jueves, 7 de abril de 2011

Por qué pasa lo que pasa

Nueva forma de drogarse de algunos adolescentes europeos y estadounidenses: Un tampón empapado de vodka, por vía vaginal o rectal. Por el texto de la información, no queda claro si realmente produce los efectos de embriaguez que pretende, pero al menos eso es lo que creen quienes practican el slimming, que así llaman a esta práctica, originada al parecer para evitar que el aliento a alcohol los delate a padres o autoridades.

Ante noticias como esta, uno no puede evitar preguntarse, una vez más, por las causas de esta desesperación nihilista de una cierta juventud, de esta ansia de degradación que la lleva a buscar la intoxicación etílica, o del tipo que sea, por los métodos más expeditivos.

En este punto se suele responder con el repertorio de banalidades habituales: Que si una sociedad "consumista", "sin salidas", que si la "falta de valores", etc. Pero muchas personas disfrutan con sensatez de la sociedad consumista sin participar de botellones ni otras formas de autodestrucción al contado o a plazos. Y las perspectivas de la juventud, al menos en el mundo desarrollado, dependen en gran parte de ella misma, si sabe aprovechar las variadas posibilidades de formación que se le ofrecen, al menos en comparación con Burundi.

La "falta de valores" está más cerca de la verdad, pero suele quedarse en una perezosa vaguedad. ¿De qué valores hablamos? Si el único valor común que preconizamos es el de perseguir la propia felicidad sin ningún tipo de trabas, con la única salvedad de respetar los derechos de los demás, el drogadicto no hace necesariamente nada que conculque este principio, salvo cuando su conducta escapa a su control, y ya suele ser demasiado tarde para darle meros consejos. ¿Qué sentido de la vida se les enseña a los jóvenes, a veces explícitamente, en asignaturas como Educación para la Ciudadanía o Educación Sexual? Que la felicidad, definida como un suceso físico-químico en las sinapsis neuronales, es el objetivo supremo. Luego podremos añadir las llamadas de rigor a las virtudes cívicas, pero si estas no se justifican más que por el "buen rollo", la juventud las reconoce como una reminiscencia superflua, aunque pasteurizada hasta la insipidez, del viejo orden judeocristiano; ese que profesores, libros de texto y no digamos la televisión no se cansan de desprestigiar.

Los medios de comunicación y los pedagogos buscan al culpable en un mundo "mercantilizado", "competitivo", en la "precariedad laboral" y bla bla bla. Pero en realidad lo tienen mucho más cerca: Son ellos, con sus estúpidas ideas "progresistas" (!), quienes han contribuido con denuedo al deterioro del panorama educativo, quienes han trivializado y desencantado los valores de que tanto hablan. Sin referencias profundas, una parte de la humanidad juvenil se ve privada de la mera noción de algo noble o trascendente. Pretenden hacerle creer que eso no es necesario para la vida, e incluso que es inconveniente (les alertan contra el "fanatismo", las ideas "retrógradas"), que basta con ser solidario, tolerante, poner el aire acondicionado a 26º y cumplir las ordenanzas municipales. Y no te olvides de llevar siempre condón. Una ética de mínimos para la unión mística entre el hombre y el Ayuntamiento, que a nadie debería sorprender que incluso siendo tan leve (o precisamente por ello) invite a ser transgredida.