domingo, 30 de marzo de 2008

La mentira del Islam pacífico

El video de Geert Wilders en contra de la falsedad del Islam pacífico en el fondo, no está encontrando muchas facilidades para su difusión, que digamos.




Si alguien piensa que exagera, propongo un tema de meditación: Comparar la figura histórica de Mahoma con las de Jesús de Nazaret o la de Siddhartha Gautama, más allá de cualquier apriorismo religioso.

Y que luego me venga con que "no, si en el fondo..." En el fondo del mar, MATARile-rile-rile.

Seguridad ciudadana. Un ejercicio de oposición

Según la vicepresidenta del gobierno y ex jueza, Fernández de la Vega, casos como el de Mari Luz, la pequeña asesinada por un pederasta en libertad debido a un error judicial, constituyen fallos “excepcionales” del sistema, el cual está dotado de los ”mecanismos suficientes” para evitarlos.

Mentira cochina. Estamos hartos de fallos excepcionales, de asesinatos y violaciones cometidos por peligrosos delincuentes durante un permiso penitenciario, o tras estancias carcelarias de duración irrisoria. Esto no se resuelve endureciendo las penas, como propone la oposición pasteurizada. ¿Para qué, si luego no se hacen efectivas? Lo que falla precisamente es el sistema, el establishment de unos jueces, políticos y periodistas que mientras no maten a sus propios hijos anteponen la ideología a la decencia más elemental.

Esta colección de sinvergüenzas se aprovecha de unas leyes estúpidas hasta el paroxismo para imponer la interpretación que más favorece a los criminales. La legislación debe reformarse en profundidad para reducir al máximo esas posibilidades interpretativas, empezando por el artículo 25 de la Constitución, la fuente jurídica de toda esa basura marxistoide de la reeducación y la reinserción. Sí, lo sabemos, se necesitan dos tercios de las cámaras para poder llevar a cabo esta reforma constitucional, es decir, el acuerdo de los dos grandes partidos. Pero sólo con que uno de ellos se atreva a proponerlo, el otro no tendrá más remedio que secundarle, si no quiere verse retratado como el defensor de los delincuentes.

¿Por qué no aparece ese político que se atreva a plantear sin tapujos un remedio tan evidente, que sin duda cosecharía un gran apoyo popular? Quizás tenga miedo de que el sábado por la noche le monten en Tele5 un programa lacrimógeno sobre presos modélicos cuyas esperanzas de reinserción se verán truncadas por la derecha represora. (Hace unas semanas, por cierto, perpetraron uno sobre la eutanasia. En lugar de debatir abiertamente sobre “eutanasía sí o no”, el tema vino a plantearse más o menos como “sufrimientos inhumanos de enfermos terminales sí o no”. ¿Manipulación burda y descarada? No, qué va. Simplemente, orientan ligeramente al espectador. A favor del PSOE, claro está.)

Y sin embargo, con una mínima habilidad, una campaña en contra de los medios de comunicación puede convertise en la propaganda más útil, al privar a la izquierda de la posibilidad de apropiarse una idea que ella mismo ha estigmatizado. A ver si se enteran los señores de la oposición, de que la clave no está en presentar las propuestas quince días antes de las elecciones, sino en machacar con ellas durante toda una legislatura, para que hasta el más indocumentado acabe asimilando ciertas nociones básicas, y no forje su opinión con un programa emitido por el lobby televisivo catalán setenta y dos horas antes. O se deje influir por un atentado programado para el jueves o el viernes. Y si la izquierda quiere morder el anzuelo de condenar como facha una propuesta que, sólo con divulgarla con tiempo suficiente, atraería ingentes apoyos, que lo haga.

lunes, 24 de marzo de 2008

España es de izquierdas

O al menos eso es lo que piensan muchos, incluyendo a las lumbreras de Génova 13.

Ser de izquierdas significa creer que es bueno que el Estado intervenga en la economía y en todos los ámbitos donde convenga. No importa que la experiencia demuestre una y otra vez que los países que limitan el intervencionismo estatal progresan más que los demás, mientras que todos aquellos que llevan las políticas socialistas a sus últimas consecuencias, se hunden en la miseria. El estatalismo triunfa en las mentes apoyándose en dos grandes construcciones míticas.

La primera, que todo el que se opone a él está motivado por turbios intereses capitalistas o bien por la defensa de privilegios. La fuerza persuasiva de esta aserción deriva en gran medida de su carácter de media verdad, en el sentido de que cuando los empresarios reclaman por ejemplo un mercado laboral más flexible, o cuando el clero se opone a determinadas reformas, hay en ello innegablemente una defensa de intereses particulares. Estos intereses por supuesto son legítimos, pero compiten en desigualdad de condiciones con los de una clase política que es mucho más hábil en presentar los suyos propios como idénticos al interés general, puesto que a fin de cuentas esa es su especialidad. Cuando uno quiere pagar menos impuestos, es que es un egoísta y un insolidario, pero cuando son los políticos los que pretenden meter la mano en nuestros bolsillos, resulta que son los defensores del pueblo y se merecen un monumento. Nadie diría que en ambos casos hablamos de ejemplares de la misma especie biológica.

