domingo, 31 de enero de 2010

Reivindicación de la moraleja

Hoy he visto una buena película, pero cuyo final me ha decepcionado. No diré de cuál se trata, para no fastidiar a quien no la haya visto. El protagonista es un joven de origen humilde que se ha casado con la hija de un rico hombre de negocios, y se encuentra dividido entre el deseo de mantener su nueva posición social y una relación pasional con otra mujer, una eterna aspirante a actriz (aunque bellísima). La cosa se complica cuando ésta se queda embarazada y le obliga al protagonista a que cumpla su promesa, una y otra vez aplazada, de contárselo todo a su esposa y dejarla. De lo contrario, ella misma lo hará. Ante esta situación, el joven adúltero decide asesinar a la amante, de manera que parezca obra de un ladrón. A partir de este momento, la película entra decididamente en ese género de suspense en el cual no podemos dejar de inquietarnos por la suerte del protagonista, pese a que se trata evidentemente de un auténtico miserable. Asistimos con zozobra a los preparativos del crimen, a su ejecución, a la huida, y en todo momento el director, con genial perversidad, nos hace contener la respiración, como si quienes temieran ser descubiertos, o dejar una pista fatal, fuéramos los espectadores. Vamos, que nos lo pasamos de miedo.

Sin embargo, como digo, el desenlace me ha decepcionado. ¿Por qué? Pues porque al final, por una pirueta del azar, la policía, que había andado cerca de descubrirlo todo y arruinar su vida, le adjudica erróneamente el crimen a un muerto, de manera que el protagonista acaba saliéndose con la suya. "¿Así termina todo?", me he dicho al ver aparecer los títulos de crédito. Luego me he sorprendido un tanto de mi propia reacción, pues en otras películas de argumento similar, en las que el malvado acaba siendo descubierto, una parte de nosotros también se identifica con él y lamenta su fracaso final. Sin embargo, una ulterior reflexión me lleva a pensar que sentimos una mayor satisfacción, pese a la existencia de sentimientos encontrados, por el triunfo de la Justicia. A fin de cuentas, queremos que los malos acaben perdiendo, aunque la magia del cine nos haya hecho en algunos momentos encarnarnos en ellos.

Pero ¿he dicho "queremos" en plural? Se me ocurre que no todo el mundo se habrá sentido decepcionado por el final. Es posible que algunos espectadores hayan suspirado aliviados, y que incluso la ausencia de toda lección moral les parezca un rasgo de genio del director. Desde luego, no soy de los que creen que la misión del arte es transmitir valores morales. Al igual que cualquiera, también disfruto con aquellas películas o novelas en las que un personaje un tanto canalla, pero buen tipo en el fondo, consigue salirse con la suya con métodos poco ortodoxos. Sin embargo, en esta película de la que hablo, el personaje no hace absolutamente ningún mérito para caernos simpático. Todo lo contrario, el espectador desde el primer momento no puede dejar de preguntarse por qué este idiota se complica la vida de esta manera, cuando tiene una mujer encantadora y unos suegros forrados de millones que le aprecian sinceramente. Bien es cierto que al final, al eliminar a la incómoda amante, conserva su familia y su posición, pero si estuvo a punto de perderlo todo no fue más que por culpa suya.

No, decididamente, el final me parece el único error de una película (excelente, por lo demás: el resumen no le hace ninguna justicia) a la que le han faltado unos minutos más, en los que un nuevo e inesperado giro del destino llevara a la policía a llamar a su puerta. Quizás sea que nunca me creí lo del superhombre de Nietzsche.

Por el fin de la (in)justicia progre

Cuando se habla del endurecimiento de penas, me parece que caemos en una trampa, y no me refiero a las cantinela mema de "no hay que legislar en caliente", tan del agrado de la progresía, sino a que el problema no se halla tanto en que las penas de cárcel sean cortas, sino en que es demasiado fácil reducirlas por buena conducta. ¡Cómo diablos no va a tener "buena conducta" un violador en serie encerrado en una cárcel en la cual no tiene acceso a sus víctimas!

Lo que debe reformarse imperativamente es ante todo lo siguiente:

1.- Que los delitos relativamente pequeños (pienso en el robo) reciban sistemáticamente prisión provisional, para lo cual se requiere que no se demore en exceso el juicio. O sea, ordenadores y medios para la Justicia, y cambios legislativos para reducir la discrecionalidad de tanto juez progre. De lo contrario se incita a la reincidencia (¿cómo no va a seguir robando el delincuente, si le sale gratis ("entra por una puerta y sale por la otra")? Encerrando a la gente antes, paradójicamente se podrían lograr unas cárceles menos atestadas, porque conseguiríamos que con menos años de condena (por menor acumulación de penas), se reinsertaran los mismos que ahora, y probablemente más, por el mayor efecto disuasorio que supondría el hecho de que a la primera, te enchironan.

2.- Que las penas de cárcel sólo puedan reducirse en determinados casos, sobradamente justificados, no de manera prácticamente automática.

3.- Que la edad penal se reduzca a los doce años, edad en la que está demostrado que se pueden cometer las peores atrocidades, y en las que uno tiene clara consciencia de la diferencia entre el bien y el mal.

4.- Que se implante la cadena perpetua revisable para delitos como el asesinato. Revisable, para no cerrar la posibilidad de la reinserción; perpetua, para que aquellos tipos de delincuentes que no se pueden reinsertar, no vuelvan a salir a la calle. Y si hay que cambiar la constitución, pues se cambia. De hecho, creo que sería preferible hacerlo, pues el artículo 25.2 (el de la "reeducación" y la "reinserción") es una de las muchas concesiones a la cretinez progre cuyos resultados desastrosos padecemos desde entonces. Las penas de cárcel en primer lugar deben servir para proteger a los ciudadanos honrados, y después y sólo después podemos hablar de reinserción y demás zarandajas.

Evidentemente, la cadena perpetua no impedirá que ciertos tipos de crímenes odiosos sigan produciéndose. Tampoco el código penal evita que haya robos, asesinatos ni violaciones. Pero por lo menos, si la Justicia quiere seguir manteniendo una de sus funciones principales, que es la eliminación de la venganza individual, lo que no puede ser es que los familiares de las víctimas se vean vejados por el sistema hipergarantista y extremoprogre hasta la náusea que padecemos.

sábado, 30 de enero de 2010

Prohibido reírse


Una de las características del feminismo es su total carencia de sentido del humor. Un ejemplo reciente han sido las reacciones a un anuncio del ejército austriaco. Se trata de un spot que, irónicamente, invita a los jóvenes a alistarse con el argumento de que con un carro de combate se liga más que con un flamante deportivo, ilustrándolo con la cómica y estereotipada actitud de un grupo de atractivas chicas. Ante las críticas recibidas, el ejército ha retirado el anuncio.

El humor y la ironía son recursos cada vez más empleados por la publicidad. Apelan a la inteligencia y a la complicidad del consumidor, transmitiéndole de alguna manera el mensaje de que "sabemos que tú sabes que nosotros sabemos que sabes que... te queremos vender algo". Sin embargo, las restricciones a los temas o estereotipos de los que uno puede reírse no cesan de aumentar. Y las más frecuentes son las que de alguna manera cuestionan la ideología de género, según la cual la identidad sexual es un pura construcción cultural que sirve para justificar la opresión de las mujeres. Así, que las chicas puedan sentirse atraídas por un joven al volante de un deportivo, o bien es un estereotipo machista, o bien es la consecuencia de la alienación histórica sufrida por el sexo femenino. Una estupidez como un piano, evidentemente, pues cualquier adulto que no quiera ignorar su mera experiencia individual sabe que, efectivamente, los atributos de la posición social juegan un papel asimétrico en las raíces biológicas de la conducta sexual. Dicho claramente, que las mujeres valoran el prestigio, el poder o el dinero de sus compañeros en mayor medida que no al revés. Pero incluso aunque esto no fuera así ¿qué hay de malo en hacer un chiste sobre tan viejo tema? Si legítimo es criticarlo, al menos cuando incurre en el mal gusto, exigir su censura es una clara violación de la libertad de expresión.

