domingo, 20 de junio de 2010

El mapa mental de la izquierda

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El esquema que presento no pretende ser más que un primer bosquejo, susceptible de mejoras y abierto a sugerencias. Su intención es mostrar de una forma visual las relaciones entre los distintos conglomerados de ideas que conforman lo que suele llamarse progresismo, para intentar mostrar dos cosas:

1) Que el progresismo en realidad es lo contrario de lo que su nombre proclama, una regresión nostálgica hacia una mítica solidaridad primitiva, aunque hábilmente se sitúe en un futuro no menos impreciso.

2) Que las aparentes contradicciones entre determinadas ideas de izquierdas (por ejemplo, defensa de los derechos de la mujer y connivencia con el islamismo) son perfectamente explicables dentro de la particular lógica de los progres, que se deriva de lo anterior. El diagrama no pretende describir el universo mental de toda persona de izquierdas. No todos los que se autodenominan progresistas son por ejemplo islamófilos. Pero hay muchos que sí, y en mi opinión son los otros quienes deberían explicar qué les hace permanecer en un club donde muchos piensan cosas como que los Estados Unidos se merecieron el 11-S.

Comento rápidamente algunas etiquetas utilizadas.

Romanticismo: Por supuesto, no aludo aquí a un período de la historia del arte, no tengo nada en contra de Beethoven ni de Brahms (¡todo lo contrario!). Quizás un término más apropiado sería irracionalismo, pero me ha parecido demasiado vago, y sobre todo que introduce una connotación valorativa previa innecesaria. Lo que entiendo por romanticismo en el contexto político-ideológico lo conté, y perdón por la autorreferencia, en mi entrada Contra el romanticismo. Pero mucho mejor lo explica Miquel Porta Perales en su imprescindible La tentación liberal. Vale la pena citar un pasaje largo:

"A pesar de lo que se acostumbra a decir y creer, la ideología emancipatoria, filosófica y políticamente hablando, es conservadora y tiene mucho que ver con el romanticismo clásico. En efecto, ante los cambios producidos, primero por la revolución industrial, y ya en nuestro tiempo por las diferentes y sucesivas revoluciones tecnológicas y de toda clase que nos invaden, la ideología emancipatoria lamenta la -supuesta- solidaridad perdida. Cosa que implicaría la desaparición de aquel sentido y espíritu colectivos que, según se afirma, definirían la esencia y la existencia del ser humano. Al respecto, la ideología emancipatoria lamenta también la emergencia y consolidación de determinados valores -éxito, competitividad, dinero, etc.- que, por así decirlo, prostituirían la -supuesta- esencia del ser humano. En este sentido, hay una correlación entre el movimiento romántico y la ideología emancipatoria en tanto y en cuanto una y otra critican que la sociedad, en lugar de recuperar la armonía perdida, tome cuerpo y forma a través de la defensa del interés egoísta de unos individuos que fundamentan su relación mediante el contrato. En esta concepción casi orgánica de la sociedad, no resulta difícil de percibir, por cierto, el aire antiliberal que define la ideología emancipatoria. Y es que para esta última, la ideología liberal -al basarse en el egoísmo, el interés y el contrato- convertiría al ser humano en enemigo del ser humano al excluir la posibilidad de llegar a una sociedad reconciliada y no escindida fundamentada en la solidaridad." (Ed. Península, 2009, págs. 82-83)

Por su parte, Ludwig von Mises también veía en toda ideología colectivista una añoranza de un idealizado estado salvaje, que aunque generalmente es inconsciente, el marxismo manifestó explícitamente desde el principio, como puede comprobarse leyendo el clásico de Engels, El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado. (Muy ameno, aunque científicamente risible.)

El fundamento romántico del Igualitarismo (ver mi reciente entrada La igualdad contra el progreso) es el mismo que el del Nacionalismo y el Ecologismo, lo cual permite comprender las relaciones entre los tres campos ideológicos. Es cierto que la izquierda no ha sido siempre ecologista, e incluso que en determinados momentos fue antinacionalista, pero no debería sorprendernos la convergencia de todas estas ideas, porque en el fondo tienen un origen común, la nostalgia de la tribu primitiva, lo que implica también la añoranza paganoide de una mítica armonía entre el hombre y la naturaleza, que en realidad jamás existió. Así pues, discrepo de la concepción (aunque tenga parte de verdad en el nivel de la práctica política) según la cual temas como el ecologismo y el nacionalismo son utilizados por la izquierda por mero oportunismo, ante el descrédito del marxismo. En mi opinión, la conexión es mucho más profunda, no hay una izquierda que se haya desviado del racionalismo (como defiende in extremis Sebreli en El olvido de la razón, otro libro fundamental) sino que más bien ha ido a parar a donde la conduce su lógica interna, la de un colectivismo reaccionario.

