miércoles, 30 de abril de 2008

El Reino Unido no es una democracia consolidada

Ni tampoco lo son Bégica, Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia, Canadá, Australia ni Japón. Al menos no según el Sindicat d'Estudiants dels Països Catalans.

En efecto, el claustro de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona ha aprobado una moción presentada por esa organización, cuyo texto afirma que "La mayoría de democracias consolidadas poseen Jefes de Estado elegidos por la ciudadanía mediante mecanismos democráticos." Tras constatar que en España (perdón: el Estado español) esto no es posible, y que el actual rey fue nombrado por Franco como su sucesor, el sindicato estudiantil solicita que ningún miembro de la familia real sea invitado a ningún acto de la citada universidad.

Sólo dos observaciones. Si el Jefe del Estado fuera elegido democráticamente, estos abanderados de los Països Catalans ¿dejarían de reivindicar la independencia? Porque si no es así, me pregunto entonces que más les da cuál sea la forma de gobierno del país del que tanto anhelan separarse.

En segundo lugar, me pregunto también cómo ingleses, holandeses, japoneses, etc, todavía no se han dado cuenta de lo poco consolidadas que están sus democracias. Porque ahora que unos preclaros estudiantes de la Pompeu Fabra les han mostrado el camino, ya no tienen excusas, la verdad.

Dejándonos de bromas, aquí el debate que se plantea no es el de monarquía o república, perfectamente lícito (aunque dudo que de la importancia que algunos le atribuyen) sino el de cómo pueden llegar a la Universidad semejantes hornadas de analfabetos funcionales, incapaces de escribir veinte líneas con un mínimo de pulcritud intelectual. La respuesta, como deja entrever el voto favorable del claustro, con el que se ha cubierto de gloria, está en un profesorado que se caracteriza, en algunos casos por su abyecto servilismo ante el nacional-progresismo de una minoría de niñatos bien organizados, y en otros por ser directamente responsables de su adoctrinamiento ideológico, desde las edades más tempranas.

A veces dan ganas de emigrar a una democracia consolidada, como los Estados Unidos de Bush, la Francia de Sarkozy, la Italia de Berlusconi o la Alemania de Merkel, modelos todos ellos que no me cabe ninguna duda estaban en la mente de estos izquierdistas de la GrossKatalonia.

domingo, 27 de abril de 2008

Zapatero o el rencor

No sé si, como dice Juan Ramón Rallo, Zapatero es muy osado, o más bien es que tiene un rostro de dureza diamantina. Pero en cualquier caso, sugerir que Aznar dejó en herencia, al gobierno salido del noalaguerra y del pásalo, peores resultados que los que encontró en 1996, cuando es exactamente al revés, constituye un ejercicio magistral de rectificación orwelliana de la historia.

Lo que me sulfura es que se atrevan a manipular ya no sólo con la guerra civil, que a fin de cuentas cada vez va quedando menos gente que la haya vivido, sino que pretendan ilustrarnos acerca de lo que todos recordamos perfectamente porque se refiere a muy escasos años atrás. Tal es la fe que tiene la izquierda en su capacidad casi infinita de controlar las mentes y en consecuencia deformar la realidad.

Por suerte, todavía no han llegado al grado de virtuosismo del Ministerio de la Verdad descrito en 1984. Ni siquiera las propias notas de prensa de la administración socialista pueden encubrir por completo las cosas, como puede comprobarse por esta gráfica extraída de una de ellas:

Obsérvese la tendencia global de los años 1996-2004 de las dos legislaturas del Partido Popular, y compárese con la del periodo posterior. Aunque en términos absolutos todavía se mantenga la tasa de paro por debajo de los niveles logrados por los gobiernos de Aznar, que partían de una situación mucho peor, es evidente que la autocomplacencia en relación a la situación actual sólo puede calificarse de temeraria. Y sobre todo, que los logros económicos de la derecha fueron notables, por mucho rencor sectario con que ZP los mire.

jueves, 24 de abril de 2008

Primavera de Madrid

Empieza a concretarse la idea de que los militantes del Partido Popular puedan elegir al presidente del partido por democracia directa. Ciertamente, no deberíamos idealizar el procedimiento, pues la clave se encuentra en cómo se accede a ser candidato. Es como mínimo dudoso que los que se presenten sean necesariamente los mejores posibles. Ahí tenemos las dudas que despierta McCain en Estados Unidos. Pero siempre será preferible un sistema de elección democrático que no el habitual de las intrigas de despacho y de restaurante.

Sobre todo, deberían llevarse a cabo primarias en el PP por una razón. Y es que por fin sabríamos si el gran partido de la derecha es más o menos liberal, conservador, democristiano, socialdemócrata o troskista. Según el líder que salga elegido, los que nos consideramos de derechas a fuer de liberales, tendremos, ya que no un elemento de juicio definitivo para saber si el PP es nuestro partido, sí por lo menos una base mucho más sólida que el mero deseo de que lo sea. Exactamente igual que los que son liberales a fuer de derechistas.

Aquellos que creemos que tan enemigo de la libertad es el relativismo moral como el fanatismo (que además suelen aliarse objetivamente), no podemos más que sentir el máximo respeto por quienes ven en la limitación del Estado un medio para salvaguardar sus conviciones morales o religiosas y el valor de la responsabilidad individual. Y viceversa. Unos pondrán el acento en la libertad de expresión y la libertad de empresa, y otros en el derecho a la vida y a elegir la educación de sus hijos, pero es evidente que desde nuestros distintos orígenes, confluimos en nuestra oposición al estatismo y a un embaucador concepto de falsa modernización, que en realidad halaga nuestros instintos gregarios más atávicos.

¿Cómo saber si, como sospechamos, el PP es el partido en el que básicamente puede darse esa confluencia, o si más bien la realidad se corresponde con una agrupación informe de familias ideológicas cuyo único común denominador sería un sentimiento tribal de pertenencia a una organización? Pues está claro que un método excelente para decidir la cuestión es celebrar elecciones primarias dentro del partido, y cuanto antes mejor. Muchos no ocultan su regocijo ante la actual crisis en la derecha, pero si se sabe aprovechar la situación con inteligencia y honradez, más de una sonrisa podría quedarse helada. Y en plena primavera.

Reus, París, Kioto

La fuga accidental de partículas radiactivas de la central nuclear de Ascó ya ha llegado, vía carretera, a una chatarrería a 70 km de la central, a cuatro km de Reus (104.000 habitantes) y a menos de 20 km de Tarragona (144.000 habs.) Según Isabel Mellado, del CSN, la contaminación no se encontraba en la chatarra, sino en el camión que la transportaba. No se imagina esta señora el inmenso alivio que me ha embargado al escuchar aclaración tan tranquilizadora.


Pero no ganamos para sustos, porque a las pocas horas hemos sabido que también han sido halladas partículas radiactivas a orillas del Ebro. Por supuesto, la posibilidad de que la contaminación haya llegado, a través del agua, a los grifos domésticos de Tarragona, sólo puede planteársela una mente enfermiza. Tal como la mía, sin ir más lejos.

Por todas estas escandalosas irregularidades que vamos sabiendo, el director de la central, junto a otro cargo subordinado, han sido destituidos, y al parecer algunas ONG ecologistas estudian acciones judiciales. Todo esto me parece muy bien, pero personalmente echo de menos, como ya he comentado hace poco, algo más de ese activismo lúdico-reivindicativo al que los ecoprogres nos tienen acostumbrados... cuando no están ellos en el gobierno autonómico.

Dicho esto, creo que el uso de la energía nuclear es inevitable. Todo ese discurso políticamente guay de las energías renovables, suena muy bien a la mayoría, pero adolece gravemente de realismo. Basta preguntarnos, para darnos cuenta de esto, qué superficie de placas solares, pantanos o molinos de viento necesitaríamos para igualar la producción eléctrica de una central nuclear.

Esto no significa que podamos ignorar el serio inconveniente que presenta la fisión nuclear, que es la generación de unos residuos altamente tóxicos, y con unos procesos de reciclaje de siglos. Esta tecnología requiere no sólo buenos ingenieros, sino también instituciones libres, independientes del poder político, que puedan exigir transparencia y responsabilidades cuando las cosas no se hacen bien. La mejor política para el medio ambiente no es aquella que otorga prerrogativas exageradas a la administración, no es la que más ecotasas y más sanciones aplica, sino al contrario, aquella que limita su poder, que no adjudica a funcionarios o a políticos la facultad de decidir cuándo conviene dosificar la información, o simplemente ocultarla, para no fomentar el "alarmismo". La mejor prueba de ello es que donde se han producido las peores catástrofes ecológicas no ha sido en los países del capitalismo salvaje y depredador, sino en los socialistas, donde el poder del Estado sufre menos limitaciones.