Si quienes estamos hartos de la tontuna políticamente correcta exigiéramos la retirada de tantos anuncios, campañas institucionales y pretendidas obras de arte que ofenden a la inteligencia y repugnan al sentido moral, no acabaríamos. Pero es que además, no aspiramos a eso. Esta es la diferencia fundamental entre los comisarios del pensamiento único y quienes estamos hasta la coronilla de comisarios -y de misándricas mal folladas.

domingo, 24 de enero de 2010

La inmensa estafa de la OMS

Según un reportaje de Paco Rego publicado hoy en El Mundo, titulado elocuentemente "El camelo de la gripe A", la alarma mundial por esta enfermedad, al igual que la anterior de la gripe aviar, fue provocada por médicos de la OMS sobornados por la industria farmacéutica. A consecuencia de ello, los gobiernos se han gastado cientos de millones de euros en la compra de vacunas, antivirales y material profiláctico, que en su mayor parte no será necesario. Parece claro, pues, que de nuevo los Estados y los tinglados burocráticos internacionales son responsables de un atraco a mano armada a los contribuyentes, justificado con teorías alarmistas. (Por cierto, ¿para cuándo un artículo semejante en este periódico sobre el negocio mucho mayor del cambio climático?)

Por supuesto, también son responsables las multinacionales farmacéuticas que han recompensado generosamente a esos profesionales corruptos. Pero está claro que si no existieran unas administraciones con un amplio margen para gastar discrecionalmente el dinero de los ciudadanos, la escala de lo ocurrido difícilmente habría sido la misma. A fin de cuentas, las empresas no ocultan a nadie que están para ganar dinero, mientras que los gobiernos y las organizaciones internacionales se atribuyen a sí mismas la potestad de velar por nuestro bien. Sin embargo, en el reportaje, tras citar a varios médicos honrados dispuestos a denunciar la inmensa farsa, el periodista termina forzando una cita de Naomi Klein, la conocida escritora contraria a la globalización liberal: "Una nueva manera de hacerse inmensamente rico a costa de la alarma global". El mensaje subliminal es, pues, el mismo de siempre: La culpa de todo es de un sistema económico basado sólo en el beneficio y bla bla bla.

Pues nada, hombre, vamos a volver a creer la próxima vez a pies juntillas lo que digan los altos funcionarios de la ONU y de la OMS, cuyo discurso tantas veces coincide con el de Naomi Klein. Qué malo es el capitalismo salvaje neoliberal imperialista, y qué buenos son los burócratas que viven estupendamente bien de él.

sábado, 23 de enero de 2010

La Regla de Taylor o cómo el Estado provocó la crisis financiera

Si en una reciente entrada me reía a costa del antiamericanismo paranoide de la izquierda, aquí debo empezar por reconocer que Estados Unidos sí tiene la culpa de algo: Del estallido de la crisis financiera que ha acabado afectando a todo el mundo, aunque a algunos países, como España, en mayor medida que a otros. Esta sería, para un progre, la buena noticia, por llamar noticia a algo tan evidente desde el principio. La "mala" noticia es que, concretando más, los principales responsables de la crisis financiera fueron la Reserva Federal y la administración de Washington, es decir, no el mercado, sino las autoridades políticas y reguladoras (lo que es extensible a las autoridades del resto de países afectados).

Aunque la segunda afirmación no tiene el mismo grado de evidencia que la primera, el trabajo académico serio, basado en la investigación empírica, cada vez viene a reforzarla más. Quienes somos absolutamente legos en economía podemos hacernos una vaga idea de este trasfondo científico, gracias a un librito que acaba de traducirse al español con el título Sin rumbo, de John B. Taylor. En él se resume en un lenguaje sencillo y sin fórmulas matemáticas las conclusiones a las que el prestigioso catedrático de la Universidad de Stanford ha llegado en varios de sus trabajos de los últimos dos años. A decir verdad, sí que aparece una fórmula hacia el final (pág. 103), aunque no en lenguaje algebraico. Es la famosa Regla de Taylor, debida al propio autor, que ya la enunció en 1993:

r = 1,5 p + 0,5 y + 1

Donde r es el tipo de interés a corto plazo, p la tasa de inflación e y la distancia entre el PIB y su nivel tendencial*. En resumidas cuentas, esta expresión nos dice qué tipos de interés deberían fijar los bancos centrales, si queremos mantener el crecimiento económico reduciendo al máximo los periodos de recesión. Justo lo que no hizo la FED en los años 2002-2004, durante los cuales mantuvo los tipos entre el 2 y el 1 %, cuando según la Regla de Taylor deberían haberse movido aproximadamente entre el 2 y el 4,5 %.

Taylor nos muestra mediante esclarecedores gráficos la relación de causa-efecto entre la errónea política monetaria y la burbuja inmobiliaria, así como las consecuencias de las medidas adoptadas por los gobiernos de Bush y Obama, que no hicieron más que agravar la situación. Pero cronológicamente, los responsables principales del desastre financiero han sido los bancos centrales, con la Reserva Federal americana a la cabeza.

¿Por qué se apartaron de la senda correcta? Taylor no entra en esta cuestión en su breve opúsculo. Presumiblemente, la crisis de las punto com y los atentados del 11-S llevaron a las autoridades monetarias a pensar que debían saltarse los principios que tan buenos resultados habían dado en los años ochenta y noventa, a fin de que el sistema financiero no se tambaleara. Paul Krugman, uno de los responsables intelectuales de la burbuja inmobiliaria (supongo que por eso le darían el Nobel), ha afirmado que, según la Regla de Taylor, los tipos de interés actuales deberían ser ¡negativos! Si esto es así, no parece que el principio sea una guía infaliblemente sensata. Pero, como el autor de la ecuación ha replicado, resultados absurdos como estos son los que arroja la fórmula cuando se introducen en ella meras estimaciones, no datos observables.

Las aportaciones del profesor Taylor no se limitan a la fórmula que lleva su nombre, ni al campo académico. Como Subsecretario del Tesoro con el gobierno de Bush, se encargó de congelar los activos financieros del terrorismo tras la destrucción de las Torres Gemelas, con resultados elogiados por la Comisión 11-S del Congreso. Así, mientras unos recomendaban hinchar burbujas, otros asfixiaban económicamente a los terroristas.

Y aquí en España, mientras unos hacen chistes idiotas sobre las siglas de FAES y Falange Española, la fundación de Aznar realiza una meritoria labor de difusión del pensamiento liberal y del debate intelectual serio. Por ejemplo, publicando este utilísimo libro de John B. Taylor.
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* Otros lugares muestran una versión más técnica de la ecuación, en la que los parámetros p e y se descomponen en otras variables. Pero en esencia, la idea es que los tipos de interés deberían ser una función determinada de la inflación y del crecimiento. En el artículo de 1993, la fórmula aparece expresada así:

r = p + 0,5 y + 0,5 (p - 2) + 2

Lo que equivale a:
p + 0,5 y + 0,5 p - 1 + 2 =

= 1,5 p + 0,5 y + 1

Que es lo enunciado en lenguaje informal en la página 103.

jueves, 21 de enero de 2010

El monumento más feo de Tarragona

Libertad Digital y esRadio han puesto en marcha un concurso para elegir el monumento más feo de España. He participado subiendo la foto de una escultura situada en una de las entradas a Tarragona que, aunque no me parece la más fea de España, no desmerece del todo en esta colección de horrores.