Anticapitalismo y Feminismo son los dos grandes frutos del Igualitarismo. Por feminismo me refiero a lo que suele denominarse ideología de género, una concepción radical que reduce a construcción cultural toda diferencia sexual, llegando a negar la maternidad. Esto no tiene nada que ver con la idea perfectamente liberal de la igualdad jurídica entre el hombre y la mujer, que niegan las teocracias islámicas y el Ministerio de Igualdad (sic) de Bibiana Aído, al promover la discriminación legal entre ambos sexos (el mismo delito cometido por un hombre es más grave que si lo comete una mujer).

Pero no hay duda que la madre de casi todo es el Anticapitalismo. De ahí viene el odio a Estados Unidos y a su -hasta ahora al menos- aliado en Oriente Medio, Israel; el Pacifismo asimétrico (que consiste en querer desarmar a Occidente antes de que se desarmen sus enemigos) y el Multiculturalismo, que so capa de una crítica al etnocentrismo, proporciona argumentos al Islam (negación de unos derechos del hombre universales). Cuando hablo de Islamofilia, me refiero, más que a una actitud mental de simpatía con la civilización islámica (aunque sin duda se da en muchos casos) a la práctica de, queriéndolo o no, estar efectivamente regalando todos los días argumentos a los integristas de Hamás y de Irán, con las críticas desquiciadas a los judíos y al "imperialismo yanqui". En este sentido, los nacionalismos ibéricos, con su odio a España, confluyen con ese antioccidentalismo, al cuestionar el papel de la nación española en la resistencia contra el Islam medieval y congeniar con el populismo indigenista de Hispanoamérica (véase ETA en Venezuela, a Carod-Rovira subvencionando las lenguas no españolas en el Ecuador, etc).

Una crítica radical de Occidente requiere, pues, atacar a la razón, y negar la idea misma de progreso, pues todas las culturas -se afirma- valen lo mismo, independientemente de sus logros técnicos. En esto, el izquierdismo es donde revela más claramente su fundamento romántico. Pero el ataque no sería completo si no se combinara con un furibundo Anticristianismo. Ello permite disfrazar el carácter irracional de la izquierda, que así se muestra como una digna hija de la Ilustración, abanderada contra el oscurantismo y la Inquisición. Pero sobre todo, al ir contra el cristianismo se apunta contra la propia razón (como lúcidamente vieron Nietzsche y sus epígonos), es decir, contra el supuesto metafísico de un orden objetivo inteligible que el ser humano debe intentar descubrir, no meramente inventarse, aunque nunca pueda aprehender de manera absoluta. Para el sedicente progresista, no existen el bien y el mal objetivos, todo se reduce a convenciones, al derecho positivo. Por tanto, no hay límites a la facultad normativizadora del Estado, del colectivo. Por otra parte, negar el concepto de responsabilidad individual consustancial al cristianismo nos lleva directamente al Buenismo, la doctrina rousseaniana según la cual el mal procede de la sociedad, no del individuo, fuente de todos los estragos causados por concepciones penales ilusorias, que acaban protegiendo a los delincuentes más que a las víctimas. Finalmente, el Anticristianismo confluye con el feminismo radical en minar una institución fundamental de la sociedad, como es la familia, con la retórica engañosa de los "otros modelos de familia", poniendo en pie de igualdad cualquier tipo de asociación arbitraria entre individuos con la pareja heterosexual que cría a sus hijos biológicos, institución que es la más adecuada para formar a personas autónomas, no dependientes del Estado. El proabortismo no es más que una consecuencia de esta política, que al mismo tiempo pretende apuntalarla, pues generalmente la mayoría de abortos provocados se producen fuera de la institución familiar.

En conclusión, todos los motivos del progresismo pueden derivarse del igualitarismo, el ecologismo y el nacionalismo, los cuales a su vez son las tres variantes que ha tomado en la cultura occidental la reacción contra la razón, el progreso y el liberalismo, que resumimos con el concepto romanticismo. Naturalmente, los progres no lo ven así, porque el progreso sigue teniendo demasiado prestigio para que puedan ni quieran atacarlo frontalmente, de ahí que hábilmente han sabido camuflarse como sus partidarios por antonomasia. La teoría más elaborada del igualitarismo, el socialismo marxista, adoptó la forma de un progresismo radical, aun cuando preconizaba una sociedad autoritaria, la dictadura del proletariado, y en aspectos de costumbres no era especialmente más avanzado que la sociedad de su tiempo. Al mismo tiempo, quienes apoyamos el sistema capitalista y el legado judeocristiano, hemos sido tachados de reaccionarios, cuando lo que defendemos son las únicas bases concebibles que puede tener todo progreso, que es imposible sin la conservación acumulativa de todo aquello que vale la pena ser conservado. La izquierda por el contrario pretende destruir y partir de cero como paso previo a una construcción, a un paraíso terrenal que jamás llega, porque no tiene otra entidad que la oscura nostalgia por una edad dorada que tampoco existió jamás, pero que por alguna razón persiste en la mente humana como ciertas características genéticas recesivas.

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