Evo Morales ha propuesto en no sé qué tinglado de la ONU abolir el capitalismo para salvar al planeta. Por lo menos, hay que reconocer que el chico es sincero y directo. Los burócratas de Naciones Unidas y de la Unión Europea no están en cambio por la labor de cargarse el invento que a fin de cuentas les da de comer, prefieren seguir chupándole la sangre lentamente al capitalismo. De maneras más sofisticadas, ellos hablan de Protocolo de Kioto, y hasta parece que de verdad nos van a salvar.

miércoles, 23 de abril de 2008

La anomalía catalana

Ayer tuve el honor de participar en la tertulia política de COPE Tarragona de los martes, gracias a la gentileza de su responsable de informativos, Frederic Recansens. Mientras comíamos, justo antes de grabar el programa, recibíamos la noticia de la candidatura de Alberto Fernández Díaz a la presidencia del PP de Cataluña. Así que ya son tres los candidatos, en contraste con la situación del PP nacional, donde (de momento) sólo se presenta uno.

Aunque no es esta la anomalía a la que me refiero, en cierto modo sí deriva de ella. La anomalía catalana, que es muy similar a la anomalía vasca, consiste en que, tanto en Cataluña como en el País Vasco, el centroderecha está dividido en dos grandes partidos. Para abreviar me centraré en el caso catalán, en el bien entendido que casi todo lo que digo puede trasladarse en gran parte a la situación del País Vasco.

En el Principado tenemos que el votante liberal-conservador-democristiano-socialdemócrata (por utilizar la nueva terminología oficial) debe elegir entre dos grandes partidos, CiU y PP. Naturalmente, esta división del voto beneficia a la izquierda. Lo sorprendente es que ésta no gobierne en Cataluña desde hace mucho más tiempo, y no porque Cataluña sea más de izquierdas que otras regiones, sino precisamente debido a aquella división fatal de la derecha.

Cuando Esperanza Aguirre se refería en su discurso del 7 de Abril a la excepción que supone España con respecto a los países de nuestro entorno, donde la derecha liberal ha gobernado mucho más tiempo, en realidad estaba dando cuenta de un fenómeno cuya causa última se encuentra en esta peculiaridad del País Vasco y sobre todo (por su mayor peso demográfico), Cataluña, la comunidad autónoma donde el Partido Popular ha obtenido menor porcentaje de votos. Aunque sea una verdad de Pero Grullo, no está de más enunciarla con toda la rotundidad: Si no existiera CiU, el PP habría gobernado muchos más años en España.

Decía que sorprende que la izquierda haya tardado tantos años en gobernar en Cataluña. Lo hubiera conseguido mucho antes si el voto de centroderecha hubiera tendido a repartirse fifty-fifty entre CiU y PP. Para evitar esto, es evidente que ambos partidos están obligados a diferenciarse en algo, intentando cada uno atraer al mayor número de votantes de su lado del espectro político. En esta estrategia inevitable, quien venció siempre fue CiU, gracias al discurso nacionalista. En general, en España el votante de centroderecha vota al PP. En Cataluña, ese mismo votante vota preferentemente a CiU, al menos en las autonómicas, y frecuentemente también en las generales.

La estrategia de CiU, a pesar del éxito que le ha reportado durante largos años, entrañaba sin embargo un grave riesgo. Al centrar su discurso en los temas identitarios, Jordi Pujol descuidó la defensa del ideario liberal-conservador que se supone constituye la otra alma fáustica de la coalición. En Cataluña, desde mucho antes de que llegara al poder el tripartito, la derecha nacionalista había cedido el terreno cultural a la izquierda. Ésta a su vez se había adaptado perfectamente al nacionalismo, con lo cual se daba de hecho una especie de alianza tácita entre ambas ideologías, una síntesis omnipresente en los medios, en los intelectuales y en la educación que Miquel Porta Perales definió con un término afortunado: Nacional-progresismo.

Era cuestión de tiempo que esta hegemonía cultural acabase llevando al poder al PSC. Aparentemente, no debería lamentarse la alternancia, sino todo lo contrario, pero el problema puede ser precisamente que, debido a esa hegemonía abrumadora del nacional-progresismo, la alternancia pueda haberse terminado para siempre en Cataluña... Y tal vez en toda España. Los buenos resultados de los socialistas en Cataluña, con su decisiva repercusión en el resto de la península, y ello pese a su desastrosa gestión de gobierno, incluyendo el hundimiento de un barrio entero por las obras del Metro, parecen abonar esa inquietante predicción.

Por supuesto, no toda la culpa histórica de lo sucedido cabe achacársela a CiU. Detengámonos ahora en el caso del Partido Popular. Al igual que su rival dentro de la derecha, el PPC nunca ha tenido otra opción que buscar un elemento diferenciador con respecto a CiU, porque repartiéndose los votos aproximadamente por igual, pierden los dos. Parecería lógico que dicho elemento fuera precisamente la oposición al nacionalismo ¿cierto?

Pues no. Se trata de un error garrafal. La derecha liberal, sin duda, no puede ser coherentemente nacionalista, debe defender la libertad lingüística al igual que la libertad económica o la libertad de expresión. No puede plegarse ante la falacia de unos supuestos derechos colectivos con los que se atacan los únicos y verdaderos derechos que existen, que son los individuales. Pero convertir lo que es una consecuencia entre otras del liberalismo en el centro de su programa es en el fondo un error tan burdo como lo que parece la táctica opuesta, y que de hecho ha sido también la tentación histórica del PP catalán, acercarse al nacionalismo. De una manera u otra, lo único que se consigue es competir con CiU en su propio terreno.

En realidad, la derecha nacionalista se lo ha puesto mucho más fácil al Partido Popular. Al renunciar CiU a defender las ideas liberales y conservadoras, el PP hubiera podido convertirse fácilmente en el partido en el que éstas encontraran refugio, y desde aquí sí que hubiera podido lanzarse a la conquista de ese votante de centroderecha, más interesado en el modelo de sociedad, que no en cuestiones simbólicas y tribales.

El problema, paradójicamente, es que Cataluña no es tan diferente del resto de España. Es que en ella también la derecha ha estado acomplejada ante la pujanza de los prejuicios seudoprogresistas. A pesar de que con más razón que en cualquier otra parte de España, se veía abocada a tomar la iniciativa y, por decirlo nuevamente con las palabras de Esperanza Aguirre, "librar las batallas ideológicas", escabulléndose del pantanoso debate nacionalista (lo cual no tiene nada que ver con plegarse al nacionalismo ambiente) y yendo a por todas en el debate entre izquierda y derecha, a pesar de ello, ha caído en la misma actitud meramente defensiva, cuando no sumisa, que el Partido Popular de toda España. Ha caído en el error que Hayek consideraba congénito del conservadurismo, el cual comparte (negritas mías)

"todos los prejuicios y errores de su época, si bien de un modo moderado y suave; por eso se enfrenta tan a menudo al auténtico liberal, quien, una y otra vez, ha de mostrar su tajante disconformidad con falacias que tanto los conservadores como los socialistas mantienen. (...) Los conservadores han ido asimilando una tras otra casi todas las ideas socialistas a medida que la propaganda las iba haciendo atractivas. (...) Esclavos de la vía intermedia, sin objetivos propios, los conservadores fueron siempre víctimas de aquella superstición según la cual la verdad tiene que hallarse por fuerza en algún punto intermedio entre dos extremos."

¡Quién me negará que más que al conservador (término no siempre unívoco), parece que Hayek estaba definiendo al típico centrista!

Recapitulando. Si en general el centrismo timorato de la derecha le ha puesto las cosas tan fáciles a la izquierda, en el caso de Cataluña, el aventurerismo nacionalista de una parte de la derecha, encarnada en CiU, la ha llevado a una situación mucho más penosa, de verdadera marginalidad. El Partido Popular, por tanto, debería volcarse en acabar con la anomalía catalana, de la forma que acabo de apuntar, no cediendo ante el nacionalismo, pero sin caer en la trampa de desgastarse en esta postura antes de abrir el debate que de verdad importa, que es entre derecha e izquierda, entre liberalismo y estatismo, entre principios morales y relativismo.

domingo, 20 de abril de 2008

Que se vaya

Es digno de nota. Tenemos que los gays quieren formar una familia tradicional. Los pacifistas nacionalistas quieren ser ministros de Defensa. Los ecologistas en el gobierno catalán miran para otro lado ante escapes radiactivos y apoyan trasvases hídricos. Conclusión: La derecha quiere ser socialdemócrata.

En esta línea, pronto podremos escuchar a Solbes dar consejos de liberalismo a Rajoy, del mismo modo que se los han dado ya de patriotismo, o de amor a (todos los tipos de) familia. Y si Zapatero hace caso a Antón Uriarte, pronto le dirá al jefe de la oposición que no hay que generar alarmismo con lo del cambio climático. ¿Estoy de coña? En absoluto. En cuestiones ideológicas pasa como en cuestiones sentimentales. Cuando te duermes, aparece indefectiblemente otro que te levanta a la chica. Y me abstengo de desarrollar la metáfora para no caer en chabacanerías.