He acompañado la foto con el siguiente texto:

Escultura situada en la entrada de Tarragona por la A-7 (41º7'28,84'' N y 1º14'44,16'' E), perpetrada por el escultor israelí David Soussana. [Se titula "Adam" y se supone que representa la igualdad de géneros y razas. Se instaló en 1997 junto a la muralla romana, para hacerle la pelota a la UNESCO y que se declarara a Tarragona Patrimonio de la Humanidad. Una vez conseguido el objetivo, unos años después, se retiró lo más lejos posible del centro de la ciudad. En el año 2000 la UNESCO concedió el premio Together Woman a siete mujeres españolas sobresalientes: El trofeo era una versión en miniatura de esta escultura.]

La verdad es que no sé qué es peor, si esos muñecos recortados de hierro, o la explicación que en su día dio el artista, unas banalidades bochornosas acerca de la paz, el respeto, la solidaridad y la tolerancia. A Mr. Bean le hubiera gustado. El alcalde en aquel momento era Joan Miquel Nadal (CiU), responsable también de haber dedicado una plaza (rotonda, más bien) en Tarragona a Salvador Allende. ¿Creían que la memez derechiprogre sólo está en el ayuntamiento madrileño?

miércoles, 20 de enero de 2010

La maldad sin límites del Imperio

Sabíamos que el “capitalismo salvaje” tiene la culpa de todos los males. Tiene la culpa, ante todo, de la pobreza en el mundo... a pesar de que en los últimos dos siglos ha generado el mayor crecimiento económico de toda la historia, y centenares de millones de seres humanos han podido acceder a unos niveles de vida que antiguos príncipes no hubieran podido soñar siquiera. El capitalismo, por supuesto, tiene la culpa de las guerras... a pesar de que todos los conflictos bélicos del siglo pasado y del actual han sido provocados por Estados ferozmente intervencionistas, autoritarios o totalitarios. El capitalismo, qué duda cabe, tiene la culpa del calentamiento global, y si en los próximos años se produce un enfriamiento global... también será culpa del capitalismo. La industria capitalista, en fin, tiene la culpa de la deforestación y la contaminación, a pesar de que los agricultores llevan milenios talando bosques, y de que los niveles de contaminación de los países del “socialismo real” fueron muy superiores a los del mundo libre.

Por si todas estas calamidades no fueran suficientes, al capitalismo, o más concretamente a la CIA, se la ha llegado a culpar de la epidemia del sida, a pesar de que los científicos han datado los orígenes del virus entre finales del siglo XIX y principios del XX.

Pero lo que nos faltaba por leer son unas declaraciones de Hugo Chávez (quién si no), culpando a la marina de Estados Unidos de haber provocado el terremoto de Haití. Es decir, que a la pobreza, a las guerras, al cambio climático y a las enfermedades, ahora habrá que sumar las catástrofes naturales en el debe del pérfido sistema capitalista, o del malvado imperio yanqui, como prefieran.

Es fácil ver el lado chusco de estas fantasías paranoicas, y tratar de imaginarnos cómo debe ser la máquina de hacer terremotos. Acaso podría servir para el guión de la próxima película de James Bond. Pero no nos engañemos. La anécdota nos ilumina acerca de la estrategia coherente y sistemática del pensamiento totalitario a lo largo de décadas. Para compensar los estragos causados por el comunismo, cifrados por la historiografía seria en unos cien millones de muertos, es necesario (ya que es harto difícil negarlos u ocultarlos) acumular hecatombes en el otro platillo de la balanza, en el que militan los Estados Unidos. Sólo así podremos relativizar el insondable sufrimiento causado por las ideologías colectivistas, y seguir presentándolas como una alternativa.

domingo, 17 de enero de 2010

¿Cómo llamaremos ahora a la extrema derecha?

Últimamente he observado en mi barrio un cierto incremento de pintadas de contenido ultraderechista y xenófobo. En la persiana de un locutorio, por ejemplo, se puede leer en grandes letras: “España blanca”, con una esvástica torpemente ejecutada debajo. Un periódico de provincias titula hoy, trascendiendo el ámbito local: “Los grupos neonazis rebrotan en España abonados por la crisis” (Diari de Tarragona). Y El Mundo publica una entrevista al dirigente de la formación ultraderechista Plataforma per Catalunya, Josep Anglada, a propósito de la polémica generada por la decisión del ayuntamiento de Vic de no empadronar a inmigrantes ilegales.

Los medios de comunicación apuntan a la crisis económica y a una mala política de inmigración como factores que alimentan a estos grupos. Estoy de acuerdo. Cuando las políticas socialdemócratas destruyen empleos y riqueza, dos son las posibles reacciones de la sociedad: Demandar una mayor liberalización (reducción de impuestos, reforma laboral, recorte del gasto público), o bien todo lo contrario, exigir aún más intervencionismo, más gasto “social” y subidas de impuestos “a los más ricos”. Lo primero sería lo racional: Si un modelo ha fracasado, lo lógico es ensayar otro distinto (sobre todo si en realidad ya está más que probado y contrastado, como es el caso). Sin embargo, por desgracia en ocasiones sigue triunfando lo segundo, es decir, el populismo. Y los programas de los partidos ultraderechistas rebosan de este brebaje.

Sumemos a esto una política de inmigración irresponsable, que favorece la llegada incontrolada de extranjeros, los cuales desde el primer día reclaman todas las prestaciones del Estado del Bienestar, sin que en justa contrapartida se les exija el menor esfuerzo de integración. Todo lo contrario, desde la administración y las ONG se cultiva con frecuencia su victimismo, instruyéndolos en las artimañas necesarias para acceder a los numerosos subsidios y ayudas que sufragamos los contribuyentes autóctonos.

Tenemos aparentemente el terreno abonado para la demagogia xenófoba. Pero a ese victimismo le conviene exagerar el peligro de la xenofobia y el racismo. No hay que perder de vista que en las últimas legislativas los grupos que atizan estas emociones alcanzaron menos del 0,25 por ciento de los votos. En España, por suerte, no existe un partido comparable en influencia al FN francés o al BNP británico. ¿Cuál ha sido (hasta ahora, al menos) la razón de ello?

La explicación favorita de la izquierda es que en España, los votantes de extrema derecha votan al PP, porque lo ven como el heredero del franquismo. Pero en realidad, yo creo que ocurre exactamente lo contrario. El perfil del potencial votante de la extrema derecha no es Martínez el facha, la caricatura de Kim en El Jueves (especie obviamente en vías de extinción) sino más bien cierto joven radicalizado de clase media, que lo mismo puede inclinarse por la izquierda antisistema que por los grupos de estética neonazi... O por el PSOE. Mucho más, desde luego, que por un partido aburridamente conservador como el PP.

La sempiterna estrategia izquierdista de presentar al PP como un partido de fachas, que llega al delirio cuando a una dirigente de trayectoria inequívocamente liberal como Esperanza Aguirre se la incluye en la “derecha extrema”, resta muchos más votos a la derecha de los que podría obtener de los Martínez el Facha que aún queden, y que se crean que el partido de la presidenta de Madrid es el suyo. De hecho, lo que cabe preguntarse es qué haría la izquierda si en España surgiera un grupo de ultraderecha verdaderamente relevante, no los meros grupúsculos que hasta ahora se han disputado unos pocos miles de votos. ¿Cómo lo definirían, tras años de llamar fascista, de extrema derecha o derecha extrema al Partido Popular?

