jueves, 30 de julio de 2009

Qué alegría tendríamos muchos

Los terroristas que han asesinado a dos guardias civiles esta tarde en Mallorca, poco antes de las dos, posiblemente se encuentren ahora mismo en la isla. En teoría, hasta que el aeropuerto (a 26 km del crimen) ha sido cerrado –según la prensa, en torno a las cuatro– podían haber tomado varios vuelos, con destino a varias ciudades españolas y europeas, tal como puede verse en esta captura de pantalla de la web de AENA:


Sin embargo, a la hora de la verdad, todos estos vuelos han salido con varias horas de retraso, como nos informan las páginas web de cada una de ellos. Sólo del vuelo con destino a Frankfurt, programado a las 15:55, no he sabido averiguar a qué hora ha salido realmente, aunque dudo que no haya sufrido similar retraso a los demás. En cualquier caso, es siempre muy arriesgado para unos criminales subir a un avión para encontrarse al aterrizar, sea donde sea, con férreos controles policiales, eso si es que no despiertan sospechas de algún agente en el aeropuerto, antes de despegar.

Tampoco me parece muy verosímil que hayan escapado por mar, por razones análogas. Bien es verdad que los asesinos, en este caso, podrían haber utilizado una pequeña embarcación privada, pero dudo que por ese medio llegaran más allá de Ibiza. Y no le veo sentido a esconderse en esta isla, pudiendo hacer lo mismo en Mallorca, que es más grande. Además, la llegada a una costa siempre llama mucho la atención, especialmente en estas fechas, en las que es realmente difícil encontrar alguna playa solitaria.

Así pues, estos hijos de puta posiblemente estén ahora escondidos en alguna población mallorquina. Alguien tiene que haberlos visto, alguien mínimamente observador (quizás el típico jubilado fisgón) puede que se esté preguntado si esos tipos (quizás una pareja disfrazada de turistas), con los cuales apenas ha cruzado hasta ahora los buenos días, no podrían ser los fríos asesinos de dos jóvenes agentes. Sea como sea, esconderse en una isla siempre será más arduo que hacerlo en la península o en Francia.

Ojalá no tardáramos en leer un titular como: “Caen abatidos a tiros los asesinos de dos guardias civiles en Mallorca”. Qué alegría tendríamos muchos, muchísimos.

ACTUALIZACIÓN 01/08/09: Noticias contradictorias en la prensa de hoy. Según El Mundo, una testigo habría identificado a una de las etarras cuya foto ha divulgado Interior, en los alrededores de la zona del atentado, minutos antes de que se produjera. En cambio, varios medios informan de que los terroristas habrían utilizado un temporizador, con lo cual cuando explotó la bomba adosada al coche de la guardia civil, los asesinos podrían encontrarse ya fuera de la isla.

miércoles, 29 de julio de 2009

Fascinantes calzoncillos

Como señala incisivamente Barcepundit, el atentado perpetrado por ETA contra la casa-cuartel de Burgos, sin aviso previo, no encajaría en el supuesto modus operandi de la organización criminal, al menos si nos guiáramos por lo que han pontificado ciertos expertos a la violeta en otras ocasiones.

Pero es que ahora resulta –no os lo perdáis– que ningún manual de yijadismo recomienda a los terroristas suicidas llevar varios calzoncillos superpuestos. Al menos, si debemos creer al periódico del grupo mediático cuya cadena de radio difundió, horas después del 11-M, el bulo del cadáver hallado con varias “capas” de ropa interior, interpretándolo como un indicio clamoroso de atentado islamista.

El artículista de El País, sin el menor asomo de pudor después de realizar esa observación (referida al caso de la explosión de una fábrica química en Francia en 2001, diez días después del 11-S), aún se atreve a hablar de teorías conspiratorias, poniendo en el mismo saco a los críticos con la versión oficial del 11-M y a los majaderos que cuestionan la llegada a la Luna en 1969. En cambio, da por buenas las críticas a la teoría sostenida por el gobierno de Bush en el asunto de las armas de destrucción masiva, que supuestamente almacenaba Sadam Hussein.

Es decir, si el gobierno es de derechas, el escepticismo ante sus explicaciones es un ejemplo de inteligencia y espíritu crítico, pero si es de izquierdas, las discrepancias constituyen un caso evidente de paranoia conspiracionista o amarillismo periodístico. Identificar un cadáver de un obrero de origen tunecino con varios calzoncillos en una explosión en Toulouse, acaso sólo significa que el difunto estaba acomplejado por su escaso paquete. En cambio, no hallar ningún cadáver con estas características en las explosiones de unos trenes en Madrid, automáticamente nos conduce a sospechar que ha sido Al-Qaida.

Es legítimo preguntarse, aunque sea con ánimo más retórico que de sincera indagación intelectual, por qué “la conspiración fascina a muchos”. Pero yo soy partidario de interrogantes más prosaicos (aunque admito que no menos retóricos), del estilo de: ¿Qué tienen unos calzoncillos franceses que no tengan los españoles?

martes, 28 de julio de 2009

Nacionalismo divertido y simpático

Un abogado leridano ha iniciado una campaña para que en catalán, el símbolo @, en lugar de llamarse “arrova” (pronunciado casi igual que el castellano “arroba”), se denomine “caragol”.

Es habitual presentar este tipo de campañas como iniciativas “divertidas y simpáticas”, cuando en realidad su objetivo consiste claramente en intentar distinguirse siempre al máximo de la cultura española, incluso en los detalles más nimios, para contribuir a la creación de una identidad diferenciada.

Si la campaña triunfa, dentro de unos años, pocos recordarán el origen artificial del nuevo rasgo identitario, sea llamar caragol a la @, regalar libros el día de Sant Jordi o depositar flores en el monumento de Rafael Casanova cada 11 de setiembre. Se habrá convertido ya en un atributo de la idiosincrasia catalana, una expresión profunda del Volkgeist que algún filósofo de la Generalitat a jornada completa interpretará en clave de esencia telúrica.

Y claro, ¿quién puede mostrar recelo ante una campaña tan divertida, simpática y lúdica (sobre todo no olviden lo de “lúdica”)? El nacionalprogresismo (Porta Perales) actúa siempre según el mismo guión. Todo empieza siendo lúdico y festivo, “esto –se nos asegura– no va contra nadie”. No va contra nadie, pero si pones objeciones eres un facha, claro.

El nacionalismo empezó a cimentar su hegemonía social y política de finales del siglo XX con inocentes sardanas los domingos, ya desde tiempos de Franco. A mí me gusta la música de sardana (no el baile, que, siento disentir de mi querido Thomas Mann, me parece una sosería). Por descontado, La Santa Espina me conmueve infinitamente más que Els Segadors. Pero también me gusta el flamenco o el jazz latino, y nada se me antoja más cerrilmente provinciano que un catalán que no sienta como parte de su propia cultura éstas y otras manifestaciones artísticas. Detesto, en fin, a los detentadores de purezas, sean raciales o culturales.

Por cierto, que el mes pasado no me perdí la tradicional caragolada de Lérida. Seré un mal catalán y un botifler, pero donde hay papeo, ahí que me apunto.

lunes, 27 de julio de 2009

Barack Obama, granjero

Las cabezas pensantes del socialismo continúan y continuarán repitiendo las mismas falsedades sobre el sistema de salud estadounidense, que supuestamente excluye a cincuenta millones de ciudadanos. No les entra en la mollera que muchas personas cuya renta es muy superior a la media española, sencillamente no han contratado un seguro médico porque prefieren gastarse el dinero en otras cosas, loables o no, que no son de la incumbencia de nadie más que ellas mismas.

En España como es sabido no impera este despiadado capitalismo asilvestrado. Aquí, vía impuestos y cotizaciones sociales debemos costear, sí o sí, el sistema público de salud incluso aunque además contratemos un seguro privado. Esto no nos garantiza que en una operación de vida y muerte no debamos esperar seis meses a que nos toque nuestro turno, pero al menos, podemos contribuir a colapsar el sistema de urgencias cada vez que el niño tiene unas décimas de fiebre acompañadas de mucosidad, cuantas veces queramos, perdiendo además toda una mañana laboral en la sala de espera, que el país es rico. Qué gozada, ¿verdad?

Lo que ya resulta cínico es que algunos defiendan el proyecto de salud pública de Obama diciendo que obligará a las aseguradoras privadas a mejorar sus servicios, al tener que competir con el sistema público. Pero ¿no consiste el mercado por sí solo precisamente en esto, en la competencia? Y por cierto, ¿no nos decían estos progres que la competencia era mala, que era lo contrario de la solidaridad y no sé qué gaitas? Todo indica que se trata de dorar la píldora intervencionista, aun a costa de negar por la tarde lo que se afirma por la mañana.

En un artículo publicado en El País, “Barack Obama, socialista”, Joaquín Estefanía cuestiona que se adjetive a Obama como socialista, argumentando que la contribución al sistema público de salud que propone el presidente norteamericano será voluntaria, es decir, que la gente podrá elegir (¡qué osadía!) entre la sanidad del estado y la privada, a diferencia de lo que tenemos en Europa. Pero tras tan inesperadamente sincera definición de la diferencia entre el socialismo y el mercado libre, acto seguido el autor critica a las aseguradoras porque condicionan las primas a pagar por el usuario a los resultados de unos exhaustivos chequeos médicos (me pregunto si no se había enterado hasta ahora de cómo funciona un seguro). Es decir, que si uno descubre que tiene una grave enfermedad, no es el mejor momento para ir a contratar una póliza de seguro, debería haberlo hecho antes.