En mi anterior entrada, resumí la posición de Rajoy diciendo que la libertad no es suficiente, entendiendo esto tanto en clave interna (sumar y no restar, etc), como en sentido filosófico, como concepción de la sociedad. Pues bien, por sí sola, esta afirmación es irreprochablemente cierta. El problema es la consecuencia que extrae Rajoy, que es el Estado quien debe suplir las supuestas insuficiencias de un sistema de libre mercado. Don Mariano, pues, se nos revela como un estatista más, al igual que Zapatero, y con ello, creyendo integrar, creo que puede conseguir justo lo contrario, irritar a todos, tanto a liberales como a conservadores. Porque lo que necesita la libertad, no es más Estado, sino Principios Morales. Eso es lo que caracteriza a la derecha liberal, la única que realmente ofrece una alternativa a la izquierda política y cultural. Rajoy, al optar por el mucho menos ambicioso objetivo de ser una alternativa al gobierno actual, seguramente no conseguirá ni siquiera esto.

Los Principios Morales son los que ayudan a los débiles de la manera más eficaz, y ello de dos maneras. Primero, estimulándoles a salir adelante por sí mismos, al disuadirles en la medida de lo posible de querer vivir de la sopa boba, es decir, sostenidos por las laboriosas clases medias. Y segundo, manteniendo las redes familiares y asociativas privadas que tradicionalmente han sido las encargadas de ayudar a los pobres, los enfermos y los ancianos. Los socialistas de izquierda y derecha, en cambio, opinan que eso es tarea del Estado. La diferencia es que con ello, los primeros refuerzan su poder, mientras que los segundos se conforman con ser los eternos suplentes. Es decir, refuerzan también al poder, sea en la forma de un monopolio o de un duopolio. Porque renunciar a un mensaje con el pretexto de que la mayoría de los españoles no lo comprenderán, no es simplemente dar la batalla por perdida, es querer estar siempre en el lado del vencedor, a costa de lo que sea y como sea, tomándonos a los 10.169.973 votantes de Rajoy por más ilusos de lo que ya hemos demostrado ser hasta ahora.

Por eso, quizás no sea un mal consejo que se vaya Esperanza Aguirre. Quizás si aparece un nuevo partido esos diez millones largos de votantes tengamos por primera vez la libertad de elegir entre el zapaterismo light de Rajoy, y una verdadera alternativa al zapaterismo. Dicho más brevemente: Libertad de elegir. O más breve todavía: Libertad. Eso que "los socialistas de todos los partidos" a los que se refería Hayek ven tan necesitado de matizaciones, aclaraciones, escolios y sí peros.

Que se vaya. A poder ser Rajoy, claro. Y si no, que no se preocupe, ya nos iremos otros.

ACTUALIZACIÓN: Los hechos me han dado la razón antes de lo que esperaba. Me refiero a lo de Solbes dando lecciones de liberalismo a Rajoy, como nos ha revelado Ajopringue. Insisto: lo decía completamente en serio.


Socialismo ilicitano

En su discuso pronunciado en Elche, Rajoy ha venido a decir, resumiendo, que en el PP coexisten distintas tendencias, ya sean liberales, conservadoras, democristianas o socialdemócratas. Ha recordado que existen otros partidos con una ideología mucho más definida, a los que pueden acogerse los disconformes con la visión integradora defendida por él. Y hay algo que no ha dicho, pero que se sobreentiende: A esos partidos no los vota apenas nadie.

Hay que admitir que estas afirmaciones son indiscutibles. Son el enunciado de meros hechos, preexistentes a cualquier valoración que se haga de ellos. Sin embargo, las conclusiones que extrae Rajoy de esas premisas objetivas, sí pueden ser discutidas. Porque la integración puede hacerse de diferentes maneras. Una, que es la suya, consiste en una mezcla sincrética de las distintas posiciones ideológicas, que sólo conduce a la confusión y la desorientación de su base social y a la utilización oportunista del discurso que más conviene en cada momento para alcanzar el poder o mantenerse en él. Otra consiste en tratar de encontrar un eje ideológico vertebrador que permita converger a las distintas posiciones en lo fundamental, sin que ello suponga renunciar a matices diferenciadores, que pueden mantenerse sin ninguna necesidad de ambigüedades conciliadoras en las cuestiones fundamentales.

Si alguien duda a estas alturas del carácter sincretista, de aguachirle, de la ideología rajoyana, léase el pasaje de su discurso que reproduzco a continuación:

"Pero además, yo quiero deciros una cosa: yo creo en la libertad, he creído toda mi vida en la libertad, porque es el fundamento de la dignidad de la persona y porque creo en la libertad como motor de progreso. Quien genera riqueza y bienestar no es el Estado, sino es la gente. Y el Estado está para ayudar y generar condiciones para que la gente y las personas lo puedan hacer. Creo en más cosas que en la libertad, creo en la igualdad de derechos y oportunidades, porque sin igualdad de derecho y oportunidades no hay libertad. Y yo creo que el Estado tiene que ayudar a aquellas personas a las que no les va tan bien. Yo creo en la educación pública y en la Sanidad pública y en un sistema de pensiones público y si alguien no cree en un sistema de pensiones público –porque este debate ya lo hubo en España- que lo diga.
Libertad sí, pero hay gente en la sociedad a la que las cosas le van mejor o peor, que pueden tener mala suerte o pueden no ser tan listos y ahí se necesita la solidaridad y la cohesión. Y yo eso lo voy a defender, porque es lo que creo."

Es decir, Rajoy cree que la libertad, por sí sola, es insuficiente para promover la prosperidad general. Cree que se necesitan unos servicios públicos esenciales, sin los cuales mucha gente quedaría excluida de esa prosperidad. Es muy dudoso que Esperanza Aguirre, a quien están dirigidas esas palabras, no esté a favor del sistema de pensiones público. Pero si por ventura creyera, como lo hacemos algunos, que a la larga es insostenible, y que debemos caminar hacia su privatización, pasando por una etapa mixta de transición, está claro que tendría a Rajoy en contra. Y en esto, el actual líder del PP ha procedido de manera muy parecida a la de Solbes, cuando en su debate televisivo con Pizarro, trató de acorralar a éste exhumando unas supuestas declaraciones del turolense en apoyo del sistema chileno de pensiones. Nada nuevo bajo el sol, desde los tiempos en que el felipismo ganaba una y otra vez las elecciones con el estribillo de "la deresha oz va a quitá lah penzione".

En definitiva, todo esto equivale a decir que los socialistas tienen razón. Un poco de capitalismo está bien, pero controlado. El PSOE actual a fin de cuentas no propone derribar el sistema capitalista, del cual a fin de cuentas se alimenta, ni más ni menos que como lo pueda hacer el Partido Comunista chino. ¿Por qué entonces deberíamos preferir a Rajoy sobre Zapatero? ¿Por el asunto de las negociaciones con ETA? El problema es que, una vez hemos aceptado que un brumoso ideal de justicia social justifica recortar la libertad económica de los ciudadanos, y obligarles a costear un ruinoso sector público, ¿por qué no podemos justificar cualquier iniquidad en nombre de un no menos vaporoso concepto de paz? La inconsistencia ideológica en un determinado campo sencillamente no puede traer nada bueno en los adyacentes. Sobre cimientos falsos no puede construirse nada sólido, y además se amenaza a las construcciones contiguas.

Más allá de Rajoy y de Zapatero, hay otros mundos. En una próxima entrada trataré de desarrollarlo.

sábado, 19 de abril de 2008

Ceci n'est pas un transvasement

El trasvase que no es un trasvase ha desviado la atención de otro trasvase, este de partículas radiactivas de la central nuclear de Ascó al exterior. Al parecer, podrían verse afectados varios niños de un colegio gerundense que había realizado una visita a la central.

Es curioso. A la oposición sólo se le nota que es pro nuclear (lo que no me parece mal) cuando se le presenta una buena ocasión para no tenerlo en cuenta, incomodando así a un gobierno montillesco que presume de verde. O que al menos tiene como conseller de medio ambiente a uno de estos comunistas asperjados con esencias clorofílicas. En cambio, ahora que sabemos que los socialistas son pro trasvase-que-no-es-un-trasvase, no deja de resultar admirable lo bien que lo disimularon cuando se trataba de fastidiar a Aznar, y luego de poner en aprietos a Rajoy.

Por cierto, se me ocurre, en esta línea de sugerencias libres de impuestos, que Tele5 bien podría montar un dramático reportaje, al estilo Nunca Mais, basado en esos niños supuestamente contaminados, y abrir sus noticiarios durante varios días con el mismo tema. Pero sospecho que los responsables de la central están de suerte: Los ecologistas no están en la oposición, sino en el gobierno. ¡Con qué infinita prudencia y serenidad se ven las cosas desde esa posición!

Ello no significa que no puedan surgir algunas leves críticas. Para estos casos tenemos la técnica Magritte, en alusión a aquel artista surrealista uno de cuyos cuadros mostraba una pipa con la leyenda: Ceci n'est pas une pipe. Sólo le faltó añadir: "...Es un emisor puntual de humo."

Veamos algunas aplicaciones:

Esto no es una cesión ante los terroristas, es un proceso de diálogo para darle una oportunidad a la paz.

Esto no es presionar a los jueces, es que el vuelo de las togas no eluda el polvo del camino.

