viernes, 18 de junio de 2010

El nombre de las cosas

La manía de cambiar el nombre de las cosas, cuando no hay necesidad alguna, es una de las variantes más nefastas de la estupidez universal. Basta con que a un solo tonto se le ocurra rebautizar a la selección española de fútbol como "La Roja" para que surjan docenas de tontos que repitan la nueva expresión como si toda la vida la hubiéramos usado. Pero lo peor es que esta clase de tontería suele tener consecuencias. ¿Recuerdan cuando al Deportivo de La Coruña se le empezó a llamar Súper Dépor? Intentó ganar la Liga durante varias temporadas en la década de los noventa, sin éxito. No lo consiguió hasta el 2000, curiosamente cuando lo del Súper Dépor había caído en el olvido, seguramente porque había terminado resultando hiriente. ¿Y qué decir del Madrid Galáctico? Tras los éxitos iniciales bajo la primera presidencia de Florentino Pérez, fue generalizarse hasta el hartazgo el adjetivo galáctico, y el Madrid empezó a sumar temporadas sin títulos. Y algo parecido le ocurrió también al Barça. Aunque quizás no se abusó tanto del Dream Team como en los casos citados, me atrevo a afirmar que el auge en la difusión de esa denominación coincidió con la decadencia de la era Cruyff, cuando el holandés empezó a hacer cosas raras, por decirlo suavemente. Estoy convencido de que una de las claves de la solidez del Barça de Guardiola es que, gracias a Dios, a ningún metepatas se le ha ocurrido cambiarle el nombre.

Tras extraer la lección de estos antecedentes, me gustaría equivocarme, pero me temo que España no ganará el Mundial de Sudáfrica, ni ningún otro título mientras la legión de idiotas (periodistas y patrocinadores) a la que ahora le ha dado por llamar a la selección nacional "La Roja", se canse de la última moda idiota.