Si se consolida algún día la extrema derecha en nuestro país, quizá no estarán exentos de responsabilidad aquellos que han vaciado de sentido la expresión, aquellos que han hecho sonar tantas veces la sirena de alarma que la han convertido en inservible, metiendo en el mismo saco a liberales, conservadores y extremistas antiliberales.

sábado, 16 de enero de 2010

El imbécil

Esta tarde, después de comer, me he quedado dormido en el sofá, y he tenido un extraño sueño. He soñado que José Montilla se dirigía al parlamento autonómico, y proclamaba: "Acabar con el PP es salvar la raza catalana" ("acabar amb el PP és salvar la raça catalana"). Pero su catalán era más extraño de lo habitual, su acento parecía... venezolano. Entonces me he despertado, y tras la extrañeza inicial, me he dado cuenta de que mi subconsciente se había limitado a mezclar dos noticias recientemente leídas: Una se refiere a las palabras de Montilla ante el Consejo Nacional del PSC, en las que ha empleado la expresión "Pacto Cero con el PP", partido al cual acusa de atacar Cataluña. Y otra trata del discurso pronunciado ayer por Hugo Chávez, en la Asamblea Nacional, donde ha asegurado que "acabar con el capitalismo es salvar la raza humana", calificando a este sistema económico de "espantosa perversión".

Quizás sea por ello que el dictador venezolano ha devaluado la moneda en un 50 %, y que pretendiera empezar el racionamiento de la electricidad, aunque finalmente en esto último haya dado marcha atrás. No hay duda de que su modelo económico socialista es un ejemplo para el resto del mundo. Pero en su discurso dijo más cosas, como puede verse en un vídeo del blog de Martha Colmenares. Se proclamó marxista ("por primera vez asumo el marxismo" [largos aplausos]), y añadió que "el marxismo es la teoría más avanzada en la interpretación científica de la historia", así como "la más avanzada propuesta hacia el mundo que Cristo vino a anunciar hace más de dos mil años: El Reino de Dios aquí en la Tierra [aplausos], el reino de la igualdad, el reino de la paz, del amor..."

Que semejante botarate, semejante imbécil megalómano, presida un país que en tiempos fue de los más ricos de América, no puede menos que inspirarnos sombríos pensamientos sobre la especie humana. Si las crueles experiencias del siglo XX no sirven para impedir que en el XXI haya lugares del planeta en los cuales se caiga de nuevo en los mismos errores, me pregunto qué podría hacerlo.

Sin embargo, nada sería más ridículo que percatarnos de la triste situación de Venezuela, olvidando lo que tenemos aquí mismo. ¿Recuerdan que estamos gobernados por un Partido Socialista? Bueno, al menos todavía no han añadido bolivariano. Pero las palabras de Montilla no pueden quedar como un exceso más de los que se producen en las campañas o precampañas electorales. Que la máxima autoridad en Cataluña diga que un determinado partido "ataca" a esta comunidad autónoma, no es algo admisible en un país civilizado. Eso está bien para un Hugo Chávez, o un Hitler, pero en un país democrático no se puede tolerar que un gobernante justifique veladamente actitudes violentas contra personas que manifiestan determinadas ideas. En la práctica, aunque no en los términos, esto es mucho más grave que lo de aquel empresario que se refirió a los del PP diciendo que "habría que matarlos a todos". Porque estamos obligados a suponer que Montilla no es un imbécil ni un sonado que se cree el Mesías.

domingo, 10 de enero de 2010

El Coco liberal


Nada parece temer más la derecha, o el centroderecha, que la acusen de neoliberal, o liberal sencillamente. Los asesores de los líderes conservadores los tienen bien aleccionados al respecto: Sobre todo, no hay que enredarse en debates profundos sobre el sistema de pensiones o los servicios públicos. Basta hablar de buena gestión y de eficacia, es decir, ante todo tranquilizar a la gente, no vaya a pensar que planeamos desmantelar el Estado del Bienestar e instaurar el Salvaje Oeste en versión pija.

Naturalmente, lo único que consigue la derecha con esto es atarse de manos dialécticamente ante la izquierda, al no atreverse a cuestionar sus dogmas fundamentales, y restar todo brillo a su propio discurso, condenado a no salir de cuatro tópicos anodinos.

El fenómeno parece universal. Jean-François Revel comenta en su ameno Diario de fin de siglo una entrevista a Chirac, en la cual pone de relieve la contención con la cual el entonces presidente de Francia criticaba al gabinete socialista de Jospin. "¿No será -dice Revel- que ha tenido miedo de que semejante discurso [el que no se atrevió a realizar] motivara la infamante acusación de ultraliberalismo salvaje? Al no haberse atrevido a proceder a un análisis liberal de las razones por las que Francia no saca tanto partido como debiera del crecimiento y de la globalización, Chirac ha tenido que ver como sus argumentos se volvían contra él en los comentarios del día siguiente." (Ob. cit., 15 de julio.)

Los ejemplos en la política española darían para un libro, pero tenemos uno especialmente relevante. En las últimas elecciones legislativas, se produjo un recordado debate entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro, en el que, como es habitual, cada partido se atribuyó la victoria. Sin embargo, si por "victoria" entendemos quién convenció más y no quién tenía la razón, es evidente que el ministro socialista salió ganando. Y ¿por qué? Pues porque Pizarro se limitó a exponer hechos, mientras que su interlocutor lo planteó en el terreno ideológico. Viendo el debate, comprendí que estaba perdido para el PP desde el momento que Solbes -ya en su salsa- desenterró unas supuestas declaraciones de Manuel Pizarro, en las cuales apoyaba el sistema de pensiones implantado en Chile en tiempos de Pinochet. El empresario aragonés, en lugar de decir: "Pues precisamente quería hablarle de eso, de cómo vamos a pagar las pensiones cuando el paro se dispare por culpa de la crisis que usted niega" (o algo por el estilo), se limitó a negar que él hubiera hecho nunca tales declaraciones... Procedimiento que de poco sirve en televisión cuando tu interlocutor está blandiendo la fotocopia de una página de periódico.

El problema es que la derecha cree haber perdido hace tiempo la batalla de la opinión pública, y que ésta es básicamente de centroizquierda. Lorenzo Bernaldo de Quirós ha tratado esta cuestión en diversos artículos, como "Las reformas y el mercado político", del 6 de noviembre pasado, o "La decadencia no es inevitable", publicado hoy mismo en ABC. En el primero admite que las crisis económicas pueden conducir tanto a que los ciudadanos apoyen reformas liberalizadoras como a lo contrario, a políticas populistas e intervencionistas que no harán más que empeorar las cosas. Sin embargo, señala también que aquellos gobiernos que emprenden medidas liberales, las cuales se traducen en crecimiento económico y creación de empleo, acaban siendo reelegidos por los votantes. (Salvo cuando se produce un atentado terrorista con 193 muertos y la oposición y sus medios afines lo aprovechan para cargar contra el gobierno, cabe matizar.)