Esto no es una misión de guerra, es una misión humanitaria para defender la Alianza de Civilizaciones.

Esto no es una crisis, es una leve desaceleración transitoria.

Esto no es engañar descaradamente a la gente, es buen talante y mirada positiva.

Y a ver qué os parece entonces ésta, de mi propia cosecha:

Esto no es una fuga radiactiva, es una aportación puntual de partículas al exterior. ¿Que esas partículas contienen isótopos radiactivos? Sí, pero no hagamos un uso demagógico de los términos. Estos son isótopos ¡de izquierdas! Anda que no cambia la cosa.

miércoles, 16 de abril de 2008

Juguete roto


Siempre he sentido cierto recelo ante el Plan Hidrológico Nacional. Es que no puedo evitar palparme los bolsillos cada vez que algo se quiere justificar acudiendo a expresiones como solidaridad, interés general o bien común, y tanto la izquierda como la derecha sienten pasión por usarlas.

Nadie duda de la utilidad de las carreteras o de los pantanos. Pero para los habitantes de un pueblo condenado a ser anegado por las aguas, o para los propietarios cuyos terrenos se verán expropiados, el llamado interés general no deja de ser una curiosa forma de denominar a la desgracia que se ha abatido sobre ellos, se mire como se mire.

Uno de los supuestos fundamentales del PHN era que trataba de aprovechar aguas sobrantes que se desperdiciaban en el mar. Los habitantes del Delta del Ebro en general nunca aceptaron esa premisa. Ellos creen que por debajo de cierto caudal mínimo, la salinización del Delta será irreversible, lo que llevará a su desaparición, junto con todas las actividades económicas ligadas a su singular paisaje. Para ellos, el trasvase supone desequilibrar fatalmente la vieja lucha entre el Ebro y el Mediterráneo, a favor de este último.

No sé si este análisis es acertado o no. No soy un científico. Pero desde luego es la única argumentación seria en contra del PHN entre las muchas tonterías que llegaron a decirse.

A lo mejor es que tienden a caerme bien las gentes del Delta, con ese catalán tan sabroso que hablan, que parece valenciano, y esa gastronomía basada en los arroces y el pescado por la que no oculto mi devoción.

Sin embargo, aun suponiendo que tuvieran razón en sus temores, los naturales de las comarcas más meridionales de Cataluña se equivocaron fatalmente en su estrategia. Con tal de abortar el PHN, se echaron en manos de los socialistas y los ecologistas criptocomunistas, a los que les importaba un pimiento el Delta, los Monegros o cualquier otra consideración que no fuera desgastar al gobierno de Aznar. Pensaron que podrían utilizar las rivalidades políticas en su favor, pero los utilizados fueron ellos.

No han transcurrido ni dos meses desde que el PSOE ganara las elecciones habiendo prometido en su campaña electoral que no tocaría ni una gota de agua del Ebro, cuando ya ha decidido prolongar el actual trasvase a Tarragona hasta Barcelona, con una demanda hídrica muy superior a la de la vieja capital romana y su entorno. Y por si no fuera bastante con el engaño, a ello añaden la burla, negando lo evidente con eufemismos que por sí solos son denigrantes.

La Plataforma en Defensa del Ebro debería haber negociado con el gobierno del PP sobre la mejor forma de intentar reducir el impacto medioambiental sobre el Delta. De hecho, el PHN, que contaba con las subvenciones europeas, ya contemplaba inversiones considerables dedicadas a este capítulo. Pero prefirió una oposición frontal, y con ello sólo benefició a quienes en un futuro nada lejano les traicionarían vilmente. Una vez les han ayudado a conseguir el poder, han sido abandonados como un juguete roto. Al menos espero que la lección les aproveche. El día de mañana, que vuelvan a confiar en la izquierda.

domingo, 13 de abril de 2008

Problemas txikitológicos

Algunos sabios de taberna, entre txikito y txikito, gustan de sentenciar que el problema vasco sólo se solucionará "hablando". Y hasta se explayan filosóficamente:

"Todas las guerras y follones que han habido se han arreglado reuniéndose y discutiendo... Ni lo de Irak se va a solucionar con guerra, porque al final se tendrán que ir Estados Unidos o Inglaterra. Tendrán que dialogar. Será necesario que se produzcan reuniones. Todos tendrán que ceder..." (Catedrático de Txikitología Javier Clemente, en El Mundo de hoy.)

Desde luego, no debe sorprendernos que quienes piensan que los aliados deberían retirarse de Iraq en aras de la paz, también defiendan que hay que dialogar con ETA. Es coherente. Por eso Zapatero ha hecho las dos cosas.

Asimismo, debe reconocerse que el pronóstico de Clemente acerca de la retirada de Estados Unidos y Reino Unido acabará cumpliéndose tarde o temprano. No se quedarán ahí toda la vida, como no se quedaron indefinidamente en Alemania tras derrotar a los nazis.

Porque, efectivamente, tengo entendido que el problema alemán no se solucionó precisamente a base de muchas reuniones ni discusiones. Ni creo tampoco que el problema matrimonial de un marido que acostumbra llegar a casa borracho y le da una soberana paliza a la mujer, pueda resolverse a base de diálogo, precisamente.

Pero por lo visto, el problema de unos criminales que se dedican a poner coches-bomba, a pegar tiros en la nuca, a extorsionar y amenazar es de una naturaleza distinta. Aquí hay que sentarse a negociar, es decir, a ceder algo a cambio de algo. ¿Por qué? El sabio de taberna no entra en esas precisiones. Lo importante, se sobreentiende, es conseguir la paz. Es como si le dijéramos a la mujer maltratada, que lo importante son los niños, que debe aguantar, y ceder por el bien de ellos. Y a veces la mujer acaba creyéndolo, y hasta sintiéndose culpable ella.

Creo que Clemente se podía haber quedado en Irán, practicando la abstinencia alcohólica según los preceptos coránicos. Seguro que su puto hígado lo hubiese agradecido.

sábado, 12 de abril de 2008

Iconos progres


El icono del Che hace tiempo que ha sido desmontado, aunque algunos sigan sin enterarse. El icono de Salvador Allende, aunque tampoco es que tenga una base muy consistente que digamos, puede parecer más difícil de remover. La razón es comprensible. Allende murió, con el fusil en la mano, durante el violento golpe de Estado apoyado por Estados Unidos y dirigido por el general Pinochet, que implantó una brutal dictadura. Los éxitos económicos del régimen militar, así como su autodisolución después de quince años, no pueden hacer olvidar las graves violaciones de los derechos humanos que perpetró.

Sin embargo, la imagen de Salvador Allende como un presidente irreprochablemente democrático, cuyos ideales fueron tronchados por la bárbara reacción imperialista, no puede ser más falsa. Allende trató de implantar un régimen socialista en Chile. Nada más ser elegido presidente, anunció la nacionalización de la banca, la creación de tribunales populares al estilo cubano, y fueron indultados varios terroristas de extrema izquierda.* Pronto siguieron ocupaciones violentas de fincas, organización de grupos armados afines al gobierno, planes de control del poder judicial y de la prensa, etc. Todo ello en medio de algo más que gestos de acercamiento a Castro y la URSS, y en un clima de huelgas y profunda crisis económica provocada por las disparatadas medidas socialistas del gobierno. No es exagerado decir que Allende estaba dispuesto a correr el riesgo de una guerra civil. De hecho, llegó a declarar que si la hubiera, "la ganaríamos".**

Pero más que esta apretada síntesis, un retrato inigualable del personaje nos lo daba hace poco un artículo de Hermógenes Pérez de Arce, quien nos relata cómo Allende arrebató el periódico
Clarín a su propietario, pese a que éste le apoyó en su campaña electoral contra la derecha, o precisamente por ello. Se presenta en su casa a cenar, rodeado de su guardia armada con metralletas, y le espeta:

"Conmigo no vas a hacer lo que has hecho con Ibáñez y Frei. Te hago matar, culpo al imperialismo, te declaro héroe nacional, te rindo honores de general en el cementerio y hablo en tus funerales. Ya lo sabes."

No le hizo falta aplicar su maquiavélico plan, porque el propietario, que no debía ser tonto, se largó a España.

Así las gastaba Salvador Allende, ese mártir de la democracia.

_______
* César Vidal,
La estrategia de la conspiración, Ed. B, 2000, págs. 285-286.

** Ibid., pág. 292.

Suerte que aquí tenemos a Zapatero


Según informaciones recientes, el ejército francés habría bombardeado en Somalia el refugio de piratas implicados en el secuestro de un yate con tripulantes y pasajeros franceses, liberados ayer tras pagar un rescate. Al parecer, en la operación habrían muerto tres de los secuestradores y la mitad de ellos habrían sido apresados. También se especula con que el dinero del rescate podría haberse recuperado, al menos en parte.