Sin embargo, esto que al señor Estefanía le parece tan intolerable (que las compañías quieran tener más ganancias que pérdidas) es lo que les permite ofrecer un buen servicio a sus clientes, porque de otra forma, a la larga, no sólo la calidad de su producto se resentirá, sino que acabarán cerrando sus puertas. En cambio, con el estado no ocurre nada de esto, porque siempre tiene a su disposición ingresos recaudados de manera coactiva, vulgo impuestos. El secreto está en ordeñar justo lo suficiente a la economía productiva para que no se acabe quedando seca, pero sobre todo ahorrarle a la vaca que imagine otro tipo de vida fuera del establo.

La idea de un sistema de salud pública de contribución voluntaria es a todas luces un cebo para que los norteamericanos piquen y acepten un aumento colosal de la intervención del gobierno en sus vidas. Primero será “voluntario”, luego, cuando fatalmente la ineficiencia burocrática empiece a devorar el presupuesto, ya veremos lo que pasará con la voluntariedad.

Al entorno obamediático, del cual Estefanía se hace eco en España, le molesta que se acuse a Obama de socialista; no porque el socialismo le parezca algo malo, sino porque cree que no hay que espantar al ciudadano medio norteamericano, para el cual la palabra sigue teniendo connotaciones aborrecibles. Y es que fuera del establo se tiene una idea injustamente negativa de cómo es la vida dentro.

sábado, 25 de julio de 2009

Don't Stop the Music

Hay quien puede estremecerse con la sublime interpretación del Liebestod wagneriano de Birgit Nilsson, y acaso en otro momento descubrirse escuchando sin disgusto Can’t Get You Out of My Head de Kylie Minogue. Sin ir más lejos, a mí me pasa.

Para que se hagan una idea de mi profunda cultura musical, una vez, estando en el trabajo, sonó dentro de un bolso el móvil de una mujer de la limpieza, con un tono de una pieza pianística que en ese momento no conseguía identificar. “Chopin”, aventuré, a lo que la profesional de la limpieza me corrigió: “¿Como que Chopin? ¡Liszt!”

A pesar de mis limitaciones, y de mi receptividad a toda clase de géneros, lo cierto es que una y otra vez vuelvo a la música clásica. Durante mucho tiempo he sido oyente de Radio Clásica y de Catalunya Música, las dos únicas emisoras españolas (hasta donde yo sé) exclusivamente dedicadas a la música clásica. Sin embargo, ambas presentan el mismo inconveniente: El exceso de minutaje hablado.

Si sintonizamos una de estas emisoras en el coche, por ejemplo, fácilmente sucede que cuando el locutor nos ha terminado de contar la vida y milagros de Johann Sebastian Bach y se dispone a dar paso a la audición de la pieza seleccionada… Ya hemos llegado a nuestro destino.

Con todo, la radio sigue siendo para mí el mayor invento de la historia de la música. Por muy amplia y variada que sea una colección privada de grabaciones, en pocos casos se podrá comparar al archivo sonoro de una emisora especializada.

Recientemente he descubierto en internet una emisora que ofrece música clásica las 24 horas del día, sin anuncios ¡y limitándose a informar del nombre del compositor y del intérprete! Es la maravillosa Radio Suisse Classique, que emite desde Berna.

Asombrosamente, los suizos parecen confiar en que los oyentes interesados en los detalles biográficos de Shostakovich o Prokofiev sabrán acercarse solitos a una librería o una biblioteca, o simplemente hacer una indagación rápida en el Google. Así que ofrecen sin contrapartidas lo que la audiencia espera de una radio musical: No didactismo fuera de lugar, sino música y sólo música. Tomen nota, señores de Radio Clásica y Catalunya Música.

Radio Suisse Classique, justo es decirlo, es una emisora pública. Aunque yo siempre recelaré del gasto público en casi todo, incluyendo la cultura, creo que Mozart bien vale hacer una excepción.

Las cuatro razones para la independencia de Cataluña

Aunque en la práctica los independentistas son casi siempre nacionalistas, asumen sin manías cualquier clase de razonamiento que favorezca sus propósitos. Básicamente hay cuatro tipos de argumentos a favor de la independencia de Cataluña, que son el económico, el territorial, el democrático y el estrictamente nacionalista.


1. El argumento económico

Se resume en la tesis de que la independencia beneficiaría económicamente a los catalanes. La explicación más habitual es

a) que una Cataluña independiente no se vería obligada a aportar fondos destinados a otras regiones, y además

b)
podría llevar a cabo una política económica centrada exclusivamente en sus intereses. Pero también existe otra variante argumentativa, expuesta recientemente por Albert Esplugas, según la cual,

c)
un gobierno catalán totalmente autónomo ya no podría eludir sus responsabilidades culpando a Madrid de los problemas, lo cual permitiría a los ciudadanos exigirle resultados más tangibles.

Creo que el argumento a), pese a todo lo que se ha dicho y continuará diciéndose sobre las balanzas fiscales, es mucho más precario de lo que se suele creer, pues no tiene en cuenta que lo que se ahorra Cataluña en contribuciones al estado central, deberá invertirlo en servicios que ahora percibe de este, como es la defensa, determinadas infraestructuras, etc. Y eso suponiendo que la independencia fuese totalmente amistosa, sin boicots comerciales ni otro tipo de represalias, que ya es suponer.

En cuanto a b), o bien presupone un alto grado de intervención estatal en la economía, lo cual no es una garantía de creación de riqueza sino todo lo contrario, o bien –y aquí enlazamos también con c)– significa que un estado catalán independiente debería apostar por una política económica más liberal, aunque sólo fuera porque sería el único camino para conseguir un aumento de la riqueza que hiciese buena la independencia y restara credibilidad a sus críticos. En cuyo caso no tengo empacho en decir que yo sería también independentista. Pero ¿es esto creíble?

España es un estado independiente, en el que teóricamente los ciudadanos han podido elegir, desde hace más de treinta años, el gobierno que teóricamente ofreciera un programa económico más favorable a la creación de riqueza y por tanto a la prosperidad general. Pero no lo han hecho, han votado predominantemente a los socialistas. ¿Por qué razón los catalanes íbamos a ser esencialmente distintos?

Aunque no niego que la independencia de Cataluña sea viable económicamente (si lo es la de Andorra, ¿por qué no la de un territorio mucho mayor?), me parece sumamente discutible que eso implique además un aumento notable del nivel de vida de la población. No hay ninguna razón por la cual los catalanes, en un estado propio, debiéramos ser más competitivos o productivos de lo que somos ahora, salvo que exijamos a los legisladores y gobernantes una política económica francamente liberal, y nada indica que la mentalidad imperante se decante hacia esa dirección, lamentablemente.


2. El argumento territorial

Consiste en afirmar que un Estado territorialmente pequeño es preferible a uno grande, porque la administración está así más “próxima” a los ciudadanos. Es el argumento más endeble de todos. Yo no sé si conviene tener a la administración cerca, o lo más lejos posible, pero en cualquier caso, esto podría ser una razón para defender una mera descentralización como la que ya tenemos. No creo que nadie estuviera dispuesto a hacer grandes sacrificios por conseguir que el funcionario de la ventanilla que le atiende sea de un pueblo cercano al suyo, cosa que por lo demás ya suele suceder, incluso en estados mucho más centralistas que el nuestro. En cuanto a la variante de este argumento, según la cual los países pequeños pueden ser más adecuados para la libertad, creo que existen suficientes contraejemplos como para demorarnos en discutirla.


3. El argumento democrático

También conocido como derecho a la autodeterminación. Consiste en afirmar que la gente tiene derecho a decidir a qué estado quiere pertenecer.

El derecho de autodeterminación presenta el problema obvio de determinar –valga la redundancia– el sujeto que lo ejerce. Si el 51 % de la población de un territorio tiene derecho a decidir a qué estado pertenece (creando uno nuevo), ¿por qué razón el 49 % restante no tendría derecho a decidir su pertenencia al estado actualmente existente?

Aquí no vale decir que los votos deciden. Cuando se enuncia un derecho, se sobreentiende que es preexistente a la voluntad de cualquier mayoría, de lo contrario, es engañoso llamarlo derecho. No se puede votar quién tiene derecho a la vida o a la libertad de expresión, ni por tanto tampoco, suponiendo que exista, quién puede ejercer el derecho a la autodeterminación. Si los que se oponen a la independencia fueran sólo un diez por ciento, y en la parte del territorio que ocuparan fueran mayoría, deberían poder ejercer su propio derecho de autodeterminación, separándose del estado recién creado para, si así lo desearan, reintegrarse al que pertenecían antes. Y por supuesto, dentro de este enclave, la minoría discrepante debería poder hacer lo propio, y así sucesivamente hasta llegar a la unidad mínima concebible, que es el individuo.

En realidad, el derecho de autodeterminación sólo puede eludir estos absurdos desde una óptica nacionalista, en el cual el sujeto de derecho se da a priori, es decir, no es de naturaleza meramente voluntarista, sino histórica y cultural. Claro que lo mismo puede decirse de los argumentos anteriores. Efectivamente, si admitiéramos que los catalanes serían más ricos con un estado propio, ¿no podría decirse lo mismo de los madrileños?