En el artículo de ABC, Bernaldo de Quirós incide, con todo, en la "oportunidad de oro" que representa la crisis económica para desencantar a la gente de una vez por todas del "social-keynesianismo", y que el centroderecha deje de creer que "sus aspiraciones han de limitarse a ser un gestor competente del modelo socialdemócrata". Y pone de relieve algo bien notable: El modelo socialista en el fondo es profundamente pesimista. Por mucho que la sonrisa estúpida de Mr. Bean trate de aparentar que la solución a la crisis no está lejos, y que los agoreros, los que no creen en su propio país, están en la derecha, la realidad es justo la opuesta:

"La agenda política de la izquierda -sostiene Bernaldo de Quirós- refleja un pesismismo radical sobre las posibilidades de España, sobre la capacidad de familias y empresas de ser motores del desarrollo y de la modernización de su economía cuando la experiencia muestra lo contrario: la vigorosa reacción de las fuerzas productivas cuando se les concede libertad. El dirigismo e intervencionismo del socialismo celtíbero son una expresión clásica de paternalismo y extienden un certificado de minoría de edad a los ciudadanos que sin la tutela del Estado no serían capaces de lograr sus objetivos ni responsabilizarse de su propia vida. Para protegernos de nosotros mismos necesitamos de la cuna a la tumba la asistencia y los cuidados de unos déspotas benevolentes."

Una demostración impagable del párrafo anterior son las previsiones del número dos de Economía, José Manuel Campa, según las cuales tardaremos cinco años en volver a los niveles de paro anteriores a la crisis. Con los socialistas, efectivamente estamos condenados a perder un lustro como mínimo, porque ellos no creen en los emprendedores, en las ganas de trabajar de la gente, en la creatividad individual. Por eso quieren una sociedad dependiente, conformista, sumisa y agradecida. Y ahora es cuando la oposición debería transmitir que ella sí cree en la iniciativa privada, en la capacidad de la gente de salir de la crisis en menos tiempo de lo que nos preparan los socialistas. Ahora es el momento propicio para espantar esos miedos pueriles, propios de una masa aborregada y no de ciudadanos adultos, que confían en sí mismos. ¡Qué venga de una vez el Coco liberal!

sábado, 9 de enero de 2010

Pepe García Domínguez y el bilingüismo

A las pocas horas de que Alberto Núñez Feijóo diera a conocer el borrador del "decreto do plurilingüismo" en la enseñanza de Galicia (30 de diciembre) se produjeron reacciones como las de Galicia Bilingüe o Libertad Digital, que calificaron la propuesta del presidente gallego como una traición a sus votantes. Al mismo tiempo, desde la emisora de LD, esRadio, el periodista catalán de origen gallego José García Domínguez ha discrepado de opinión tan tajante, asegurando que "se daría con un canto en los dientes" si el decreto de Feijóo se aplicara en Cataluña. Un buen resumen de la polémica lo ofrece Elentir en su post del 5 de enero. En esta entrada expongo mi insignificante opinión, que sin ser muy distante de la línea editorial de LD, es mucho más comprensiva con la postura de Pepe García Domínguez que Elentir. Mas veamos primero la propuesta de Feijóo. (El lector apresurado puede saltarse este resumen, en azul.)

El documento de trece páginas arriba enlazado establece (hasta donde he entendido el texto, que está en gallego) la siguiente regulación del uso de la lengua en la enseñanza:

Infantil: El profesorado utilizará la lengua predominante en cada aula, tras consulta a cada familia, y cuidando de introducir también el conocimiento de la lengua no predominante.

Primaria y ESO: Deberán impartirse un tercio de horas en gallego, otro en castellano y otro en lengua extranjera (preferiblemente inglés) con arreglo a lo siguiente:
-La asignatura de lengua castellana se impartirá en castellano, así como en gallego la lengua gallega, dedicándose las mismas horas a cada una.

-Conocimiento del Medio y Matemáticas se impartirán una en gallego y otra en castellano, a elección de los padres. (En la ESO, los padres podrán elegir que Matemáticas y Ciencias Sociales se impartan ambas en gallego o castellano, si no he entendido mal el redactado.)

-El Consejo Escolar de cada centro decidirá la lengua del resto de asignaturas, de tal modo que exista equilibrio entre las tres, y en cualquier caso, que como mínimo un tercio sean en castellano y otro tercio en gallego. La lengua extranjera, en cambio, no podrá superar el tercio de horas lectivas.
-Los centros educativos que no dispongan de personal capacitado para impartir un tercio de las asignaturas en lengua extranjera, podrán impartir estas en castellano o gallego, escuchando la opinión de las familias, y asegurando el máximo equilibrio entre ambas.
-Excepcionalmente se podrán impartir las asignaturas troncales (Matemáticas, Conocimiento del Medio, Ciencias Sociales) en lengua extranjera, pero siempre manteniendo el equilibrio entre las tres lenguas.
-Los alumnos podrán utilizar, oralmente o por escrito, la lengua de su preferencia, en todas las materias impartidas en gallego o castellano.


Bachillerato:
Cada centro aprobará una "oferta equilibrada" de asignaturas en castellano, gallego y lengua extranjera.

Formación Profesional, enseñanzas artísticas y deportivas y Educación para Adultos:
Cada centro debe garantizar el conocimiento de ambas lenguas oficiales.

El borrador del decreto entra además en otras consideraciones, entre las que destacan fijar el gallego como la lengua de la administración educativa, y el mantenimiento de los llamados "Equipos de dinamización de la lengua gallega" en cada centro (antes llamados "de normalización y dinamización lingüística").


Como se desprende de lo anterior, en la enseñanza primaria y secundaria, el decreto parece tender a un modelo estrictamente bilingüe de un 50 % de horas de castellano y un 50 % de horas en gallego, dado que pocos centros podrán ofrecer un tercio de asignaturas en inglés u otra lengua extranjera. Luego ya veríamos la aplicación, pero en cualquier caso, garantiza un mínimo de un tercio (unas diez horas semanales, digamos) en cada lengua oficial. También es importante señalar que el decreto asume el concepto de normalización linguística, es decir, que existe una lengua (el gallego) cuyo uso debe promoverse desde el gobierno autónomo, en la enseñanza y fuera de ella. En cambio, se aparta explícitamente (pág. 2, cuarto párrafo) del método de la inmersión lingüística, consistente en que so pretexto de "normalizar" el gallego, se tienda a imponer como única lengua vehicular de la enseñanza.

La reacción de Galicia Bilingüe a este borrador de decreto es que incumple la promesa electoral de Feijóo de dar libertad a los padres para elegir individualmente la lengua vehicular de la enseñanza. A esto replica García Domínguez que no existe un derecho a elegir que los hijos puedan recibir la educación en sólo una de las lenguas oficiales. Es decir, que si el presidente gallego es criticable, no es tanto por su incumplimiento, como por haber hecho una promesa que con la constitución y el estatuto en la mano no podía cumplir. Según llegó a afirmar el periodista galaico-catalán en la tertulia de esRadio del 30 de diciembre, quien opta por que los niños puedan recibir enseñanza sólo en castellano, no es diferente de Carod-Rovira, que defiende la inmersión en catalán.

Hay una falacia evidente en esta comparación. Una cosa es que yo elija la lengua de la enseñanza de mis hijos, y otra muy distinta que la imponga a los demás, que es lo que hacen los nacionalistas. Aquí Pepe, no has estado fino. Ahora bien, respecto a la cuestión de fondo (¿existe el derecho a recibir la enseñanza en sólo una lengua oficial, limitando el conocimiento de la otra a la asignatura de lengua?), mi opinión es que debemos distinguir entre los planos de lo ideal y lo real.

