por qué no se alude, más allá de unas siglas hoy desaparecidas, al régimen que lo erigió y los motivos que tuvo para hacerlo. ¿Tendría sentido referirse a los crímenes de Jack el Destripador sin nombrarlo? Sospecho que, para cierto periodismo, sí. La culpa la tendría la sociedad victoriana, sin duda, como hoy tienen la culpa de los disturbios londinenses los recortes sociales de Cameron, la "exclusión" o cualquier otra gansada del limitado repertorio progre. Y eso no tienen el menor problema en dejarlo meridianamente claro, aunque solo dispongan de medio minuto.