4. El argumento nacionalista

Consiste en afirmar que existe una "nación" (concepto histórico y cultural) cuya “identidad” sólo podrá preservarse y desarrollarse plenamente con unas instituciones estatales propias. En realidad, como decía al principio, este es el argumento fundamental del independentismo real, aunque en absoluto desdeñe los de tipo económico o político.

Contra este argumento pueden oponerse dos críticas, una de carácter superficial (aunque no intrascendente) y otra mucho más profunda. La primera se formula así: No es cierto que con la independencia esté más garantizada la preservación de la cultura propia que con una simple descentralización. O bien ambas la garantizan, con lo cual la diferencia entre la autonomía y la independencia sería meramente cuantitativa, y probablemente no valdría la pena, o bien deberíamos enfrentarnos al hecho de que, en el actual mundo globalizado, ninguna cultura minoritaria está a salvo, con o sin estado propio.

La crítica profunda al nacionalismo es la siguiente: No se puede proteger una cultura o una “identidad” a costa de los derechos individuales. Concedido esto, ¿qué diferencia habría entre una autonomía y un estado propio? O dicho con menos miramientos, ¿para qué quieren los nacionalistas un estado propio, si no es para proseguir con sus imposiciones a los no nacionalistas con todavía menos trabas –siquiera teóricas– de las instituciones centrales?

Actualmente, el gobierno autónomo restringe las libertades lingüísticas de los castellanohablantes, en la educación, el comercio, etc, pero la oficialidad legal del castellano sigue siendo, si no un freno a su política antiliberal, sí al menos un recurso ideológico y jurídico en manos de la oposición al nacionalismo. En una Cataluña independiente, este último reducto ya no existiría. Los castellanohablantes pasarían a ser un colectivo protegido, es decir, en manos de la administración, que generosamente les ofrecería los medios para… aprender catalán de una vez y mostrarse eternamente agradecidos al estado rendentor catalán.

Carece de sentido defender la lengua, y quien dice la lengua dice la raza o el "paisaje" (véase Estatut), pasando por encima de las libertades individuales, salvo que adoptemos posiciones irracionalistas y preilustradas. O para que se me entienda, emparentadas con el fascismo. No en vano, el nacionalismo tiene en común con el racismo la tergiversación de los conocimientos científicos (historiográficos en un caso, biológicos en otro) para sostener la existencia de unas entidades ficticias como son la raza aria o la nación catalana. Por supuesto, siendo mucho más grave el racismo, porque promueve las políticas más brutalmente inhumanas, el nacionalismo presenta paralelismos obvios con esa forma de pensamiento, por mucho que se quiera revestir, sobre todo en el caso catalán, de moderación y hasta de liberalismo, lo que ya es el colmo.


Conclusión

La independencia de Cataluña, como de cualquier otro territorio, sólo se puede defender racionalmente partiendo de la premisa de que implica una mejora en el bienestar y en las libertades individuales de los ciudadanos de ese territorio, como mínimo. Esto sólo sería posible si los gobernantes del hipotético estado catalán estuvieran dispuestos a aplicar una política más liberal que la de cualquier gobierno español. Pero no hay indicios serios que de que esto pudiera ser así, sino más bien al contrario, verosímilmente se incrementarían las trabas, por ejemplo, a utilizar el castellano en diversas actividades. Y cuando los dirigentes creen o hacen creer que existen ámbitos en los que la "regulación" es legítima, difícilmente podrán resistir la tentación de extenderla a otros. Un estado catalán independiente no nos garantiza que fuéramos más libres ni más prósperos, sino que, por el contrario, nos hace temer a muchos catalanes que podría suponer un paso más en la dirección estatista, al son de los cantos patrióticos.

jueves, 23 de julio de 2009

Jueces fachas

Según un artículo publicado hoy en El País, la mayoría de jueces españoles son conservadores, porque “no todas las familias pueden mantener a un aspirante a juez”. De ahí que el autor sugiera revisar el modelo de acceso a la judicatura por oposición, a fin de que la “ideología” no condicione las decisiones de los magistrados.

Es típico que a un periodista, no digamos si trabaja para PRISA, la ideología sólo le parezca condenable cuando es conservadora (o como dirá mientras se toma una caña, “facha”). Todos los ejemplos que aporta son de jueces que han entorpecido la aplicación de leyes socialistas (es decir, rezumantes de ideología), o que han favorecido a financieros o banqueros (un mundo, como es sabido, ajeno por completo al poder socialista, tan inocente y desvalido).

Excuso decirlo, el artículo para nada alude a los jueces que aplican el hipergarantismo de nuestro sistema penal con verdadero entusiasmo, influidos por la nefasta ideología progre que hace al delincuente una víctima de la sociedad, y en consecuencia acaba desprotegiendo a la mayoría de gente honrada. Pero eso por lo visto no es ideología, es juzgar teniendo en cuenta “la realidad social” del momento presente.

Da grima sólo pensar que se abolieran las oposiciones, y que por tanto el ejecutivo pudiera inmiscuirse no sólo en la composición de las altas instituciones judiciales, sino hasta en el último juzgado de provincia. Pueden apostar que entonces los jueces “conservadores” (que creen que el derecho está por encima de consideraciones “sociales”, es decir, de consignas del gobierno), pasarían a ser minoría.

Pero por encima de todo cabe cuestionar la tesis principal. Sea cierto o no que la mayoría de jueces es conservadora, relacionar este hecho con su origen social es en sí mismo una hipótesis obviamente ideológica, y que la experiencia desmiente sobradamente.

En primer lugar, cualquier persona de clase media puede acceder a una formación costosa, por supuesto si pone en ello un gran esfuerzo personal. Es evidente que un hijo de papá, que pueda costearse sus estudios sin trabajar, lo tendrá más fácil, pero también es cierto que, para un individuo de clase media, los incentivos para elegir la profesión de juez son mayores. El “niño bien” verosímilmente aspirará a puestos de carácter directivo mejor remunerados y menos sacrificados.

Pero incluso aunque existiera un sesgo de clase alta en la judicatura, de ahí no se deduce en absoluto que el correspondiente sesgo ideológico deba ser conservador. La idea de que la gente acomodada tiende a ser de derechas, es una caricatura que cada día se confirma más alejada de la realidad. La experiencia no deja de proporcionarnos ejemplos en el sentido exactamente opuesto. En realidad, como mayor es el nivel de renta, más se tiende a ideas vagamente paternalistas hacia los menos favorecidos. Ignoro si se trata de un mecanismo inconsciente, producto de una especie de complejo de culpa, o de un instinto de endogamia autodefensiva, que desaconseja para los demás los principios de disciplina y esfuerzo que a uno no le han ido mal.

Lo que es innegable es que la mayoría de movimientos “progresistas” han estado liderados o compuestos predominantemente por hijos de papá, no de obreros, y esto puede aplicarse tanto al Mayo Francés, como al antifranquismo o en nuestros días a okupas y similares. Y no se trata sólo de una cuestión generacional, pues muchos de los jóvenes que participan en estas “movidas”, se las apañan para mantener, al menos en apariencia, una pose rebelde en la edad madura. Ahí tienen a Roures y tantos otros millonarios anticapitalistas y antioccidentales, con o sin quefiya.

El estribillo de asociar el pensamiento liberal-conservador a los ricos es obviamente un socorrido recurso propagandístico de la izquierda. Excitar el sentimiento de envidia de la mayoría (que por definición nunca será más rica que la media) siempre será fácil y rentable en votos, como fácil es ridiculizar y reducir a anécdotas los innumerables ejemplos de personas que han ascendido socialmente desde un origen humilde. Eso sí, hay que reconocer que desde el punto de vista ecológico estos self-made man no son un buen ejemplo. ¿Adónde iremos a parar si un día todo el mundo quisiera viajar en business class? Deberíamos aprender de Corea del Norte: Dos yates para todo el país, bastan y sobran. Y jueces conservadores, por supuesto, allí no queda ni uno; ese problema se solucionó hace tiempo.

martes, 21 de julio de 2009

Nuestro futuro no está en las estrellas


Es lo que sentencia Saramago en un artículo titulado “Luna” –al hilo de la rememoración de las primeras pisadas del hombre sobre nuestro satélite– en el cual cuestiona la importancia de aquel acontecimiento y juega metafóricamente con la idea de que fue un montaje, comparando los movimientos de los astronautas con los de unas marionetas.

Por su parte, Sánchez Dragó, en otro artículo publicado ayer (“Paparruchas”; el título ya es elocuente), no duda tampoco en recrearse con la idea del carácter hollywoodiense del primer alunizaje tripulado, aunque básicamente se entretiene en aclararnos un delicado matiz de su evolución inelectual… Vamos, que en aquella época él estaba más interesado en follar que en la conquista del espacio u otras zarandajas (¿sólo en aquella época?).

No han faltado críticas de índole más seria al proyecto Apolo, según las cuales durante la guerra fría se priorizaron por razones propagandísticas los vuelos tripulados a la Luna, impidiendo un desarrollo del programa espacial quizás menos espectacular, pero a la larga más productivo desde un punto de vista científico, tecnológico y económico.