Idealmente, creo que la administración no debería promover el uso de ninguna lengua, ni catalán, ni castellano, ni ninguna otra. No debería haber lenguas oficiales, ni lenguas protegidas o "normalizables". Los individuos son libres de comunicarse en el idioma que les dé la gana, y de asociarse espontáneamente para favorecer, si así lo desean, el uso del catalán, el castellano, el esperanto, el chino o el bantú, tanto en la enseñanza como fuera de ella. El Estado no es nadie para imponer ni el monolingüismo, ni el bilingüismo ni ningún otro modelo. Por tanto, a mí me parece perfectamente válido que existan escuelas donde la lengua vehicular sea el castellano, el gallego, el catalán, el inglés o el finlandés. O más de una lengua, en la proporción que se quiera. Dejemos que los individuos elijan lo que creen que es lo mejor para sus hijos y para sí mismos. Puede que como consecuencia de ello haya una lengua que se imponga en detrimento de otras, y aquí muchos deploran la pérdida de "riqueza" que ello comporta, pero olvidan las ventajas de la existencia de una lengua común. Después de todo, las lenguas nacen y mueren, y carece de justificación restringir las libertades individuales por el capricho de quienes quieren oponerse inútilmente a la naturaleza de las cosas.

Naturalmente, para poder aplicar la absoluta libertad educativa, sería necesario que la enseñanza dejara de ser competencia del Estado, es decir, privatizarla totalmente, estableciendo algún sistema, como el cheque escolar u otros, para que todos los ciudadanos, con independencia de su nivel de renta, tuvieran acceso a la educación. Hoy en día, el peso del Estado es tan desmesurado que semejante idea parece incluso extremista, pese a que de hecho ha sido lo normal en otras épocas, y ha funcionado perfectamente. Hasta que el Estado logró convencer a la gente de que sin él no podría existir una enseñanza universal.

Dicho esto, pasemos al mundo real, y más concretamente a la España actual. Aquí lo que tenemos es que el artículo 3º de la constitución considera a las "distintas modalidades lingüísticas de España" como un "patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección". Y que los estatutos de Galicia, Cataluña, País Vasco, etc, basándose en este artículo, han establecido la normalización lingüística, es decir, que la administración está autorizada a hacer lo posible por favorecer a la lengua supuestamente en retroceso. Podrá gustarnos o no (a mí, como acabo de decir, no me gusta) pero hasta aquí, se trata de la ley. El problema es cuando los nacionalistas llevan tan lejos su normalización, que llegan a sancionar el uso de la otra lengua (o el no uso de la lengua a proteger, me da lo mismo), o la imponen como única lengua vehicular de la enseñanza (inmersión). Es decir, cuando ponen en práctica un verdadero proyecto de ingeniería social, consistente en intentar cambiar la lengua que habla una población, para así diferenciarla del resto del territorio del cual se quieren separar, a fin de establecer su propio Estado. Y es un problema, no porque pudieran tener éxito, sino porque en su empeño fanático, totalitario y seguramente nunca satisfecho, restringen no sólo las libertades lingüísticas, sino que sientan el precedente para limitar todas las demás, y favorecen un clima de fanatismo gregario ("nosaltres" frente a "ellos") cada vez más irrespirable.

Es por esto por lo que aprecio el posibilismo de Pepe García Domínguez (y de Juan Carlos Girauta). Desde el momento que garantizamos entre un tercio y una mitad de horas en castellano, y que se evita relegarlo a las asignaturas "marías" (al menos en teoría) los nacionalistas gallegos, catalanes o vascos se ven limitados en sus pretensiones avasalladoras. Cierto que no eliminamos la intervención de la administración, que para mí sería lo ideal, pero obsérvese que eso tampoco lo pretende Galicia Bilingüe, que parte de la existencia de dos lenguas oficiales, tal como establece la ley, y por tanto también admite la limitación de la libertad de los padres, que deben elegir entre castellano y gallego, pero no pueden optar por el francés o el japonés. (Cosa por lo demás inaplicable en la enseñanza pública.)

El decreto de Feijóo no establece un bilingüismo perfecto (por ejemplo, sigue decidiendo a favor del gallego en la administración), pero al menos podría cerrar el paso al monolingüismo nacionalista, que requiere ejercer mucha más violencia (en sentido no totalmente metafórico) sobre la sociedad. El equilibrio entre dos lenguas, no sólo en la enseñanza, sino en todos los ámbitos públicos, es algo mucho más civilizado, más razonable, más tolerante; menos fanático, en suma. Estuve hace dos años en Merano y quedé admirado de la convivencia del italiano y el alemán, con su señalización viaria estrictamente bilingüe, y la libertad de rotulación del comercio. (La verdad es que parecía más Austria que Italia... salvo por los gnocchi.)

Prefiero que el Estado no tenga ningún modelo lingüístico, es decir, que no intervenga en absoluto en la enseñanza, pero puesto que de momento esto es utópico, me decanto por el bilingüismo frente al monolingüismo. El argumento de que los niños aprenden mejor exclusivamente en su lengua materna, con ser trivialmente cierto, no me parece decisivo, pues tenemos el ejemplo de los Estados Unidos, donde millones de inmigrantes italianos, alemanes, chinos, polacos, hispanos, etc han aprendido el inglés en la escuela, y en una generación se han puesto a la misma altura que sus compañeros anglosajones.

La cuestión que no debe perderse de vista es que el nacionalismo es un instrumento del estatismo, pero no el único. Centrarnos en exceso en la libertad de elección de lengua en un sistema público donde casi nada se puede elegir, puede llegar a suponer un desgaste que no nos podemos permitir. Los nacionalistas son maestros en atribuir móviles nacionalistas a quienes simplemente estamos defendiendo la libertad, por lo que deberíamos ser más inteligentes y olvidarnos del argumento circular que no hace más que recordar que "vivimos en España", es decir, que el castellano es la lengua oficial común. Eso es un mero hecho que no tiene nada que ver con la libertad. Si dentro de dos siglos en España se habla inglés en lugar de español, sin duda será de lamentar. Pero también hubo que lamentar que se perdiera el latín o el griego clásico. Las lenguas no pueden estar por encima de las personas, que van a ser igual de felices o infelices hablando español, catalán o inglés. Otra cosa son las consideraciones económicas, pero si a eso vamos, olvidémonos del español e impongamos definitivamente la inmersión en inglés, no esa ridiculez de un tercio de horas lectivas que propone Feijóo, que encima sabe que no es factible. Ojalá fuera la pluralidad lingüística el único inconveniente que se encontraran los inversores extranjeros en España.

ACTUALIZACIÓN DEL 21-01-2010: Véase el brillante artículo de Albert Esplugas en LD. Lo suscribo totalmente, pero con un matiz: La imposición del bilingüismo no es exactamente igual que la imposición del monolingüismo. La segunda requiere mucha más coacción, por tanto es peor, aunque coincido en que lo ideal es ninguna coacción.

ACTUALIZACIÓN DEL 22-01-2010: El debate, apasionante, continúa. Coincido totalmente con el artículo de Dupuy en LD, más que una réplica, una matización al de Esplugas, como bien señala este.

domingo, 3 de enero de 2010

La vaca Tierra

Al dibujante venezolano Eneko se debe este dibujo pretendidamente ocurrente:


Mucha gente no sólo piensa esto, sino que considera indecente cuestionar la idea que transmite la ilustración: Que la prosperidad del Norte se debe a la implacable explotación del Sur. Y cuando digo mucha gente, me refiero especialmente a periodistas, maestros, escritores y artistas, es decir, a aquellos que más influencia tienen sobre la sabiduría convencional de nuestro tiempo, aun cuando no sean en su mayoría sus forjadores intelectuales.

Ahora bien, si el lector es lo que se suele llamar un progre, yo le pregunto: ¿En qué se basa para sostener semejante concepción? Pensemos en el origen de la riqueza del mundo desarrollado. ¿Se halla en el saqueo de las materias primas del Sur? Ciertamente, existen países muy pobres que atesoran en su subsuelo grandes riquezas minerales o energéticas, y que para explotarlas necesitan de la tecnología y los capitales del Norte. Sin embargo no es cierto que la riqueza generada por estos recursos naturales nunca beneficie al país de origen, como evidencia por ejemplo la fastuosidad de los principados árabes.