Más allá de la exactitud de los detalles, que supongo se irán precisando, lo que llama la atención es la violenta respuesta de Nicolas Sarkozy. ¡Suerte que aquí tenemos un gobierno progresista! Sólo una leve preocupación empaña esta sensación. La próxima vez que unos piratas avisten un barco con bandera francesa, me temo que podría tener lugar un diálogo entre ellos similar a éste:

-Oye tío, ¿supongo que no pretenderás abordar un barco francés? Acuérdate de lo que les pasó a los últimos que lo hicieron...

-Pues tienes razón. ¿Por qué no abordamos ese otro de bandera española? Dicen que allí tienen un presidente dialogante y amante de la paz...

-¡¡¡Al abordajeeee!!!

viernes, 11 de abril de 2008

Apostillas al Nombre de la Derecha

Eduardo Robredo, en su post Por Qué No Soy De Derechas, ha replicado el mío anterior.

Según deduzco de sus palabras, para él mercado libre y capitalismo no son lo mismo. Si por capitalismo se refiere al sistema económico realmente existente en gran parte del mundo, no le falta razón. El intervencionismo promovido tanto por gobiernos de izquierdas como de derechas es enorme. Ahí tenemos al presidente Bush tratando de capear la crisis económica provocada por organismos reguladores como la Reserva Federal... con más regulaciones. Y las trabas a la libertad de mercado no son sólo responsabilidad de los gobiernos. Muchos empresarios y grandes grupos económicos son los primeros que tratan de obtener privilegios de la administración que restrinjan la libre competencia en su favor. Elogian hipócritamente el capitalismo mientras no hacen más que violar sus reglas. Esto no es un fenómeno nuevo, evidentemente, y ya lo describió Adam Smith en páginas de penetrante lucidez.

Aun así, el capitalismo real sigue siendo el mejor sistema que ha existido nunca, el que ha creado con diferencia la mayor cantidad de riqueza de la historia. Por supuesto que las instituciones no dejan de evolucionar. Defender el capitalismo no es defender la Reserva Federal (¡un organismo burocrático, a fin de cuentas!) o el FMI (ídem de ídem), ni a multinacionales cómplices de dictaduras africanas, sino a ese tejido de millones de pequeños empresarios que dan empleo al 90 % de la población de los países ricos y generan por tanto casi toda su prosperidad. No conozco mucha gente de izquierdas que sea sensible a esta realidad. Ellos prefieren pensar que todos los empresarios son unos puercos explotadores y destructores del medio ambiente. Bueno, exceptuando a los empresarios de según qué medios de comunicación, los artistas y Al Gore. No hay nada como ser progre para que te perdonen tu riqueza, y sobre todo para incrementarla a cargo del presupuesto.

Eduardo también critica mi defensa de la tradición judeocristiana. Por un lado afirma que la idea de que la libertad necesita de la tradición se contradice con la existencia de regímenes pasados sostenidos ideológicamente por la religión y el clero. Y por otro lado señala que toda tradición es algo cambiante (por ejemplo en épocas pasadas la esclavitud era aprobada), lo que demostraría que debemos ser escépticos ante ella. Por supuesto, yo no defiendo una actitud acrítica ante la tradición. Pero Eduardo no hace más que poner de manifiesto una de sus dos características esenciales: Que cambia, no es inamovible. La otra característica es que al cambiar, lo hace lentamente. Pues bien, ¡eso es la evolución espontánea de la sociedad! Se trata de un proceso natural que permite a la sociedad adaptarse sin brusquedades, y que es exactamente lo opuesto a los utopismos y a los precipitados reformismos a los que son tan aficionados los progres.

Por otra parte, conviene estar prevenido ante mucha mercancía que se quiere hacer pasar por tradición. Si a unos gamberros se les ocurre un día tirar una cabra desde lo alto del campanario de su pueblo, por mucho que lo repitan varios años seguidos no merece ser considerado una tradición. Existe multitud de ejemplos de tradiciones apócrifas, que retrospectivamente son revestidas del prestigio de una falsa antigüedad. Parafraseando la conocida frase de Samuel Johnson sobre el patriotismo, podría decirse que la tradición es el último refugio de los canallas. Pero no parece lógico deducir de ello que el problema es la tradición, y no los canallas.

En cuanto a la connivencia entre poder y religión, nadie pretende negarla. La idea que he defendido otras veces en este blog (ver etiquetas) es que sin religión ni tradición, el poder es todavía más ilimitado. Porque la ausencia de un cierto orden espontáneo o heredado favorece la intromisión legisladora del poder, so pretexto de suplir la inevitable desorientación que tal vacío normativo comporta. Si los fumadores hubieran cultivado asiduamente ciertas viejas normas de urbanidad, nos habría parecido absurdo e intolerable que la administración se entrometiera hasta el punto de sancionar al dueño de un establecimiento privado por permitir fumar a sus clientes o trabajadores. La mala educación engendra inexorablemente funcionarios que velan por el cumplimiento de aquellas normas que no hemos sabido asumir voluntariamente.

Eduardo cree también que no es prudente rehabilitar la marca derecha, demasiado asociada a toda una serie de términos negativos procedentes del Antiguo Régimen, es decir, anteriores al siglo XIX. Pues yo creo justamente lo contrario, que es la izquierda la que está lastrada por ciertos episodios nefastos del siglo XX. Me hace gracia que en una discusión sobre el concepto de derecha me hablen de la Inquisición, cuando la peor Inquisición de la historia, sin comparación, ha sido la organizada mucho más recientemente por Estados sostenidos por ideologías izquierdistas.

Por último, respecto al lema “Menos Lakoff, más Pinker”, lo comparto sobradamente, y hago mía, hasta donde puedo juzgar del tema, la crítica que el segundo hace de las teorías del primero en Cómo funciona la mente, Ed. Destino (2000) págs 404-405, y también en su artículo Block That Metaphor. Pero de casi todo libro se puede aprender algo, y no seré yo quien rechace una idea aprovechable. Ni que venga del mismo Lenin.

jueves, 10 de abril de 2008

Por qué soy de derechas

Cuatro son las razones que me llevan a identificarme con la derecha. Las dos primeras quizás parezcan triviales, y las dos últimas me temo que le resultarán demasiado cínicas a más de un alma bella.

Por una parte, me considero de derechas por mi visión de las cosas, que podría sintetizarse en dos ideas básicas:

(1) Porque soy liberal, y eso implica entre otras cosas estar a favor del sistema capitalista, es decir, de un mercado libre de las intromisiones del poder político.

Por supuesto, en buena parte de la derecha también se ha dado históricamente un intervencionismo rampante, pero probad decirle a la mayoría de la gente que sois partidarios del capitalismo y que no sois de derechas, a ver qué os contestan.

(2) Porque creo que la libertad arraiga mejor allí donde se respetan los principios morales tradicionales, es decir, allí donde no es el Estado quien dictamina lo que está bien y lo que está mal, y que no es accidental que el liberalismo deba tanto al concepto judeocristiano de persona.

Pero por otra parte –que quizá sea más importante, como se verá– me proclamo de derechas por una razón política que enlaza con lo que acabo de decir en el segundo párrafo de (1), y que explico a continuación.


(3) Porque si niegas ser de derechas, lo que pensará todo el mundo es que lo eres. Entonces ¿para qué negarlo? ¿Se imagina alguien a Zapatero negando ser de derechas? En cambio, me temo que no sería difícil imaginarnos a Rajoy. Por eso mismo, la izquierda se complace una y otra vez en recordarle su nombre a la derecha, sabiendo que ésta responderá negándolo despavorida (o matizándolo, que no sé qué es peor) y por tanto abonando estúpidamente la opinión de que se trata de algo vergonzoso o cuando menos que debe ser atenuado o disimulado. Un progre como George Lakoff lo tiene perfectamente claro, cuando propone a sus alumnos el ejercicio que da título a su conocido libro, que he comentado hace poco, No pienses en un elefante. Basta que te lo propongas, para que no puedas evitarlo. Por eso cuando Nixon apareció en televisión, durante el caso Watergate, diciendo I’m not a crook, consiguió exactamente el efecto contrario al que pretendía, que todo el mundo pensara que lo era. Negar es evocar aquello que se niega. Por tanto, políticamente es un error. Y el discurso de que izquierda y derecha son conceptos “superados” (que significativamente es tan raro escuchar a la izquierda) es otra variante del mismo error, INCLUSO AUNQUE SEA VERDAD. A ver si lo entendemos de una vez, santo Dios.

(4) Porque, y esto deriva de lo anterior, pero conviene destacarlo todo lo posible, si nos proclamamos orgullosamente de derechas, desactivaremos la principal arma que tiene la izquierda antiliberal y relativista, que es precisamente abortar todo amago de debate intelectual echando mano del término derecha como si fuera un espantajo con el cual sus adversarios ya se ponen a temblar. “Pues sí, soy de derechas. Y ahora, si quieres, hablamos acerca de las diferencias entre socialismo y liberalismo.”

El día que aparezca un político capaz de dar esta respuesta a sus oponentes, será el principio del fin del imperio cultural de la izquierda. Que sí, que derecha e izquierda son conceptos demasiado imprecisos, excesivamente lastrados por connotaciones caducas. Todo eso es cierto, pero también es indiscutible la vigencia de su operatividad emocional. Y ante ello, algo hay que hacer.

