martes, 1 de julio de 2008

La idea de España

En la derecha ha triunfado el discurso decimonónico de la nación de "ciudadanos libres e iguales". A mí no me satisface del todo. La nación española existía antes de que hubiera libertad e igualdad. En el Antiguo Régimen existían incluso aduanas interiores, y no por ello España estaba desunida. En cuanto a la lengua castellana, no se puede defender exclusivamente sobre la base de los derechos individuales, pues los enemigos de España los reducirán al absurdo defendiendo el derecho de los hablantes de urdu o mandinka.

Hay que recuperar para el discurso político la idea de España entendida como un legado cultural que algunos quieren arrebatar a la gente. El totalitarismo no puede prosperar allí donde no ha creado un desierto cultural, donde no ha debilitado la tradición, que es lo que aporta a las personas referencias, juicios de valor sólidos, en lugar de meros estados de opinión fabricados por los medios de comunicación. No puede ser que unas pocas décadas de propaganda antiespañola acaben con una tradición cultural de siglos.

Poder vivir plenamente en español en España no es sólo una cuestión de derechos individuales, sino de sentido común. Sencillamente, siempre ha sido así, y ningún político tiene derecho a cambiar nuestra forma de vida sólo porque él sea un renegado y un amargado. Todo el mundo debe tener la libertad de emplear la lengua que quiera, pero ninguna puede ser utilizada para enfrentarla a la lengua común. También en Francia existe diversidad de lenguas regionales, pero nuestros vecinos jamás han caído en el error de cuestionar la idea de Francia. Porque no se puede cuestionar lo evidente, sin ponerlo todo en cuestión.

He dicho que no es sólo una cuestión de derechos individuales. Pero lo acabará siendo por encima de todo si cedemos. Defendamos España por sí misma (argumentos los hay de sobra) y con ello ayudaremos más a la libertad que si defendemos la unidad de la nación de manera vergonzante, hablando de libertad y derechos lingüísticos. No sea que al final perdamos ambas.

Quiero aclarar que, aunque el Manifiesto por la Lengua Común es un ejemplo de esta estrategia equivocada, que da pie a los nacionalistas a denunciar el "nacionalismo españolista" bajo el "disfraz" liberal, lo he apoyado, porque comparto sus objetivos. Pero yo no los defiendo sólo por una cuestión de derechos lingüísticos -que también- sino porque creo en España. Coincido, pues, con el análisis que hace Albert Esplugas del texto, al señalar su contenido digamos no liberal. La diferencia es que yo creo que el error no está en defender una cierta concepción de España sino, como digo, en no hacerlo más explícitamente, distinguiéndola de la cuestión de los derechos. Aunque al final son estos los que están en juego, pues los derechos, la libertad, no existen en abstracto, sino que arraigan en una tradición.