También es verdad que las multinacionales pagan en el tercer mundo salarios más bajos que en el primero. Pero aun así, son más altos que los que perciben los demás trabajadores de esos países, y de hecho la inversión extranjera permite eludir la miseria de muchos de sus habitantes que, de otra manera, frecuentemente no tienen otra salida que la mendicidad o la prostitución.

Con todo, lo esencial no es esto. Lo importante es que existen muchos países ricos que carecen casi por completo de riquezas naturales y de multinacionales dedicadas a su obtención. Por tanto, incluso aunque hubiera una parte de verdad en la teoría del saqueo, no es una excusa definitiva para que un país no pueda prosperar, porque en realidad, toda riqueza procede del trabajo, es decir, de la actividad humana transformadora, y de una estructura jurídica que garantice a todo ciudadano gozar de los frutos de su esfuerzo, sin temor a las exacciones políticas o las destrucciones por causas bélicas.

Aunque suene duro, insensible y lo que se quiera, la culpa de la pobreza del Sur la tiene básicamente el Sur. O dicho con más precisión, la tienen las cleptocracias socialistas o populistas que sojuzgan a esas sociedades, condenándolas al estancamiento y en ocasiones a la ruina, siendo muy difícil en estas condiciones recorrer el camino que Europa acabó encontrando sin la menor ayuda exterior, a lo largo de varios siglos.

Quizá el lector progre pueda oponer dos objeciones. La primera, que Europa prosperó gracias al imperialismo practicado sobre África y Asia (y Estados Unidos sobre Latinoamérica). Y la segunda que es la deuda de los países pobres la que los ha conducido a su actual situación de postración.

Lo último desde luego es fácil de rebatir. La deuda existe porque estos países recibieron grandes cantidades de dinero, no sólo en préstamos, sino también en donaciones. ¿A dónde ha ido a parar todo ese dinero? Los principales culpables de que se haya dilapidado por la corrupción y las guerras no son quienes lo prestaron o donaron, sino quienes lo recibieron.

En cuanto al imperialismo, es en gran medida un mito que económicamente haya arrojado un saldo favorable a los países desarrollados. En realidad, las motivaciones de los dirigentes europeos en la edad moderna tuvieron mucho más de aventurismo o necio militarismo, que de cualquier inteligente cálculo económico. Por supuesto que el imperialismo tuvo efectos perniciosos para los países que lo sufrieron. Pero generalmente fue porque en parte agudizó las lacras que padecían antes de la llegada de los europeos, quienes en general se apoyaron en las viejas élites de cada lugar, y en parte erosionó aquellas estructuras culturales que habían actuado como freno de sus propios gobernantes. Uno de los peores legados que ha dejado Europa al tercer mundo es el marxismo, aprendido por sus futuros dirigentes en las universidades de Gran Bretaña o de Francia, y luego aplicado con desastrosas consecuencias en tantos países africanos y asiáticos.

En cualquier caso, aunque los europeos, y en mucha menor medida los estadounidenses, hayan cometido innegables tropelías en todo el planeta, los países pobres no pueden estar eternamente echando la culpa a otros de sus propios errores y debilidades. La tentación de las explicaciones simplistas es muy grande. En uno de los álbumes de Tintín, no recuerdo cuál, se explicaba el atraso de los países subdesarrollados por la confabulación de los pérfidos fabricantes de armas y las multinacionales del petróleo. En realidad, la idea que tiene mucha gente no es más elaborada que la de esa historieta. Pero los habitantes del tercer mundo no pertenecen a razas inferiores, no son marionetas que los occidentales pueden manipular a su antojo. Carece de sentido afirmar que, más allá de casos anecdóticos, se dejan arrebatar sus riquezas o se enredan en guerras territoriales o tribales sin que sus propias clases dirigentes tengan la responsabilidad principal.

Esto no significa que Occidente deba mostrarse indiferente ante la miseria que existe en el planeta. Por supuesto que moralmente estamos obligados a intervenir para paliar hambrunas, epidemias y catástrofes naturales, allí donde se produzcan. Pero el error consiste ya no en pensar que es responsabilidad de los países desarrollados que los demás salgan de la miseria, sino que está en sus manos lograrlo. El tercer mundo sólo alcanzará los niveles de prosperidad del primero el día que se decida a intentarlo por sí mismo, renunciando al victimismo nacionalista. De hecho, muchos países, sobre todo en Asia, ya han recorrido buena parte del camino, que no es otro que la democracia y el mercado libre. Basta con que Occidente no obstaculice este proceso, por ejemplo con las intolerables barreras al libre comercio que aún persisten.

No nos engañemos: La función última del discurso que culpabiliza a Occidente de la miseria que hay en el mundo no es otra que la de presentar al capitalismo como un sistema que sólo se puede sostener por la exacción. Si nuestra riqueza procediese de la explotación del tercer mundo, ello significaría que en el fondo el sistema del libre mercado es un fraude, está basado en la rapiña y es incapaz de crear riqueza neta. Ahora bien, nótese que sólo las ideologías comunista y fascista han llegado a difundir mentiras de calibre comparable. El "espacio vital" de los nazis no es más que una de las muchas formulaciones que ha tenido la concepción preliberal, o antiliberal, de que la riqueza de un país sólo puede aumentar verdaderamente por la expansión territorial, y no gracias a la laboriosidad de sus habitantes. Curiosamente, es lo que parecen creer muchos antiglobalizadores, que se oponen a la libertad de comercio, porque opinan que sólo sirve para enriquecer a una parte y empobrecer a la otra.

Afortunadamente, están equivocados, y esto significa que el progreso es posible. Lo que no entiendo es por qué se llaman progresistas quienes con su actitud niegan en realidad que exista el progreso. Hace milenios que el ser humano aprendió que la prosperidad no queda limitada por lo que dé de sí la ubre de una vaca.

sábado, 2 de enero de 2010

Ese inquietante casi

Adam Smith escribió lo siguiente hace más de dos siglos:

"Las grandes naciones nunca se empobrecen por el despilfarro y la mala administración del sector privado, aunque a veces sí por el derroche y la mala gestión del sector público. (...) Sin embargo, la experiencia demuestra que la frugalidad y buena administración es en la mayoría de los casos suficiente para compensar no sólo la prodigalidad y desbarajuste de los individuos, sino el derroche del Estado. El esfuerzo uniforme, constante e ininterrumpido de cada persona en mejorar su condición, el principio del que originalmente se derivan tanto la riqueza pública como la privada, es con frecuencia tan poderoso como para mantener el rumbo natural de las cosas hacia el progreso, a pesar tanto del despilfarro del gobierno como de los mayores errores de la administración. Actúa igual que ese principio desconocido de la vida animal que frecuentemente restaura la salud y el vigor del organismo no sólo a pesar de la enfermedad sino también de las absurdas recetas del médico." (La riqueza de las naciones, lib. II, cap. 3; las negritas son mías.)

Es lo mismo que viene a decir José Ramón Rallo en un artículo de Libertad Digital, El capitalismo lo aguanta (casi) todo. Y tanto el sabio escocés como el joven economista español tienen mucha razón. Pero qué quieren que les diga, no me quedo muy tranquilo después de leerlos. Esas expresiones adverbiales ("con frecuencia", "casi") no dejan de inquietarme... Hay parásitos tan obtusos que acaban destruyendo el organismo que los mantiene, llámense políticos, sindicalistas y funcionarios en defensa de su poder, cuando no de los más mezquinos privilegios.