Posiblemente estas críticas no carecen de fundamento, pero su falta de perspectiva me parece patente. El esfuerzo que requirió el proyecto Apolo se tradujo en incontables avances técnológicos de todo tipo, directos e indirectos, que años más tarde repercutirían en la vida cotidiana. Y a fin de cuentas, sólo han transcurrido cuatro décadas. La gente parece estar decepcionada porque todavía no hay una oferta de apartamentos lunares con vistas al Mar de la Tranquilidad, pero la conquista del espacio es una empresa a escala de milenios, que sólo acaba de empezar.

Rotundamente, yo sí creo que nuestro futuro está en las estrellas, aunque por descontado no espero verlo, ni lo verán mis hijos. Quienes en los años cincuenta creían que la Unión Soviética iba pronto a sobrepasar económicamente y en todos los órdenes a Estados Unidos, nos recuerdan poderosamente (cuando no eran los mismos) a quienes en los setenta creían que el petróleo y otras materias primas se agotarían antes de finales del siglo XX, y recuerdan también a aquellos que gustan de aparentar un maduro escepticismo de personas adultas, que no creen en “paparruchas”, ante los logros de la exploración espacial.

Naturalmente, a cierta clase de persona le molesta que la exploración espacial esté liderada por los Estados Unidos (aunque la competencia, felizmente, sea creciente) pero además existe una razón más profunda. La idea de que dentro de miles de años nuestros descendientes puedan haber colonizado otros planetas choca frontalmente contra el fatalismo ecologista, y sus variantes místico-orientalizantes, que basan todos sus pronósticos apocalípticos en el supuesto de que sólo tenemos una Tierra y de que la tecnología ha llegado al límite de su explotación. Lo cual es seguramente tan ridículo como si un egipcio de la dinastía XVIII hubiera pensado que la civilización (en muchos aspectos, ya bastante sofisticada) había alcanzado su apogeo, y que no quedaba apenas nada por descubrir o inventar.

Muchos que reivindican eslóganes sesentayochistas del estilo de “imaginación al poder”, “otro mundo es posible” o “cambiar la vida”, o que pontifican desde una pretendida sabiduría superior al racionalismo occidental, se caracterizan curiosamente por una absoluta falta de imaginación (no confundir con fantasía carente de cualquier rigor), sólo comparable a la de esos intelectuales o intelectualoides que jamás han creado nada duradero, pero se desviven por descreditar a los verdaderos emprendedores y soñadores, aquellos que a fin de cuentas sí acaban transformando la realidad.

lunes, 20 de julio de 2009

Visca Korea del Nord


Paseando ayer tarde por Salou, me encontré en la calle del Mestral con esta pintada, y no pude resistir hacer una foto. Lo primero que pensé fue que era deliberadamente irónica, pero la verdad es que ahora no estoy tan seguro. Por supuesto que hay gente que tiene estas ideas. En realidad, cabe agradecer su sinceridad, pues otros que se llenan la boca de palabras melifluas (solidaridad, redistribución de la riqueza, otro mundo es posible, etc), no piensan de manera muy distinta al de la pintada, aunque se cuiden mucho de manifestarlo con tanta claridad.

Viene a cuento aquí recordar al candidato de Iniciativa Internacionalista por Tarragona de las pasadas elecciones, José Estrada, quien en un artículo publicado durante la campaña afirmó que el capitalismo es “infinitamente peor” que el terrorismo. Aunque no concluyó su escrito con un “Viva Corea del Norte”, también se le entendió con claridad, pese a lo cual más del 99 % de los ciudadanos no le votaron. Y es que la alienación capitalista causa estragos.

domingo, 19 de julio de 2009

No hay excusas

El presidente Obama ha pronunciado un interesante discurso ante una organización del lobby negro. En resumen, les ha venido a decir a los negros que dejen de excusarse en la discriminación y en el gueto. Ellos, cada uno de ellos, tienen su destino en sus manos. Y no le falta nada de razón, pero es curioso que sea él quien diga ahora esto, no porque sea negro, sino porque es el presidente más izquierdista que se recuerda en décadas, y este mensaje individualista es la antítesis de lo que viene predicando la izquierda desde siempre.

Como nos viene contando Alberto Acereda en su blog y en su columna en Libertad Digital, Obama, con el pretexto de la crisis económica, se ha embarcado en el intento más serio desde hace mucho tiempo de implantar en Estados Unidos el modelo socialdemócrata europeo, aunque puede acabar siendo mucho peor. Actualmente, el monto de la deuda contraída por la administración equivale a unos 33.300 dólares por cada ciudadano. Pero no parece que el tope se encuentre ahí, si tenemos en cuenta el plan de sanidad pública que propugna la Casa Blanca, y que devorará en burocracia e ineficacia (valga la redundancia) sumas astronómicas.

Es decir, Obama les dice a los negros que no tienen excusas, que deben salir del círculo vicioso de la dependencia y el victimismo, que el gobierno no es su padre ni su madre; y en cambio, para los blancos, o para el conjunto de la población, despliega otro discurso completamente distinto. A los ciudadanos de Estados Unidos les está intentando vender la moto de que el gobierno debe hacerse cargo de su salud y de su educación (¿por qué no de su alimentación y de su vestido?). Que el gobierno debe intervenir (como si antes no lo hiciera) en el sistema financiero, y además en la industria. Que incluso, el gobierno puede reescribir los principios morales, defendiendo el aborto o la experimentación con embriones humanos.

He aquí posiblemente una de las claves por las cuales Obama ha llegado a ser presidente de los Estados Unidos. Tiene múltiples caras, y un día reivindica la historia americana de la lucha contra el fascismo y el comunismo, y otro le hace reverencias lacayunas a un monarca árabe, o pronuncia un discurso idealizando la ocupación musulmana de la Península Ibérica en la Edad Media. Obama, como Zapatero en España, es de esos políticos que se creen capaces de engañar a todo el mundo, diciendo a cada uno lo que quiere oír.

Y el problema, como siempre, es que no escasean quienes están dispuestos a dejarse engañar. No es algo nuevo que muchos americanos quieren ser como los europeos: Que el gobierno les subvencione, les preste servicios “gratuitos” (pagados con los impuestos), les proporcione un puesto de trabajo, elija por ellos el colegio de sus hijos o su médico de cabecera, les prohíba los alimentos supuestamente perjudiciales, les imponga las precauciones que han de tomar al volante y les impida poseer armas para defenderse. Que les “proteja”, en definitiva, de sí mismos.

Por supuesto, quienes albergan estos deseos, no tienen en cuenta, o simplemente desconocen, que en los indicadores socioeconómicos decisivos Estados Unidos siempre ha estado por delante de Europa: Renta per cápita, población activa, productividad, población con estudios superiores, porcentaje del PIB invertido en investigación, fecundidad, etc. Tampoco tienen en cuenta que Europa se ha podido permitir el lujo de invertir menos en armamento, porque cuando las cosas se ponen feas, ahí están esos tontos cow-boys para ensuciarse las manos. Sencillamente, creen que cediendo en libertad individual y en independencia nacional, se puede vivir mejor y afrontar cualquier amenaza presente o futura. Lo cual, aunque no fuera demostradamente falso, es indigno de un ciudadano digno de ese nombre.

viernes, 17 de julio de 2009

Error ultraliberal

Según el informe del inspector de la Comunidad de Madrid sobre la trágica muerte de Ryan, los hechos son los siguientes:

En el box donde se encontraba Ryan la tarde del 12 de julio, había otros dos bebés. Los tres eran atendidos por dos enfermeras (identificadas como 2 y 3) y una auxiliar, a las cuales se sumó la Enfermera 1, por decisión de la supervisora de guardia, para que se fuera familiarizando con ese puesto. Su función era simplemente de apoyo, y no debía tener a ningún neonato a su cargo, al menos sin supervisión.

A las nueve de la noche, ingresa en el box un cuarto neonato procedente de otra unidad, al sufrir un agravamiento de su estado de salud. Esta emergencia requiere la colaboración de la Enfermera 3, y también de la Enfermera 2 (responsable de Ryan), la cual solicita además la ayuda de la auxiliar, que se disponía a realizar la nutrición rutinaria de Ryan y otro de los bebés. Entonces, la Enfermera 1 se ofrece a realizar ella misma esta operación.

Hacia las diez y cuarto de esa noche, otra enfermera de guardia, al ir a atender la incubadora de Ryan, después de que una señal acústica la avisara de la finalización de la dosis, descubre que se le ha administrado erróneamente suero por vía parenteral. Inmediatamente avisa al médico de guardia, y durante toda la noche y parte de la mañana del día siguiente, intentan salvar al neonato, sin éxito. El paciente fallece a las 11.30 del 13 de julio.

Siendo esta la exposicón de los hechos, hay una cosa que no me ha quedado clara. La Enfermera 2, que era la “responsable” de Ryan (según el término utilizado por el informe), ¿no debería haber supervisado la actuación de la Enfermera 1 antes de finalizar su turno, máxime sabiendo que era nueva en ese puesto? Sería conveniente conocer cuándo terminó el turno de la Enfermera 2, y cuánto tiempo se halló ocupada con la emergencia del neonato ingresado a las nueve, sin que ello suponga en ningún caso eximir de su propia responsabilidad a la Enfermera 1.

Lo que en cambio sí parece claro es que el error que acabó con la vida de Ryan no se puede achacar a una falta de personal. Dos enfermeras, más una auxiliar y la enfermera directamente responsable del error, que se incorporó procedente de otra unidad de pediatría, parecen más que suficientes para atender cuatro incubadoras, un domingo por la noche.