Podemos empeñarnos en disquisiciones semánticas acerca del centro o del centroderecha, que no cambiarán para nada los usos lingüísticos establecidos, sino al contrario, los reforzarán, porque al vulgo le suenan a meras justificaciones, a peticiones de perdón por existir. Y la debilidad siempre inspira desprecio entre las masas.

O bien podemos intentar actuar sobre dichos usos, tomando la ofensiva dialéctica, asumiendo quienes somos antes de que nos lo lancen a la cara como si fuera una acusación. No creo que sea tan complicado.

miércoles, 9 de abril de 2008

¿Esperanza es de centro?

El término centrismo fue utilizado por Esperanza Aguirre, en su memorable discurso de ayer, en dos ocasiones. La primera, cuando dijo:

"No me resigno a que tengamos que parecernos al PSOE para aparentar un centrismo o una modernidad, que ya están en las bases de nuestras convicciones y nuestros principios políticos y no en los de ellos, como he señalado."

Y la segunda, cuando afirmó que

"la opción [centrista y] liberal, que consiste en confiar en los ciudadanos, en sus iniciativas, en sus energías, en su creatividad y en su indiscutible afán de prosperar, es la mejor solución para los problemas de los españoles. Y esa opción liberal sólo la ofrece el partido Popular."

Curiosamente, la segunda mención, entre corchetes, no aparece en las transcripciones escritas del discurso que podían leerse ayer en los medios digitales. No se trata de la única diferencia entre el discurso oral y el escrito, suponemos que fruto de la improvisación de la presidenta madrileña, como puede comprobarse en este vídeo. Pero no deja de resultar significativa.

¿A qué se refiere Esperanza cuando habla de centrismo? Obsérvese que en la primera mención lo asocia a la palabra "modernidad", mientras que en la segunda, yuxtapone el término con el de liberal, que repite muchas más veces en su discurso, y que define perfectamente en las palabras que siguen. Nada en éstas, por cierto, parece aludir a algún significado diferenciado que tuviera la palabra centrista.

Sea lo que sea a lo que se refiere Esperanza Aguirre, lo que está claro es que para ella el centrismo es una seña de identidad del PP, no una asignatura pendiente. Esperanza no propone ningún "giro al centro" (lo cual, viniendo de la derecha, sólo puede consistir en un acercamiento a la izquierda) sino todo lo contrario, lo que sugiere es que es la izquierda la que debería aproximarse a sus posiciones.

En el discurso oral, Aguirre cita el famoso ensayo de Hayek, Por qué no soy conservador, para desentenderse de la etiqueta de conservadora. Quizás no recordaba que en ese mismo escrito, el gran pensador austriaco rechazaba la concepción según la cual, los liberales ocuparían el centro de una hipotética línea en la que los socialistas y los conservadores estarían ubicados en los extremos izquierdo y derecho, respectivamente. Para Hayek, sencillamente el liberalismo no tiene nada que ver con el centro, con ese conservadurismo que está dispuesto a asimilar buena parte de las ideas socialistas, y que él despreciaba profundamente.

Quiero creer, sin embargo, que la táctica de Doña Esperanza podría consistir en convertir ese término en un sinónimo de "liberal", una especie de submarino semántico. Con ello podrían lograrse dos cosas. La primera, y más inmediata, que se desactivase su carácter de palabra-trampa con la cual los eternos Gallardones obstruyen la divulgación del liberalismo, dándole precisamente el sentido opuesto. Y la segunda, que a la larga acabara siendo un término superfluo, que muriera de forma natural y cayera por fin en desuso. Lo que desde luego redundaría en el rigor del lenguaje político.

lunes, 7 de abril de 2008

Discurso histórico de Esperanza Aguirre


Existen algunos raros ejemplares de políticos que no viven sólo de las encuestas de opinión, que no se conforman con tratar de amoldarse a lo que la mayoría cree o piensa, si eso les sirve en su ascensión hacia el poder. Son aquellos que defienden unas ideas y unos principios determinados, y tratan honestamente de difundirlos entre el pueblo para poder realizarlos con su apoyo. Estos políticos son verdaderos educadores del pueblo. Se encuentran exactamente en el polo puesto de los demagogos que sólo apelan a lo que hay de más vulgar en nosotros. Ellos son los verdaderos demócratas, pues en lugar de rebajarse ante el pueblo, tratan de elevarlo y dignificarlo.

Esperanza Aguirre, con el discurso pronunciado hoy, ha demostrado ser un político en el sentido más noble del término. Y sobre todo ha demostrado que, si Dios quiere, será una gran presidenta algún día, esperemos que no muy lejano. ¿Por qué no en 2012, cuando se cumplan los doscientos años de la promulgación de la Constitución de Cádiz?

Dos son las ideas fundamentales del discurso inteligente y claro pronunciado en el Foro ABC. La primera, que entre las dos grandes posiciones ideológicas de nuestra era, estatismo y liberalismo, "entre los que creen que el Estado puede juzgar mejor que los individuos sobre sus necesidades, y elegir por ellos, y los que consideramos que cada persona debe elegir libremente", ella defiende sin ambigüedades la segunda opción.

La segunda idea fundamental es que el Partido Popular no tiene nada de qué avergonzarse, sino todo lo contrario. Es su principal adversario, el PSOE y la izquierda en general, quien tiene verdaderos motivos históricos para hacerlo, tanto por su papel durante los terribles años treinta, como por sus actuales connivencias con regímenes deplorables, pasando por su actitud no tan lejana en el tiempo hacia determinadas minorías de las que ahora se erige como su máximo defensor, léanse los homosexuales.

Esperanza ha dicho lo que muchos estábamos deseando escuchar a un político de primera fila, y sobre todo, lo que muchos deben empezar a escuchar, porque no lo saben todavía. Que la modernidad y el progreso no se encuentran en las viejas consignas de una izquierda manipuladora y profanadora de la palabra libertad, sino en esa derecha liberal que tiene como modelo a Estados Unidos, la primera potencia democrática mundial, y el primer país de la historia fundado sobre la idea de libertad. Esperanza no lo menciona en su discurso, pero nombra a España, cuyo destino está unido a América. Es suficiente.

domingo, 6 de abril de 2008

Los elefantes no existen ¡y vale ya!

Hemos visto lo que había de aprovechable en el libro de George Lakoff, No pienses en un elefante. Veamos ahora cuáles son sus errores, lo que no es menos instructivo.

A lo largo de todo el libro, posiblemente de manera involuntaria, el autor practica una confusión sistemática entre la eficacia política de un argumento y su validez lógica o empírica. De hecho, parece como si cuando nos muestra la función de una expresión usada por la derecha, con ello ya nos hubiera demostrado su carácter engañoso y manipulador. Algo así como si se nos revelara el secreto de un truco de magia. Por el contrario, los argumentos de la izquierda basta con que sean efectivos para que resulte innecesaria cualquier averiguación acerca de si, además, son verdaderos o no.

Así por ejemplo, frente a las críticas contra el matrimonio gay, Lakoff se ufana de su propia contrarréplica, que consiste simplemente en decir con tono triunfante “no creo que el Estado deba decirle a la gente con quién puede o no puede casarse”. Por cierto, resulta curioso cómo aquellos que se erigen en defensores de los impuestos y el intervencionismo estatal (y Lakoff es uno de ellos, como veremos), cuando les conviene sacan a relucir su argumentario liberal, y además acusan a la derecha de hacer lo mismo pero al revés. Siempre me fascina la capacidad de la izquierda de proyectar en la derecha sus propios vicios. Pero ante todo, nótese la pobreza intelectual del argumento. Si el llamado matrimonio homosexual es una cuestión de ser libres para casarse con quien se quiera, ¿también lo será el matrimonio incestuoso o la poligamia? “No es lo mismo”, protestará el progre. Pero entonces el argumento, suponiendo que exista, debería ser otro. Si casarse con tres mujeres o con un hermano no nos parece una cuestión de libertad de casarse con quien se quiera, habrá que explicar por qué sí lo es casarse con una persona del mismo sexo. Nótese que no estoy negando que exista esta explicación (aunque no lo creo). Sólo afirmo que el argumento de la libertad no nos sirve en este caso. Pero no importa. Si a algunos les permite salir del paso, para el profesor Lakoff eso constituye en sí mismo una demostración.

Lo mismo puede decirse de su análisis de la expresión "alivio fiscal" utilizada por Bush. Es evidente que el presidente pretende sugerir que los recortes de impuestos son buenos y que sería muy raro que a alguien no le gustara pagar menos al fisco. Pues bien, de ello deduce Lakoff lo contrario, que esos recortes tienen que ser malos. Sinceramente, no veo la lógica.

Esta confusión entre lo que sería el arte de convencer y la lógica no es accidental en este libro. Deriva de una concepción descaradamente carente de ecuanimidad acerca de los modelos o marcos que llamamos izquierda y derecha, provocada por los prejuicios progres del autor –imposibles de ocultar tras la pantalla de una teoría supuestamente científica.