Lógica árabe

Entrevistado por El Mundo, el ex presidente del Yemen Abdel Karim Al-Iryani, afirma que la presencia de Al-Qaeda en su país se ha incrementado "por la pobreza". Y generaliza:

"La penuria es el principal factor que alienta el terrorismo. Enfrentamos una hambruna debida a una de las peores cosechas en la historia del país."

Sin embargo, al mismo tiempo afirma lo siguiente:

"Israel está alimentando en su seno a un extremismo tan peligroso como el de Bin Laden. Ya tienen a un amplio sector de fanáticos cuyos desmanes vemos cada semana en la televisión, y que no para de crecer."

De donde se deduce, de ser esto cierto, que en Israel debe haber también hambre y penuria. ¿O no?

Por supuesto, ambas afirmaciones, que la causa del terrorismo es la pobreza, y que existe un integrismo judío comparable al islámico, son puras idioteces. Pero que encima se utilicen en la misma entrevista, pese a su carácter contradictorio, revela que a quien las emplea ni le importan los hechos, ni le importa siquiera la lógica. Posiblemente piense que los occidentales nos tragamos cualquier cosa, con tal de autoculparnos de todos los males. Porque, claro, la idea implícita es atribuir la pobreza al capitalismo globlal. Raro es que no haya dicho el hombre (o no se lo haya entresacado el corresponsal) que las malas cosechas del Yemen se deben al cambio climático, causado por supuesto por las malignas emisiones de CO2 occidentales.

viernes, 1 de enero de 2010

La última novela de Muñoz Molina

La última novela de Muñoz Molina, La noche de los tiempos, ha sido saludada como una gran obra literaria, y al mismo tiempo como un intento de aproximación a la guerra civil alejado de sectarismos. Debo decir que el texto, pese a sus cerca de mil páginas, se deja leer con suma facilidad. La pericia del autor es incontestable, y el estudio de su prosa merece absolutamente ser incluido en las lecciones de literatura contemporánea del bachillerato, o como se llame ahora.

Sin embargo, no creo que nos hallemos ante un clásico. Cuando uno cierra el libro, no tiene la sensación de haber estado absorbido por esa novela "total" a la que se refiere la reseña de La Razón, sino una más discreta, aunque perfectamente digna. Muñoz Molina nos narra con maestría la peripecia de dos amantes en la España de 1936, y además lo hace demostrando que puede cautivar el interés del lector durante novecientas cincuenta y ocho páginas. No es poco, pero que nadie espere un fresco histórico denso y complejo, ni una populosa galería de personajes y de tramas secundarias, como el que podría haber ofrecido una obra de similar extensión. El argumento es bastante sencillo, los personajes secundarios, pocos y no excesivamente desarrollados. Los propios protagonistas, Ignacio Abel y Judith Biely, en los cuales por supuesto se profundiza mucho más, carecen, a mi modo de ver, del aliento de las grandes figuras literarias.

En cuanto al tratamiento de la guerra civil, Muñoz Molina se sitúa en algún punto intermedio entre lo que he llamado Versión Progresista Estándar de la Guerra Civil (VPEGC), y la actitud liberal, que no simpatiza con ninguno de los dos bandos. La primera puede sintetizarse en dos premisas:
  • La premisa legalista, según la cual, en 1936 existía un gobierno legítimo e inequívocamente democrático, contra el cual se sublevó una parte del ejército -de lo que se deduce que la Guerra Civil fue un conflicto entre los que tenían la legitimidad y los que no, entre los demócratas y los antidemócratas.
  • La premisa relativista, según la cual, la violencia en la zona republicana sólo puede juzgarse comparándola con la de la zona franquista (más sistemática, intensa y duradera) y no puede achacarse a las autoridades del Frente Popular, sino a "incontrolados" que actuaron sólo en los primeros meses, algo muy distinto del carácter de la represión en el bando nacional.
Podemos decir que, al igual que en el libro de Toni Orensanz a propósito del cual formulé la VPEGC, Muñoz Molina ya no comulga plenamente con la segunda premisa (dejando de lado ciertos tics), pero sigue aferrándose a la primera, es decir, a la idea de que la responsabilidad de la guerra civil recae ante todo en los militares sublevados, y por tanto la violencia de las izquierdas, aunque injustificable y despojada de todo brillo propagandístico, sigue siendo consecuencia de la violencia de las derechas, incurablemente malignas.

El intento de refutación de la premisa legalista más serio que ha habido hasta ahora lo constituyen los libros de Pío Moa, empezando por su fundamental Los orígenes de la Guerra Civil Española. Existían multitud de obras y estudios que nos mostraban la verdadera naturaleza del bando frentepopulista (mal llamado "republicano"), pero nadie había discutido (con argumentos no propagandísticos) la idea de que la guerra civil empezó por un golpe de Estado fallido en 1936. Moa, como es sabido, sitúa el origen de la guerra dos años antes, en el golpe de Estado fallido del 34: Es decir, que fue la izquierda quien la provocó. Desgraciadamente, la tesis de Moa no ha sido objeto apenas de un verdadero debate intelectual, porque el establishment académico ha optado por el ostracismo y se ha limitado a etiquetarla de revisionismo neofranquista.

Así pues, en realidad la postura de Muñoz Molina dista de aportar nada nuevo, porque sigue en la estela de la historiografía "progresista", empeñada en ignorar las recientes aproximaciones que no encajan con la VPEGC, al menos con su primera premisa, de la que la segunda es en realidad sólo un corolario. El protagonista no deja de ser un buen socialista, con carnet del PSOE y la UGT, una especie de modelo de sensatez liberal, cercano al besteirismo, que permite salvar la cara de la izquierda, aún a costa de la verosimilitud literaria. Algunos diálogos, por su lucidez alejada de los extremismos de la época, resultan demasiado ideales, demasiado perfectos, como si se tratara de dejar bien clara en el lector la correcta interpretación de la posición del autor, que no pretende romper con el progresismo estándar.

Con todo, hay que decir que La noche de los tiempos debería desconcertar a mucho lector progre, por los diversos pasajes en los cuales se identifica sin ambages al comunismo y al fascismo, dos formas simétricas de totalitarismo; por condenar por igual a quienes defendían la supremacía racial y a quienes abogaban por la dictadura del proletariado; por el retrato exento de la menor simpatía hacia personajes como Bergamín, o Alberti, con "toda su banda de poetas con monos azules bien planchados"; por personajes como Rossman, huido de los nazis, de los soviéticos, y en España asesinado por los rojos. (La palabra "rojo", que a alguno sonará mal, ¿no la ha vuelto a reivindicar Zapatero?). Por enunciar, mira por dónde, lo que el gran ensayista Jean-François Revel desarrolló en sus libros más importantes, que le valieron recibir de manos de Aznar la Gran Cruz de Isabel la Católica: Que el comunismo merece idéntica condena que el fascismo.

Muñoz Molina, por cierto, es uno de los académicos que se ha mostrado claramente favorable a la propuesta de incluir el término totalitario en la entrada "comunismo" del diccionario. Me parece muy encomiable, pero en cambio veo completamente absurda su propuesta de una comisión parlamentaria de historiadores que fije una especie de versión oficial sobre la guerra civil alejada de maniqueísmos. Celebrar concilios para adaptar la Iglesia Progresista a los tiempos puede ser una forma eficaz de que los fieles no acaben desertando, pero creo que esa no es la función de la ciencia. Ni tampoco, ya que estamos, de la literatura.