Bien es verdad que este error no se hubiera producido si las conexiones de las incubadoras para los distintos tipos de alimentación fuesen mecánicamente incompatibles, como se estila en otros hospitales, y recomienda el informe citado en sus conclusiones finales. Pero un error de consecuencias tan graves no se puede excusar con ello, porque es obligación de una persona responsable asegurarse al máximo de lo que está haciendo, y si tiene dudas, solicitar asesoramiento. ¿Tanto hubiera costado preguntar antes qué tipo de alimentación recibía el bebé?

Culpar de esta desgracia a una supuesta "política de desmantelamiento de la sanidad pública" sólo pone de manifiesto que cierta gentuza está dispuesta a las manipulaciones más ruines con tal de dañar políticamente a la presidenta de la Comunidad de Madrid, y lo que es más grave, consolidar sus asquerosos privilegios, generosamente subvencionados, a costa de la prosperidad de todo un país. ¿Error "ultraliberal"? No, error humano, de esos que ocurrirán siempre, tanto en el sector privado como en el público, con la diferencia de que en el primero, además de incentivos morales y de otro tipo, existen poderosos incentivos económicos para no cometerlos.

Esto no es normal

Últimamente pasan cosas raras. Hace unos días, el juez que investiga el accidente del avión de Spanair ocurrido el verano pasado en Barajas, ha impedido que se destruyera una de las piezas del fuselaje del avión. Por lo visto, alguien había tenido la feliz idea de desmontarla y entregársela a Boeing. ¿Ustedes creen que es normal tanta desconfianza? Parece mentira que después de la intrucción modélica del 11-M practicada por Juan del Olmo, haya jueces que todavía no sepan lo que hay que hacer con las pruebas de un atentado, no digamos ya un accidente.

Pero es que esta mañana me enteraba de otra anormalidad. Resulta que en Indonesia se ha cometido una serie de atentados islamistas, tomen nota, no antes de las elecciones de la semana pasada, sino después. ¿Alguien lo entiende? Como todo el mundo sabe, los islamistas normalmente tratan de influir en los resultados electorales. Ahí tenemos los ejemplos de España, de..., bueno, no sigo que me alargo en exceso.

Lo dicho, esto no es normal. Pero seguro que algún normaloico nos dirá que está clarísimo: El juez de Spanair es del PP, seguro, y de los terroristas indonesios tampoco deberíamos fiarnos mucho, la verdad.

jueves, 16 de julio de 2009

Antifranquismo con patatas

Enric Olivé Martínez, nacido en el precioso pueblo de Cambrils, en la costa tarraconense, fue condenado a muerte en 1936 por el bando republicano, por el monstruoso delito de pertenecer a la Federació de Joves Cristians de Catalunya. Naturalmente, en cuanto pudo se escapó a Burgos, como hicieron muchos otros catalanes. Más de trescientos militantes de esa organización no tendrían tanta suerte: fueron asesinados por partidarios del Frente Popular, “incontrolados” o no.

En 1952, siendo ya Enric Olivé alcalde de Tarragona, el Ayuntamiento concedió una medalla de oro a Franco, dentro de los actos de inauguración de una nueva infraestructura ferroviaria, que mejoraba notablemente la comunicación de la ciudad. Al entonces ministro de Obras Públicas, conde de Vallellano, se le dedicó también en agradecimiento una parte de la actual Rambla Nova, a la que mucha gente mayor continúa llamando “el Vallellano”.

Cincuenta y siete años después, muchos tarraconenses se muestran preocupados por la pérdida de conexiones ferroviarias que padece su ciudad. La nueva estación para trenes de alta velocidad se ha construido junto a un pequeño pueblo situado a unos diez kilómetros de la capital, con lo cual, viajar a Barcelona en el AVE no sale a cuenta, en comparación con los trenes convencionales que parten de la vieja estación urbana. Y el viajero que llega en alta velocidad desde Lérida, Zaragoza o Madrid, se encuentra literalmente en medio del campo (con impremeditada retranca, la estación se llama Camp de Tarragona), debiendo tomar un autocar o un taxi si quiere llegar a la capital de provincia. Bueno, con la nueva reordenación territorial que pretende implantar la Generalitat, parece que ya no habrá provincia, con lo que ni siquiera está muy claro si Tarragona será al final la capital de algo.

Recientemente, una plataforma de la sociedad civil tarraconense llamada Mou-te per Tarragona (Muévete por Tarragona) ha hecho bandera de la reivindicación del llamado by-pass ferroviario, que permitiría que los trenes de alta velocidad pasen por Tarragona, construyendo para empezar un intercambiador de ancho de vía antes de la cercana población de Vilaseca. El autor de la idea es el ingeniero de caminos Joan Miquel Carrillo, que es además quien nos acaba de poner sobre la pista del trasfondo histórico del asunto.

Sin embargo, la razonable y razonada propuesta de Carrillo fue rechazada en el parlamento autonómico por los mismos partidos que gobiernan el municipio, PSC y ERC, mientras los planes de Fomento, que no contemplan el by-pass, siguen su curso. Ayer mismo conocíamos, además, que este mismo ministerio ha optado por Castellón en lugar de Tarragona, para el trazado de otra infraestructura, la A-68.

Eso sí, la semana pasada, en un pleno del Ayuntamiento que calificaron eufóricamente como “histórico”, PSC y ERC, con el apoyo de CiU, le quitaron a Franco la medalla de oro concedida en 1952. (Ah, creo que no lo he dicho, Enric Olivé Martínez fue en 1980 diputado del parlamento catalán por CiU.)

Por lo visto, las autoridades locales deben haber aguardado a que el juez Garzón obtuviera el certificado de defunción del dictador, fallecido (ahora sí estamos seguros) hace treinta y cuatro años. La prudencia, desde luego, nunca está de más. Supongo que la siguiente demostración de heroísmo será declarar Tarragona, ciudad gay friendly. Sólo habrá que advertir a los gays que piensen en esta encantadora ciudad mediterránea como destino turístico, que venir en tren quizá no sea la mejor opción, pero eso no es problema, que vengan en avión; hay un pequeño aeropuerto cerca. Bien es cierto que está en Reus, pero no lo va a tener todo Tarragona, máxime cuando ha recuperado por fin su medalla de oro. ¿Qué más quiere?

martes, 14 de julio de 2009

La religión y el estado

El filósofo Eduardo Robredo, en una de las últimas entradas de su blog, nos muestra una interesante gráfica según la cual, a más estado del bienestar, menor religiosidad.


La gráfica apareció el año 2004 en un artículo científico, que Robredo cita según el uso académico tradicional, pero sin proporcionar ningún enlace: Anthony Gill y Erik Lundsgaarde, “State Welfare Spending and Religiosity: A Cross-National Analysis” , Rationality and Society 16 (4): 399-436. Por suerte, en Google se encuentra en formato PDF (y sin necesidad de subscripción) en medio minuto.

Según sugiere Robredo, el estudio vendría a abonar la tesis de que la religión es una consecuencia del stress y la depauperación, en la línea del análisis marxista. O sea, aunque no llega a expresarlo tan rudamente, da a entender que la religión es una patología que se puede curar con higiene, educación y buenos alimentos. (El caso de Estados Unidos –y el de Uruguay, por razones opuestas– sería una anomalía cuya explicación quedaría, de manera harto significativa, por esclarecer.)

Incluso sin leer el artículo en cuestión, podríamos discutir la validez deductiva de semejante concepción. Que los pobres sean supuestamente más religiosos que los ricos no nos permite afirmar que la religión sea una dolencia. Análogamente, el hecho de que las enfermedades coronarias vayan asociadas estadísticamente al bienestar, no nos lleva a inferir el carácter saludable de aquellas.

Pero es que además, si leemos el artículo, descubrimos que sus autores están lejos de entregarse a las simplistas conclusiones enunciadas por Robredo con esa ligereza a la que ya nos tiene acostumbrados, cuando trata el tema de la religión.

Lo que dichos autores afirman es –cierto– que existe una correlación empírica entre el gasto público per cápita en bienestar social y la disminución de la religiosidad; pero, atentos a la explicación que ensayan.

Las iglesias de las distintas confesiones cristianas, nos dicen Gill y Lundsgaarde, tradicionalmente han venido prestando una serie de servicios sociales, como son educación, ayudas a los pobres, etc, financiadas con las donaciones voluntarias de los fieles. Ahora bien, a medida que se desarrolla el estado-providencia, estos servicios van siendo acaparados por la administración pública, que se financia de manera coactiva, con los impuestos. Es decir, la gente no puede decidir entre financiar a su iglesia o al estado, porque lo segundo es obligatorio. Y naturalmente, la mayoría es reacia a pagar dos veces la misma cosa. Esto no sólo reduce las donaciones dinerarias a las iglesias, sino incluso el tiempo (que también se puede expresar como un coste) dedicado a las prácticas religiosas comunitarias. A la larga, sobre todo en la siguiente generación, esta relajación de la práctica religiosa desemboca en la pérdida del sentimiento religioso.

Dicho claramente, el descenso de la religiosidad no sería tanto una consecuencia del nivel de vida, como el resultado de la “competencia desleal” (o más bien abusona) del estado.

