sábado, 23 de enero de 2010

La Regla de Taylor o cómo el Estado provocó la crisis financiera

Si en una reciente entrada me reía a costa del antiamericanismo paranoide de la izquierda, aquí debo empezar por reconocer que Estados Unidos sí tiene la culpa de algo: Del estallido de la crisis financiera que ha acabado afectando a todo el mundo, aunque a algunos países, como España, en mayor medida que a otros. Esta sería, para un progre, la buena noticia, por llamar noticia a algo tan evidente desde el principio. La "mala" noticia es que, concretando más, los principales responsables de la crisis financiera fueron la Reserva Federal y la administración de Washington, es decir, no el mercado, sino las autoridades políticas y reguladoras (lo que es extensible a las autoridades del resto de países afectados).

Aunque la segunda afirmación no tiene el mismo grado de evidencia que la primera, el trabajo académico serio, basado en la investigación empírica, cada vez viene a reforzarla más. Quienes somos absolutamente legos en economía podemos hacernos una vaga idea de este trasfondo científico, gracias a un librito que acaba de traducirse al español con el título Sin rumbo, de John B. Taylor. En él se resume en un lenguaje sencillo y sin fórmulas matemáticas las conclusiones a las que el prestigioso catedrático de la Universidad de Stanford ha llegado en varios de sus trabajos de los últimos dos años. A decir verdad, sí que aparece una fórmula hacia el final (pág. 103), aunque no en lenguaje algebraico. Es la famosa Regla de Taylor, debida al propio autor, que ya la enunció en 1993:

r = 1,5 p + 0,5 y + 1

Donde r es el tipo de interés a corto plazo, p la tasa de inflación e y la distancia entre el PIB y su nivel tendencial*. En resumidas cuentas, esta expresión nos dice qué tipos de interés deberían fijar los bancos centrales, si queremos mantener el crecimiento económico reduciendo al máximo los periodos de recesión. Justo lo que no hizo la FED en los años 2002-2004, durante los cuales mantuvo los tipos entre el 2 y el 1 %, cuando según la Regla de Taylor deberían haberse movido aproximadamente entre el 2 y el 4,5 %.

Taylor nos muestra mediante esclarecedores gráficos la relación de causa-efecto entre la errónea política monetaria y la burbuja inmobiliaria, así como las consecuencias de las medidas adoptadas por los gobiernos de Bush y Obama, que no hicieron más que agravar la situación. Pero cronológicamente, los responsables principales del desastre financiero han sido los bancos centrales, con la Reserva Federal americana a la cabeza.

¿Por qué se apartaron de la senda correcta? Taylor no entra en esta cuestión en su breve opúsculo. Presumiblemente, la crisis de las punto com y los atentados del 11-S llevaron a las autoridades monetarias a pensar que debían saltarse los principios que tan buenos resultados habían dado en los años ochenta y noventa, a fin de que el sistema financiero no se tambaleara. Paul Krugman, uno de los responsables intelectuales de la burbuja inmobiliaria (supongo que por eso le darían el Nobel), ha afirmado que, según la Regla de Taylor, los tipos de interés actuales deberían ser ¡negativos! Si esto es así, no parece que el principio sea una guía infaliblemente sensata. Pero, como el autor de la ecuación ha replicado, resultados absurdos como estos son los que arroja la fórmula cuando se introducen en ella meras estimaciones, no datos observables.

Las aportaciones del profesor Taylor no se limitan a la fórmula que lleva su nombre, ni al campo académico. Como Subsecretario del Tesoro con el gobierno de Bush, se encargó de congelar los activos financieros del terrorismo tras la destrucción de las Torres Gemelas, con resultados elogiados por la Comisión 11-S del Congreso. Así, mientras unos recomendaban hinchar burbujas, otros asfixiaban económicamente a los terroristas.

Y aquí en España, mientras unos hacen chistes idiotas sobre las siglas de FAES y Falange Española, la fundación de Aznar realiza una meritoria labor de difusión del pensamiento liberal y del debate intelectual serio. Por ejemplo, publicando este utilísimo libro de John B. Taylor.
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* Otros lugares muestran una versión más técnica de la ecuación, en la que los parámetros p e y se descomponen en otras variables. Pero en esencia, la idea es que los tipos de interés deberían ser una función determinada de la inflación y del crecimiento. En el artículo de 1993, la fórmula aparece expresada así:

r = p + 0,5 y + 0,5 (p - 2) + 2

Lo que equivale a:
p + 0,5 y + 0,5 p - 1 + 2 =

= 1,5 p + 0,5 y + 1

Que es lo enunciado en lenguaje informal en la página 103.