martes, 7 de diciembre de 2010

La piedra de toque del antisemitismo

Las declaraciones del ex comisario europeo Frits Bolkestein, recomendando a los judíos abandonar Holanda si no quieren ser víctimas del antisemitismo de los musulmanes, han recibido la justa y contundente réplica de Geert Wilders. El líder del PVV (Partido por la Libertad) ha respondido que "Bolkestein se equivoca completamente: no son los judíos, sino los marroquíes antisemitas quienes deben abandonar el país."

¿Cómo encaja esta defensa de los judíos con los epítetos de ultraderechista y xenófobo que sistemáticamente le adjudica la prensa a Wilders? Pues de ninguna manera, obviamente. La piedra de toque para reconocer a un ultraderechista es su posición ante los Estados Unidos e Israel. No falla: La extrema derecha odia a los americanos y a los judíos igual o más que la extrema izquierda.

Una de las razones principales por las cuales quien escribe se llegó a considerar marxista, cuando tenía entre dieciocho y veintipocos años, fue que desde siempre, de un modo previo y fundamental, por encima de todo detesté el nazismo, como Indiana Jones (Nazis, I hate this guys!) E ingenuamente me decía: ¿Qué es lo más opuesto al nazismo, si no el comunismo? Luego, la reflexión y las lecturas me hicieron apercibirme de mi error juvenil, y descubrir que lo más radicalmente opuesto al nazismo era en realidad el liberalismo, odiado por igual por los nacional-socialistas y los socialistas.



Es una idea sencilla y complicada a un tiempo: Que tanto el fascismo como el comunismo (y el anarquismo, dicho sea de paso) van contra el viejo parlamentarismo decadente, contra lo "burgués" -un término hoy pasado de moda, pero que conceptualmente sigue latiendo en todos los debates ideológicos. Cuando se comprende esto, cuando uno ve que el antisemitismo de la izquierda no es casual, que va unido al anticapitalismo y al odio contra las raíces culturales de Occidente, ya no puede seguir siendo de izquierdas... Salvo si se escribe en La Vanguardia, ese "diario de centro-izquierda comprado por la gente de centro-derecha", según la aguda definición de Josep Martí. En efecto, constituyen una estricta minoría de elegidos, como Pilar Rahola y pocos más, quienes han alcanzado ese estado de sublime superioridad espiritual que les capacita para criticar a la izquierda sin dejar de ser de izquierdas, ¡oh misterio inefable! En cambio, el común de los mortales nos vemos obligados a seguir acatando las férreas leyes de la lógica formal, esa construcción burguesa.