A mí, desde luego, esta hipótesis me parece mucho más fecunda que no el viejo ritornello del “opio del pueblo” al que se apunta Robredo. En cualquier caso, independientemente de cuál sea la más cercana a la verdad, resulta pertinente la mención a Marx en apoyo de su tesis, pero no a Gill y Lundsgaarde, por muy erudito que quede.

lunes, 13 de julio de 2009

En qué momento se jodió España: Mea culpa

A riesgo de parecer petulante, el reciente artículo de José María Marco (uno de mis columnistas preferidos) en Libertad Digital, “Vicios regeneracionistas”, me ha parecido una réplica a la frase final de mi entrada anterior, donde yo hablaba de la “profunda decadencia moral y política de España”, aunque por supuesto Marco se refiera en realidad a multitud de escritos o alocuciones de los últimos meses, años, y hasta siglos.

José María Marco plantea la crítica (que ya ha desarrollado por extenso en más de un libro) del regeneracionismo, ese complejo intelectual ibérico consistente en interiorizar la leyenda negra y culpar de todos los males a una supuesta decadencia o peculiaridad española. El artículo termina con estas palabras: “No hay por qué responsabilizar de nuestra impotencia a España. Al revés, lo propio de personas bien educadas es no caer en el vicio de hablar mal de su país. Nunca, en ninguna circunstancia.” Al leerlas, teniendo presentes las recién escritas por mí que cito arriba, mi primera reacción ha sido decirme: “Touché, tiene razón.”

Luego, me he acordado de que ese vicio intelectual no es seguramente exclusivo de los españoles. Pienso en la novela de Mario Vargas Llosa, Conversación en la Catedral, que gira toda ella en torno a la pregunta “en qué momento se jodió el Perú”...

Por cierto, y abro un inciso, vaya coñazo de novela. Ésta y La casa verde, que no pude terminar. Vargas Llosa ha escrito obras inolvidables, como La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras –divertidísima– o La fiesta del Chivo, aunque para mí su obra maestra sigue siendo una novela corta, o cuento largo, titulada Los cachorros. Pero me imagino que en su juventud debió pagar el tributo izquierdista de escribir el tipo de novela-coñazo que se diría no tenía otra finalidad que poner a prueba la paciencia del lector burgués. Fin del inciso.

Naturalmente, es grande la tentación de reformular la pregunta en la forma “en qué momento se jodió España”, y millones de españoles responderíamos que aproximadamente a las siete y media de la mañana del 11 de marzo de 2004. Pero el artículo de Marco nos previene contra esta amarga retórica de la impotencia, que sólo sirve para alumbrar falsas soluciones desenfocadas y contraproducentes, algo contra lo que nuestra historia (sobre todo la del primer tercio del siglo XX), debería habernos vacunado hace tiempo. Así pues, quiero corregir el final de mi anterior entrada. Ya no hablaría de decadencia de España, sino de una clase periodística e intelectual que la tiene tomada con España desde hace mucho. Ellos (con las honrosas excepciones) son el problema, no España, que no será la primera vez que sobrevive (esperemos) al donjulianismo.

Y por supuesto, el donjulianismo y el autoodio no son a su vez peculiaridades españolas ni hispánicas, sino un fenómeno evidentísimo de toda la cultura occidental, especialmente desde principios del siglo XX. Así que incluso en eso no podemos ser más típicamente occidentales.

jueves, 9 de julio de 2009

El silencio

Recuerdo vagamente una película de Ingmar Bergman titulada 11-M, perdón, El silencio. Aunque han pasado más de veinte años desde que la vi, para mí el sintagma “el silencio” siempre me ha traído a la mente, al menos hasta ahora, aquellos fotogramas en blanco y negro; ni siquiera el reciente anuncio de un fabricante de aire acondicionado ha conseguido desplazar esa asociación mental.

Por eso la noticia de la querella presentada ayer miércoles por la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M contra el ex comisario jefe de los TEDAX, Juan Jesús Sánchez Manzano, me hace pensar también en Ingmar Bergman. Porque el silencio de las ediciones digitales de los grandes rotativos nacionales, a excepción de El Mundo, es atronador. (La edición digital de La Vanguardia es la otra excepción: Pero el laconismo con el que despachan la noticia es en sí mismo tan revelador como el silencio.)

Vamos a ver, una agrupación de víctimas del mayor atentado de la historia de Europa se querella contra uno de los jefes policiales que estuvieron al frente de las investigaciones, acusándolo de omisión del deber de perseguir delitos, de encubrimiento y de falso testimonio. Sin prejuzgar para nada el contenido de la querella, no me negarán que es una noticia para figurar en las primeras páginas de todos los periódicos al día siguiente. Pues no, en Zapaterolandia, las cosas no funcionan así. Cuando asoma mínimamente cualquier indicio que pueda cuestionar la gran mentira en la que se funda este Régimen, sencillamente se ignora, no existe y además jamás ha existido.

¿Quieren mayor prueba de la profunda decadencia moral y política de España que este clamoroso, bergmaniano silencio?

miércoles, 8 de julio de 2009

Ratzinger de izquierdas

La nueva encíclica de Benedicto XVI, Caritas in Veritate, ha sido saludada por algunos como favorable a planteamientos de “izquierdas”. Tiene cierta gracia que quienes acostumbran a abominar del cristianismo a la menor ocasión, no renuncien al mismo tiempo a presentar sus ideas como si fueran perfectamente acordes con el mensaje evangélico. Se me ocurren varias expresiones populares que definen esta clase de oportunismo, pero quizás la que viene más a cuento es aquella que habla de quienes quieren estar en misa y repicando.

Ayer leí la encíclica, y si bien es cierto que hay en ella algunas concesiones (a mi entender, innecesarias y equivocadas) a los tópicos biempensantes contra el mercado (con alguna alusión al “clima”), en su conjunto se trata de un texto serio y profundo que realiza una crítica demoledora de las tesis básicas de la izquierda contemporánea.

Pero empecemos por las concesiones. Autores como el filósofo del derecho Francisco J. Contreras han señalado que la cuestión acerca de cuál es el sistema que beneficia más a los pobres (el libre mercado o el socialismo) sólo se puede responder empíricamente, es decir, es una cuestión de hecho, en la cual el magisterio de la Iglesia no debería entrar. Lamentablemente, los dirigentes eclesiásticos llevan mucho tiempo cayendo en el error de juzgar a estos sistemas no por sus resultados comprobables, sino por sus propagandas respectivas. Error, por cierto, en el que no están solos, pues los acompañan la mayoría de medios de comunicación y de los intelectuales, creyentes y sobre todo no creyentes.

Irónicamente, el gran éxito del socialismo en las mentes tal vez proceda de que, de manera más o menos implícita, ha sabido apropiarse del anhelo evangélico y milenarista de justicia (“bienaventurados los pobres”), mientras que el liberalismo, cuya concepción de la persona entronca de manera inequívoca en el cristianismo, no siempre ha sido lo suficientemente lúcido (al menos después de Adam Smith, que lo tenía clarísimo) para mostrar la íntima conexión entre libertad individual y redención social, pese a que es absolutamente obvia.

Jesús vivió en una sociedad preindustrial, en la cual, como recuerda Max Weber en su obra más conocida, el origen de la riqueza tenía muy poco que ver con el capitalismo, y sí con la connivencia con las estructuras estatales de la época (fenómeno que hoy se sigue dando, y que sigue alimentando el confusionismo interesado de los socialistas). La crítica de Jesús a los ricos, pues, no puede separarse de esta constatación. En el siglo I podía decirse que en verdad, los acaudalados tenían una gran responsabilidad en la enorme pobreza existente, muchas veces incluso directa, en tanto que el Estado les subcontrataba el cobro de los impuestos.

Actualmente, en cambio, la gran mayoría de empresarios, que disfrutan de un nivel de vida muy superior al de un rico de hace dos mil años (¡y lo mismo puede decirse de sus empleados!), contribuyen decisivamente, gracias a la creación de empleo, y al desarrollo de productos cada vez más eficientes y accesibles, a sostener el confortable nivel de vida de la población trabajadora. (Y contribuyen además, junto a los trabajadores, a sostener un costoso aparato estatal, que encima se pone las medallas por las “conquistas sociales”.)

Cuando Benedicto XVI afirma en su encíclica , citando a Pablo VI, que la causa del subdesarrollo reside en “la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos”, creo que en gran medida se equivoca. Es cierto que los países ricos tienen cierta responsabilidad moral en no hacer todo lo que está en su mano para ayudar a los pobres (por ejemplo, levantando los aranceles a los productos agrícolas del Tercer Mundo, como acertadamente señala el Papa más adelante.) Pero en mi opinión partimos de un planteamiento erróneo cuando nos preguntamos por qué hay pobreza, en lugar de por qué hay riqueza, que es lo que hizo Adam Smith en la obra fundacional del liberalismo económico.

La escasez, en su sentido más amplio (falta de alimentos, enfermedades, catástrofes y obstáculos naturales, etc) ha sido siempre algo dado, la situación de partida contra la cual el hombre no ha dejado de luchar desde hace milenios; desde mucho antes, por supuesto, de que existieran clases sociales. La teoría intuitiva de los “vasos comunicantes”, según la cual la riqueza de unos surge a costa de la pobreza de otros, presupone implícitamente que dicha riqueza es una constante diacrónica, algo manifiestamente absurdo, que la historia y la experiencia individual refutan por completo. El marxismo, por cierto, no es más que una formulación de esta superstición en un exitoso –pero desfasado hace tiempo– lenguaje híbrido entre la economía clásica y el hegelianismo.