George Lakoff empieza preguntándose qué tienen en común las posturas conservadoras ante diferentes cuestiones, por ejemplo los impuestos y el aborto. Y antes de llegar a ninguna conclusión se da cuenta de que, pese a desconocer ese nexo común, él sostiene precisamente las opiniones contrarias en todos esos temas aparentemente sin relación alguna entre sí. Su respuesta a esta perplejidad inicial es la teoría de los dos modelos de familia, que él cree se encuentran en el fondo de las dos grandes ideologías, y recuerda mucho a la teoría de las dos visiones de Thomas Sowell, de la que he hablado en otra ocasión, aunque ignoro si existen influencias mutuas directas. Estos modelos pueden ser denominados como el del padre estricto y el de los padres protectores (nurturant parent family).

La mentalidad del padre estricto se basa en los siguientes supuestos:

El mundo es un lugar peligroso, y siempre lo será, porque el mal está presente en él. Además, el mundo es difícil porque es competitivo. Siempre habrá ganadores y perdedores. Hay un bien absoluto y un mal absoluto. Los niños nacen malos, en el sentido de que sólo quieren hacer lo que les gusta, no lo que es bueno. Por tanto, hay que conseguir que sean buenos.” (p. 28)

Para ello, es necesario un padre fuerte que imponga disciplina, con el fin de enseñarles la diferencia entre el bien y el mal, y a valerse por sí mismos. Lo primero les convertirá en personas sociables, y lo segundo les permitirá sobrevivir en el mundo sin depender ya más de sus padres. El modelo del padre estricto es lo que conecta las concepciones morales tradicionales de los conservadores con sus ideas sobre la política exterior, el capitalismo, etc.

Los padres protectores parten de una visión de las cosas completamente opuesta:

El padre y la madre son igualmente responsables de la educación de sus hijos. Se parte del supuesto de que los niños nacen buenos y pueden hacerse mejores. El mundo puede llegar a ser un lugar mejor y nuestra tarea es trabajar para conseguirlo. La tarea de los padres consiste en criar a sus hijos y en educarlos para que ellos, a su vez, puedan criar y educar a otros.” (p. 33)

La figura de los padres protectores se asocia sin dificultad con los que defienden la socialdemocracia, el pacifismo y concepciones morales más laxas.

Este intento de explicación de los dos grandes paradigmas ideológicos no me parece nada desacertado, realmente creo que es una buena exposición de sus diferencias esenciales. En un sentido profundo estoy dispuesto a aceptar que la derecha equivale a una visión pesimista o trágica de la realidad, mientras que la izquierda sería consustancialmente optimista, como ella misma gusta de proclamar. Pero esta constatación, por sí misma, no nos dice nada acerca de la verdad o falsedad de ambas. Que los seres humanos tenemos una inclinación hacia el mal, podrá ser una afirmación amarga y desagradable, pero ello no la convierte en necesariamente falsa. De hecho, en mi opinión está mucho más cerca de la verdad que el enunciado opuesto.


George Lakoff, asesor del PSOE

Pero el profesor Lakoff piensa lo contrario, y para reforzar su punto de vista nos presenta el modelo del padre estricto con los tonos más sombríos, y su opuesto como la expresión máxima de la racionalidad, la bondad y la empatía. Así para él es inherente al concepto del padre estricto el castigo físico, mientras que la confianza, la sinceridad, la honestidad y casi todas las virtudes imaginables se asocian con el modelo opuesto. Trasladado a la esfera de la política, la derecha resulta que está empeñada en que los pobres sean cada vez más pobres, destruir el medio ambiente y promover agresivas guerras por el petróleo, mientras que

los progresistas –proclama– quieren igualdad política, buenas escuelas públicas, niños sanos, atención a los ancianos, protección policial, granjas familiares, aire respirable, agua potable, peces en nuestros ríos, bosques por los que podamos escalar, cantos de pájaros y ranas [¡pero sigue!], ciudades vivibles, negocios éticos, periodistas que dicen la verdad, música y danza, poesía y arte, y puestos de trabajo cuyos salarios permiten vivir decentemente.” (p. 159)

Quien al leer lo anterior no haya derramado lágrimas de emoción, es que es un desalmado insensible. O sea, de derechas. Pero aun sin presentar los dos modelos de familia de manera tan tendenciosa, la formulación de Lakoff presenta problemas que la hacen menos interesante que la antes mencionada de Sowell.

Uno es el de cierta inevitable circularidad. ¿No será que la mentalidad conservadora favorece un modelo de familia, en lugar de que ésta favorezca a aquélla?

La otra dificultad del modelo es que, sometida a un análisis más concienzudo, no está tan clara la traslación a la esfera política que hace de los modelos de familia. Así por ejemplo, Lakoff asocia las políticas favorables a los impuestos con las de los padres protectores (programas sociales, etc). Pero cuando a alguien lo meten en la cárcel por defraudar a Hacienda ¿debemos imputarlo al padre estricto o al protector?

Con todo, aun salvando estas dificultades, la verdadera cuestión, como he apuntado antes, pero que Lakoff ni siquiera se plantea, consiste en cuál de los dos modelos se corresponde más fielmente con la realidad de las cosas. El profesor de lingüística, como él mismo confiesa, ya ha tomado partido desde antes de haber concebido su teoría. Para él, que la derecha liberal abogue por la reducción del tamaño del Estado, sólo puede explicarse por una perversa obsesión por reducir los gastos sociales. No se le ha ocurrido que si partimos de una visión pesimista de la naturaleza humana, todo crecimiento excesivo del Estado, que a fin de cuentas está constituido por seres humanos como los demás, con todos los defectos propios de la especie, incluyendo la pasión universal por el mando, difícilmente permitirá dar cumplimiento a las románticas esperanzas que algunos depositan en él, y en cambio puede ser el origen de las peores pesadillas, como la Historia nos enseña.

Quizás donde mejor se ponen de manifiesto sus prejuicios es en el tema del terrorismo. Lakoff llega al ridículo extremo de sostener la recalcitrante patraña de que una de las causas principales del terrorismo islámico es la desesperación de los que no tienen nada que perder.

Si se acaba con esa pobreza, se acaba con lo que alimenta a la mayoría de los terroristas, aunque los terroristas del 11-S tenían dinero.” (p. 93, negritas mías).

O sea, tenían dinero, pero la causa del terrorismo es la pobreza. ¡Y vale ya! Sencillamente, parece que los hechos objetivos no encajan en el marco progresista del señor Lakoff. La “explicación” del terrorismo por la violencia no es más que negarse a contemplar la verdad acerca de la naturaleza humana, explicando el mal por las circunstancias, y trasladando a la sociedad la responsabilidad del individuo. Es en definitiva el progresismo en estado puro. El peligro estriba en que, si como creemos algunos, el mundo no es como lo imaginan los progres, los errores acerca de la naturaleza de las cosas se acaban pagando caros. Lakoff cree que fue una equivocación atacar a Afganistán tras los atentados del 11-S, porque ello provocó la muerte de inocentes y nos iguala, según él, con los terroristas. Pero ¿qué alternativa propone? Aunque no entra en muchas precisiones, parece que él hubiera preferido que se hubiera ido a las supuestas causas del odio antioccidental. Pero incluso dejando de lado que quizás las causas no sean las que él imagina, ¿podemos concebir una política más suicida que dejar sin responder de manera contundente una agresión semejante? Pongamos un ejemplo de menor escala, el de unos delincuentes que se hacen fuertes con rehenes. Si la policía asalta el recinto y en la lucha subsiguiente mueren algunos rehenes, ¿debemos concluir que habría sido mejor ceder a las exigencias de los criminales? ¿No estaremos con ello favoreciendo la proliferación de este tipo de delitos, con consecuencias mucho más graves que las que pretendíamos evitar? Este tipo de cosas son las que los progres no quieren ver, porque desde luego no es agradable. Pero nadie dijo nunca que la verdad lo fuera.

El elefante, la gaviota y el armario

Poco antes de las elecciones, el PSOE escenificó el fichaje como asesor de George Lakoff, autor del conocido libro No pienses en un elefante. Escrito para ayudar a los progresistas norteamericanos a contrarrestar la influencia del poderoso movimiento conservador de su país, hay razones que me llevan a pensar que esta obrita podría ser más útil para el Partido Popular que no para los socialistas. Y ello tanto por sus virtudes, que las tiene, como por sus clamorosos defectos, que dejan en evidencia las inconsistencias más flagrantes del seudoprogresismo.

Un hecho resulta insoslayable, y es que la situación política en Estados Unidos es –sin exagerar demasiado– la opuesta a la de España. En nuestro país, quien se encuentra a la defensiva es la derecha, no la izquierda. Es ésta la que se ha adueñado del lenguaje y ha tenido la habilidad de llevar a su terreno el debate ideológico. El libro de Lakoff precisamente está dirigido a quien se encuentra en esta situación de desventaja, y lo que pretende es revertir tal estado de cosas. Por eso buena parte de su contenido merece ser tenido en cuenta por la derecha española.