Sin embargo, dejando de lado alguna otra expresión desafortunada del texto papal, la encíclica Caritas in Veritate, tal como decía antes, de “izquierdas” tiene bien poco. Para empezar, la definición que ofrece del mercado en el capítulo 3 es muy atinada, y ya desde el principio Ratzinger deja clara su posición frente a al “peligro” de los utopismos, al mismo tiempo que, más adelante, considera la globalización como “una gran oportunidad”. Nada que ver, pues, con el lenguaje que despliega el llamado “altermundismo” en las “contracumbres” que celebra periódicamente, con sus extravagantes proclamas anticapitalistas y totalitarias.

Por resumirlo en una frase, Benedicto XVI razona que el mercado no es suficiente para asegurar una sociedad justa, pero la alternativa no es más Estado, sino más sociedad civil y más moralidad. En cierto modo, no es una idea muy alejada del pensamiento de un Hayek, aunque quizá el problema de la doctrina social de la Iglesia sea muchas veces el modo en que la expresa, que da pie a que se perciba como una crítica contra el mercado lo que en realidad puede verse perfectamente como una defensa de las condiciones que lo hacen posible.

Dejando el terreno estrictamente económico (que es el aspecto más débil del texto), la encíclica de Ratzinger, pese a ciertas alusiones esporádicas en la tónica de la retórica medioambientalista al uso, nos obsequia con una rotunda crítica del ecologismo más radical, que concibe la naturaleza como algo intocable, y que por tanto supedita al hombre a ella. “Esta postura –dice– conduce a actitudes neopaganas o de nuevo panteísmo.” Posturas, cabría añadir, que confluyeron en los años veinte en el surgimiento de la ideología nacional-socialista, que no por casualidad fue pionera en las políticas de inspiración “ecologista”, y que tuvo su máxima expresión intelectual en la filosofía de un rector nazi llamado Martin Heidegger.

Este tema nos lleva al que quizá sea el concepto más sugestivo y provocador empleado por Ratzinger, el de “ecología humana” (tomado de su predecesor Juan Pablo II). Por su meridiana claridad, vale la pena citarlo por extenso:

“Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral.”

Estas afirmaciones recuerdan inevitablemente a la campaña provida de la Conferencia Episcopal española, que planteaba la escandalosa contradicción entre la desprotección del feto humano y las leyes de protección a la cría del lince. Mientras por un lado el ecologismo nos conmina a respetar el delicado equilibrio de la naturaleza, por otro parece como si con el ser humano (que es obviamente una parte de la naturaleza) toda clase de experimentos y manipulaciones fueran admisibles.

El pasado domingo, el periódico El Mundo se hacía eco de la noticia de una pareja de lesbianas que iban a ser pronto madres, una proporcionado el útero y la otra un óvulo fecundado anónimamente, celebrando el cronista con ligereza el fin del dicho popular “madre no hay más que una”. Naturalmente, el seudoprogresismo tratará de avergonzar a cualquiera que exprese reparo ante estos experimentos como un insensible que se opone al conmovedor deseo de dos mujeres a ser madres. Pero la pregunta es si tenemos “derecho” a satisfacer cualquier deseo, por “conmovedor” que sea. Ratzinger expone, en unos de los pasajes más interesantes del texto, la profunda relación existente entre derechos y deberes, cuyo olvido es causa y efecto a la vez de “una espiral de exigencias prácticamente ilimitada”, que al final se traduce en una devaluación del propio concepto de derecho humano. Vale la pena citar de nuevo las palabras de Ratzinger:

“Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un marco antropológico y ético en cuya verdad se asientan también los derechos y así dejan de ser arbitrarios. Por este motivo, los deberes refuerzan los derechos y reclaman que se los defienda y promueva como un compromiso al servicio del bien. En cambio, si los derechos del hombre se fundamentan sólo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos, pueden ser cambiados en cualquier momento y, consiguientemente, se relaja en la conciencia común el deber de respetarlos y tratar de conseguirlos.”

Sólo si se admite una verdad moral universal no reducible al mero convencionalismo, se puede justificar la limitación del poder político, sea cual sea su fuente de legitimación. Este es el legado del cristianismo a nuestra civilización, y esto es lo que la izquierda está empeñada en destruir desde hace mucho tiempo. Así que los progres pueden volver como de costumbre a decir pestes de Joseph Ratzinger, con total tranqulidad: Decididamente, no es uno de los suyos.

lunes, 6 de julio de 2009

La cuestión es mandar como sea

Un alto cargo de la ONU, Yvo de Boer, ha dicho lo siguiente:

“No tengo problema en que alguien use un todoterreno en la ciudad, viaje en avión tres veces al año o use calefacción exterior, pero tendrá que pagarlo caro.”

O sea, él, en su infinita magnanimidad, no se opone a que utilicemos el medio de transporte que nos dé la gana o nos protejamos del frío como llevamos haciendo desde el descubrimiento del fuego, produciendo calor. Eso sí, siempre y cuando paguemos a otros funcionarios como él la correspondiente ecotasa.

Este despotismo descarado se pretende justificar con afirmaciones condicionales como que el nivel del mar ascenderá más de un metro si sube la temperatura dos grados. Bien, y si no sube, ¿nos devolverán el dinero que nos han robado?

Puesto que la planificación socialista demostró ser un completo desastre, ahora se trata de hacernos creer que el mercado libre nos conduce a otro desastre peor. La cuestión es mandar como sea.

domingo, 5 de julio de 2009

De ladridos y rebuznos


Ayer terminaba de leer un libro (Freakonomics, de Steven Levitt) mientras mi mujer (declino, pues, toda responsabilidad) ponía en la tele "La noria". La táctica de este programa dirigido y presentado por Jordi González es bastante transparente: Montar una tertulia política hábilmente manipulada a favor del bando progre, en horario de fin de semana, y con el cebo de algún tema de prensa rosa previamente anunciado. La finalidad clarísimamente es enganchar a la audiencia interesada en los líos extra o paramaritales de algunos famosillos (al final, siempre los mismos, qué aburrimiento), que sólo se abordan después de la conveniente ración de adoctrinamiento, en formato de seudotertulia.

Ayer, como siempre, teníamos a la pareja compuesta por Jabba the Hut y Monseñor Just For Men, y como invitado temático al Barón Ashler. A la derecha del presentador estaban Isabel Durán, la única que les planta cara sin dejarse avasallar (pero apenas puede decir dos palabras seguidas sin que la interrumpan), Alfonso Rojo (sabía que era blandito, pero lo de anoche me produjo vergüenza ajena) y Jaime Peñafiel, otro que ni pintado para el lucimiento de la banda progre.

El tema era si el PSOE instrumentaliza a los gays, y tanto Rojo como Durán estuvieron bien lanzándole a la cara a sus contrincantes la Alianza de Civilizaciones con los países que utilizan las grúas para ahorcar a los homosexuales. El trío de enfrente, sobre todo la pareja inefable, no se molestó en variar su cantinela habitual: Asociar a la derecha con la persecución sufrida a lo largo de siglos por el susodicho colectivo. Para ello, Sopena repitió varias veces, como si fuera una verdad revolucionaria, que los homosexuales son seres humanos, sugiriendo de esta manera que quien discrepa de él es porque no opina así.

Lo de menos son las argumentaciones, porque este tipo de shows no sirven en absoluto para que se produzca un debate racional, sino para que los de un lado, siempre el mismo, puedan pronunciar sus frases efectistas y bochornosamente simplistas, al calor de los aplausos de la claca. Más revelador es el estilo empleado por unos y otros. ¿Creerán que Sopena le dijo a Alfonso Rojo que "más que hablar, parece que ladres" y que éste se limitó a reírse? Yo me puse negro, por supuesto le habría contestado al instante que "tú, en cambio, parece que rebuznes", pero como el otro sólo respondió ji ji ji, el anuncio andante de tinte capilar masculino prosiguió con su estilo faltón, tachando de "estupideces" las palabras de Rojo.

Si a estos tíos más de una vez les trataran con recipocidad, no tendrían la popularidad que tienen entre la masa ignara y chabacana que nutre los platós de televisión. Pero claro, quienes podrían enfrentarse a ellos son precisamente los que declinan acudir a semejantes encerronas.

sábado, 4 de julio de 2009

Los vómitos gráficos de Romeu

Carlos Romeu Müller, el dibujante de El País que firma Romeu, ha estado de actualidad últimamente porque sus viñetas antisemitas han provocado la más que justificada indignación de algunos congresistas norteamericanos, y de nuestra comunidad judía. Pero además del odio a Israel, sus ilustraciones se caracterizan por un odio enfermizo a la derecha y a la Iglesia, contra las cuales no duda en recurrir a un indigerible estilo panfletario, soez y pueril a un tiempo.

La filosofía progre de Romeu se sustenta en dos o tres clichés marxistoides, como que la culpa de que haya pobres es de que haya ricos, que el número de los primeros no deja de aumentar, que el capitalismo no es ecológicamente sostenible, o que la cultura por definición es de izquierdas. Todo puras patrañas, como sabe cualquiera que se moleste en leer y pensar un poco por su cuenta.



Pero donde este tipo parece encontrarse más a gusto es en el insulto y el escarnio a los personajes que juzga representativos de la “derechona”. A Bush, que nunca ha ocultado ser abstemio por culpa de su alcoholismo, le sugería que se quedara en su rancho tejano emborrachándose. Y a Aznar, porque en una ocasión protestó contra los excesos paternalistas de la DGT, le atribuía la propuesta de que se pueda conducir a 230 km/h “y mamado impunemente”. En otra viñeta, a Bush lo define como “una bestia ambiciosa”, y a sus votantes, como “duros de mollera”. Como se ve, humor sutil y de trazo fino.

A la Iglesia, a la cual dedica numerosas ilustraciones, la caracteriza zafiamente como nostálgica de los autos de fe. Y los que se oponen a Educación para la Ciudadanía, es porque están interesados en formar a una juventud de “fachas y meapilas”.

Para la Cadena COPE reserva algunas de sus viñetas más mediocremente sectarias. Dice que a la Iglesia le da igual que su programación la confeccione el diablo y al micrófono se ponga Lucifer, mientras le sea rentable. Y a propósito de una noticia sobre que supuestamente España es el país que más contamina el aire, apostilla: “Y eso sin contar lo que respira el PP y vomita la COPE.”

Por supuesto, esta ferocidad con la oposición conservadora y con la Iglesia se torna solícita propaganda gubernamental cuando quien se halla en el poder es el PSOE. Vean cómo defendía, con impúdico servilismo, la negociación con ETA, cuando tocaba hacerlo:


Por último, resulta ya revelador de un odio verdaderamente patológico al PP, a Aznar y a Bush, cuando llega al extremo de afirmar que el PP no es mucho mejor que ETA o que Al Qaida, y que los iraquíes detestaban más a Bush, Blair y Aznar que a Sadam Hussein.


Brutalidades como estas, que recuerdan la agitación más sucia de que es capaz la extrema izquierda (o la extrema derecha, que en esto se parecen como dos gotas de agua), me llevan a tratar de imaginar el tipo de persona a la que puede hacerle gracia semejante basura. Y me temo que es bastante común. Se le suele llamar progre, y encima está orgulloso de serlo.

viernes, 3 de julio de 2009

Raza enferma

Ejercicio. Identifíquese el autor, la época y el lugar del siguiente texto (traducción libre):


Raza enferma


No tengo palabras suficientes para elogiar el trabajo que hacen en Política Racial ni las muchas destrezas de mi amigo B. J. He leído, además, la encuesta que han hecho con el Instituto de Estadística y he visto el trabajo meticuloso y eficaz que realizan.

Una vez hechos públicos mis aplausos, me quedan, no obstante, algunas preguntas, que no sé quién me las debe responder. La raza está enferma –enferma de muerte– y observo análisis acertados; veo también que el diagnóstico es inteligente y seguramente acertado. Pero al enfermo, ¿cómo lo curaremos? ¿Dónde están los remedios? ¿Cómo los aplicaremos y quién los aplicará? Sabemos que la raza retrocede, sabemos que las recuperaciones genéticas llega un momento que ya no son posibles, y tenemos todo tipo de datos. ¿Qué camino, no obstante, debemos tomar para evitarlo? ¿Se trata de acciones variadas, como por ejemplo la que proponen en Política Racial sobre su aspecto jurídico? ¿Se trata de resistir las críticas contra la higiene racial? ¿Contra el semitismo en la educación? ¿Se trata de hacer campañas? Bien, pero ¿no hemos hecho ya todo esto y los resultados son modestos, y la raza continúa retrocediendo? Dicen que ya ha retrocedido tanto en el sur y en el este que ya no estamos a tiempo de recuperarla. Aquí todavía hay quien tiene esperanzas. Pero, aparte de las acciones parciales (el pájaro en mano de la raza), ¿hay alguna decisión política que al menos le baje la fiebre al enfermo? ¿Qué pasaría si, sencillamente, aplicáramos la ley de pureza racial, con la cual nos dijeron de todo porque obligábamos (mira que somos malvados) a los comerciantes a eliminar los rótulos hebreos? ¿Estamos demasiado intimidados para poner sanciones? ¿Estamos cansados? ¿Estamos tan enfermos como la raza? ¡Anda ya!

jueves, 2 de julio de 2009

Contra el burka


Desde el liberalismo existen dos posturas frente al burka: Una consiste en decir que el burka es una forma de opresión inadmisible ejercida por un colectivo sobre algunos de sus miembros, y otra que salvo que se demuestre esa opresión en cada caso concreto, no podemos interferir en el modo de vestir de nadie.

La segunda postura incurre en el mismo error de siempre de algunos liberales, que consiste en creer que la libertad es una idea abstracta cuya realización es posible sencillamente cambiando las leyes. Pero en absoluto es así. La libertad florece en unas condiciones culturales determinadas, que afortunadamente no son inmutables, pero tampoco fáciles de cambiar. Y del mismo modo que florece, puede marchitarse, por seguir con la metáfora botánica.

La mayoría de las sociedades no admiten que la gente pueda andar desnuda por la calle, aunque algunas de ellas toleran espacios delimitados para la práctica del nudismo. Según los liberales idealistas –al menos si quieren ser coherentes–, esta restricción a la libertad individual sería igualmente intolerable. Cierto que hay motivos de índole higiénica y sexual para prohibir el nudismo libre, pero también existen motivos prácticos (sobre todo de seguridad) para prohibir el burka.

Probad a entrar en un banco disfrazados de Batman (en un día que no sea Carnaval, se entiende), a ver qué reacción provocáis. ¿Acaso debemos admitir que determinados individuos puedan circular por espacios públicos con el rostro y el resto del cuerpo completamente ocultos? Es absurdo que por no ser acusados de etnocéntricos o xenófobos debamos tolerar en personas de otras culturas aquello que no permitimos entre nosotros. Por supuesto que no existe una ley que regule la libertad de ir vestido de Batman, pero si semejante sandez se pusiera de moda, no dudo que habría que promulgarla.

No podemos ser tolerantes con los intolerantes. La idea de que la verdad se difunde por sí sola, es una ingenuidad que se acaba pagando cara. El islamismo trata de crear guetos en Occidente en los cuales nuestra cultura penetra con muchas dificultades, y en cambio se supone que nosotros deberíamos dejar que ellos realicen proselitismo fuera de sus comunidades. ¿Y qué más? Nadie les obligó a venir a vivir entre nosotros, y si lo han hecho es porque nuestra sociedad les ofrece más oportunidades que la suya. Así que no se pueden quejar si les imponemos algunas de las normas que nosotros hemos compatibilizado perfectamente con nuestras libertades hasta ahora, sin tantos escrúpulos intelectuales. Y si no les gusta nuestra cultura, como dijo el primer ministro autraliano John Howard, en su último discurso en el cargo, que se marchen.

ACTUALIZACIÓN: Réplica de Albert Esplugas, aquí.

miércoles, 1 de julio de 2009

Bomba al Hotel Vela


En octubre está prevista la inauguración del hotel W Barcelona, más conocido como Hotel Vela, por su forma arquitectónica, debida a Ricardo Bofill.

Este espectacular edificio junto a la Barceloneta se ha convertido en un excelente motivo de agitación del asociacionismo dominado por la izquierda, al permitir atraer sobre sí las iras de los ecologistas, antiglobalizadores y antiamericanos (la empresa explotadora es la estadounidense Starwood Hotels).

Si navegamos por el sitio web de este movimiento (bastante bien elaborado, por cierto, no parece cosa de aficionados) descubrimos un buen ejemplo de lo que unifica todos estos discursos: Un mensaje inequívocamente anticapitalista, en el cual se presenta lo privado como una siniestra actividad que conspira para depredar los espacios publicos, tanto físicos como metafóricos.

Pero especialmente llama la atención la “imagen corporativa” del movimiento. Tanto las ilustraciones como la canción, basada en una conocida canción del verano de hace algunos años, juegan con la fantasía de la destrucción del hotel de un bombazo, con un texto tan explícito como “bomba al Hotel Vela” y el icono universal de artefacto explosivo inspirado en el primitivo terrorismo anarquista.

Ahora bien, en una de las imágenes, mostrada a continuación, la alusión es mucho más actual: Nos muestra la silueta de un avión de pasajeros a punto de chocar con el edificio.


Por supuesto, no me cabe ninguna duda de que los organizadores negarán que se haya buscado aludir al 11-S, y nos dirán que se trata de una ilustración de lo más inocente, en la que lo mismo podría haberse mostrado la silueta de un pájaro. Pero en publicidad no existen este tipo de casualidades. Cuando se sugiere un mensaje, es que existe voluntad de sugerirlo, de lo contrario se cambia el anuncio. ¿O pretenden hacernos creer que nadie advirtió la interpretación que inevitablemente se daría al avión?

Es muy probable que el Hotel Vela se convierta en un elemento tan definitorio del skyline de Barcelona como lo fueron las Torres Gemelas de Nueva York hasta el 11 de setiembre de 2001. Y esto es algo que al izquierdismo difícilmente le puede pasar desparecibido. Si se tratara de la silueta de una mezquita, con su cúpula y sus minaretes, seguramente no habrían manifestado las mismas inquietudes, o al menos no habrían encabezado las protestas. Cuanto más pienso en ello, más me doy cuenta de la pulsión profundamente autodestructiva que late en la mentalidad progre. Y comprendo por qué me da tanto asco.