Lakoff, además de un progre entrañablemente previsible, es profesor de Ciencia Cognitiva y Lingüística en Berkeley. Su teoría es que todos funcionamos mediante el uso de marcos y metáforas inconscientes, en las cuales integramos cualquier información objetiva que recibamos. Si un hecho no encaja con nuestro marco mental de referencia, lo rechazamos.

Los conceptos –afirma– no son cosas que pueden cambiarse simplemente porque alguien nos cuente un hecho*.”

La verdad, por sí sola, no te hará libre. Decirle al Poder únicamente la verdad no funciona. Tienes que enmarcar eficazmente las verdades desde tu perspectiva.” (p. 58)

No puedes ganar exponiendo simplemente hechos ciertos y mostrando que contradicen las reivindicaciones de tu oponente. Los marcos prevalecen sobre los hechos. Los marcos de él se mantendrán y los hechos rebotarán. Reenmarca siempre.” (p. 166)

Esto implica, además, que la gente no se mueve tanto por lo que se supone son sus intereses, como por su identificación con unos valores y una visión del mundo.

El Partido tiene que ofrecer al país –dice Lakoff– una visión moral clara, una visión común a todos los progresistas. No puede presentar sus programas como si fueran una mera lista de la compra.” (Págs. 18-19)

Y añade más adelante:

Los candidatos liberales [= de izquierdas, en el lenguaje político norteamericano] tienden a guiarse por las encuestas, y así deciden que tienen que hacerse más «centristas», por lo que giran a la derecha. Los conservadores no giran nunca a la derecha y, sin embargo, ¡ganan!” (p. 43)

(En adelante, para adaptar estas afirmaciones a la realidad española, sustitúyanse mentalmente todos los términos referidos a la izquierda por los opuestos de la derecha y viceversa.)

Los marcos mentales son activados por determinadas palabras. Por eso, quien consigue imponer un determinado lenguaje, triunfará activando el marco de su ideología. De ahí deriva el

principio básico del enmarcado para cuando hay que discutir con el adversario: no utilices su lenguaje.” (p. 24)

Sin embargo, no hay que caer en el error de pensar que todo es una mera cuestión de comunicación. Lo primordial es tener clara la propia visión global de las cosas (el marco). Las ideas y por tanto las palabras surgirán entonces con naturalidad. Una vez se dan estas condiciones, lo siguiente es

repetirlas una y otra vez, continuamente, y afirmarlas hasta que ocupen el lugar adecuado en nuestras sinapsis. Pero eso lleva tiempo. No ocurre de la noche a la mañana. Por eso hay que empezar ya.” (p. 50)

El ala derecha [recuerden: para nosotros, la izquierda] ha utilizado durante mucho tiempo la estrategia de repetir continuamente frases que evocan sus marcos y que definen las cuestiones importantes a su manera. Tal repetición consigue que su lenguaje parezca normal, que el lenguaje cotidiano y sus marcos parezcan normales, modos cotidianos de pensar acerca de las cuestiones importantes.” (p. 81)

Resumiendo, para contrarrestar esta hegemonía del modelo seudoprogresista, hay que oponer un modelo alternativo.

Tienes que hablar desde tu perspectiva moral en todo momento (...) Clarifica tus valores y utiliza el lenguaje de los valores. Abandona el lenguaje de los fontaneros de la política.” (p. 58)

Sin entrar ahora en una valoración de las teorías cognitivas del autor, lo que escapa por completo a mis conocimientos, no hay duda de que al menos en su aplicación práctica suenan muy convincentes. El Partido Popular montó su campaña electoral en torno a “los problemas que de verdad interesan a la gente” Pero ¿qué se supone que es lo que de verdad interesa a la gente? ¿El precio de la leche y los huevos? Cierto que también defendió principios morales, como en la cuestión de las negociaciones con ETA. Pero no ha bastado con ello, ni siquiera con poner en evidencia las mentiras de Zapatero. Una mayoría de la población ha creído que el fin de la “paz” justifica los medios, y la oposición ha sido incapaz de cambiar esa mentalidad, ha creído que con su digna actitud contraria era suficiente para recibir adhesiones. Todo por no tener la valentía de salir del armario, es decir, defender su propia visión del mundo en lugar de darla por sabida (en realidad, pasar de puntillas ante las cuestiones ideológicas) y preferir refugiarse en la “buena gestión” y demás virtudes de probos funcionarios.

No deja de resultar penoso que un progre americano parezca haber aprendido más de la derecha americana (por mucho que lo enmascare como deducciones científicas) que la propia derecha española.

(En el próximo post continúo con el análisis del libro y su interesante teoría acerca de los dos modelos de familia, que recuerda a la teoría de Thomas Sowell. No os lo perdáis.)


*Editorial Complutense, 2007, pág. 39. Todas las citas son de esta traducción castellana.

miércoles, 2 de abril de 2008

Miserere nobis

Estar de acuerdo en todo lo que dice Federico, de las 6 de la mañana hasta me parece que las 12 que dura su programa, cinco días a la semana, incluyendo su columna en El Mundo, sus libros y su blog sería algo prodigioso, lo nunca visto. Vamos, que ni dos gemelos univitelinos podrían aspirar a semejante coincidencia.

Dicho esto, evidentemente somos muchos los que compartimos sus posiciones fundamentales. Así, en lo del 11-M, creo que tiene más razón que un santo, y se me disculpará el chiste fácil en alusión a la cadena de los obispos. Si pensar que el 14 de marzo del año 2004 triunfó en España un golpe de Estado es ser un conspiranoico, muchos desde luego lo somos.

Ahora bien, hablar como hace Iracundo, del “apoyo incondicional” al PP por parte de Federico, me parece sumamente inexacto. Yo hablaría más bien de una relación amor-odio. Para cualquiera que lo siga mínimamente, es una evidencia que FJL lleva desde hace mucho tiempo defendiendo la existencia de una derecha liberal española. Esto puede hacerse de dos maneras, básicamente. Creando un partido nuevo, o intentando que el principal partido de la derecha asuma los postulados liberales y no reniegue de ciertas concepciones del conservadurismo clásico. Como desde luego no se logrará, es creando un partido nuevo… de izquierdas. Que es lo que son UPyD y Ciutadans.

Jiménez Losantos, es cierto, no pierde oportunidad de expresar cierta simpatía hacia el partido de Rosa Díez. Y en cuanto a C’s, en sus inicios al menos hizo incluso más que eso. Pero jamás ha negado que sus posiciones están más próximas a lo que podemos llamar derecha (libertad económica y respeto a la tradición judeocristiana) que no a la izquierda más agresivamente laicista y de tendencias socialistas o víaterceristas, por mucho que en algunos puntos programáticos el discurso de los partidos citados parezca más congruentemente liberal que el del PP (crítica sin medias tintas del nacionalismo, de la escasa división de poderes, etc).

Que Jiménez Losantos sea de derechas, podrá gustar o no. Pero apuntar esa característica en el capítulo de sus “miserias”, porque implica no apoyar por encima de otros al partido en el que Isidoro milita, se asemeja mucho a una pataleta infantil. Claro que a lo mejor lo que le resulta embarazoso es ese apoyo -por tibio que sea- de la COPE. Ya se sabe que hay quien perdona antes una ofensa que un favor.

Intereconomía contra Federico y Pedro J.

Aunque no lo sigo siempre, me gusta mucho el programa de Intereconomía TV "El gato al agua". Pero este martes me ha decepcionado. O sea, el problema no es si Rajoy es el líder político que necesita la derecha liberal-conservadora en este momento, sino si Federico o Pedro J. defienden una línea editorial determinada. El único que ha hablado con sensatez ha sido Román Cendoya, quien ha osado expresar sus dudas acerca de un Rajoy que ya ha perdido dos elecciones, y las últimas contra el peor presidente de la democracia española. ¿Tanto debe sorprender que haya quienes pensamos que, ante el gran salto adelante izquierdista del zapaterismo, no podemos aplazar por más tiempo la defensa sin ambigüedades de un proyecto liberal-conservador, y al mismo tiempo constatamos que Rajoy hasta ahora no ha estado precisamente por la labor? El líder del PP nos ha venido ofreciendo durante cuatro años centrismo, "mirar al futuro", buena gestión y las mismas vacuidades de esa derecha perfectamente adaptada al establishment socialdemócrata. Tan adaptada que no se distingue de él. ¿Por qué motivo deberíamos creer que en adelante lo hará mucho mejor?

Tenemos cuatro años para tratar de dar forma a un proyecto liberal conservador que debe ir mucho más lejos de lo que apuntaba el mejor Aznar -y que en gran medida se quedó en eso, en mero apunte. Un proyecto que por fin asuma con orgullo el ideario del que Federico Jiménez Losantos calificaba en su blog, dejando de lado falsas modestias, como el único think tank verdadero de la derecha liberal, Libertad Digital.

Unos meses antes de las elecciones, el discurso de prietas las filas podía tener su efectividad, porque en verdad no había tiempo para dudas desmoralizadoras. Pero ahora, sencillamente eso ya no cuela.