El segundo gran constructo mítico es el del antiamericanismo. Puesto que Estados Unidos es la primera potencia mundial gracias, en gran medida, a que ha puesto muchos más límites al desarrollo del Estado paternalista que Europa, es imprescindible bombardear sin descanso con una propaganda negativa en sentido opuesto, presentándolo como un país imperialista en el exterior (mientras se relativizaba en el pasado el verdadero imperialismo, el soviético, y en la actualidad la amenaza islamista) y una sociedad injusta y violenta en el interior, estereotipo basado en una burda ignorancia y la repetición de tópicos que tienen más de un siglo.

El poder de esta ideología no reside, como acabo de sugerir, en su consistencia intelectual, sino en la capacidad del Estado para clientelizar a buena parte de la intelectualidad (profesores, profesionales de los medios de comunicación, artistas), que actúan como un ejército ideológico omnipresente que desde las aulas y las televisiones, principalmente, difunden la verdad del establishment.

Colabora poderosamente con la influencia de estos nuevos clérigos (pues en gran medida han sustituido el papel que antiguamente tenían los curas) una enseñanza pública de calidad decreciente, que hace que España continúe siendo un país con bajísimos índices de lectura y de conexión a Internet, en el que triunfa la peor especie de telebasura promovida directamente por progres millonarios como Sardá o Buenafuente. Entre mamarrachada de Chikilicuatre y edredoning de Tele5, se administra el chistecito sobre Bush o sobre la Iglesia y los contravalores socialistas se van instilando progresivamente en unas consciencias así embrutecidas por el pan y circo, lo que permite que sigamos dando alegremente al César lo que es del César: O sea, puesto que Dios no existe, todo.

¿Cómo oponerse al avance inexorable del Estado? Contra un poder sólo cabe enfrentar otro poder. Lo que a veces un tanto eufemísticamente se llama la sociedad civil consiste principalmente en grupos económicos lo suficientemente independientes, ya se trate de medios de comunicación, fundaciones, think tanks, etc como para poder disputar con el Estado, aunque sea levemente, su influencia sobre la población. El modelo es por supuesto los Estados Unidos, donde un sin fin de organizaciones, muchas veces sin ánimo de lucro, aunque ello no es condición indispensble, trabajan por que el Estado no siga creciendo, e incluso por reducirlo. Una de sus tareas prioritarias es desde luego mantener al partido republicano fiel a los principios liberal-conservadores.

En España está casi todo por hacer. Venimos de una dictadura originada por la reacción contra la revolución comunista de 1917-1936. Y ya se sabe que lo malo de las reacciones es que terminan pareciéndose mucho a aquello que las provoca. El franquismo estableció un Estado del Bienestar heredado y perfeccionado por el Partido Socialista Obrero Español, hasta el punto de que pretende haberlo creado él. Los españoles estamos acostumbrados a un mercado laboral rígidamente paternalista, con un elevado porcentaje de desempleados, y nos hemos vuelto demasiado pusilánimes ante las reformas liberalizadoras que precisamente podrían resolver ese problema. Nos hemos acostumbado a una Seguridad Social "gratuita" (o sea, pagada con nuestros impuestos) que cada día funciona peor, porque preferimos que los políticos administren nuestro dinero aun ganando menos, y teniendo unos servicios deficientes, que no tomar decisiones individuales sobre el mejor seguro médico a contratar, ganando salarios más altos. En fin, nos hemos acostumbrado a una precaria sensación de seguridad, ante la cual sacrificamos cualquier verdadera perspectiva de prosperidad y de libertad.

Esta situación no podrá revertirse, sino que seguirá empeorando, si los individuos más emprendedores y preparados no se deciden a apoyar las ideas liberales colaborando en la medida de sus posibilidades, y aportando cuantos más medios mejor. Mientras, los más modestos seguiremos agitando e importunando al Leviatán con nuestras picaduras de mosquito.

Mariano K

Anoche terminé de leer El desaparecido, de Kafka, quizás más conocida como América, aunque el editor de Valdemar, con buen criterio en mi opinión, ha optado por un título distinto del que impuso en su primera edición el famoso amigo del escritor de Praga, Max Brod.

La novela no alcanza la grandeza de sus más famosas El proceso y El castillo, pero todos los adeptos de Kafka reconocemos en ella al escritor nato que describe con penetrante psicología situaciones y personajes, así como el estilo inconfundible que sólo puede ser definido ostensivamente con el adjetivo kafkiano, porque es imposible reducirlo a ninguna de las incontables claves interpretativas que se han propuesto.

Tras llenar esta laguna en mi conocimiento de la obra kafkiana, que diría un pedante, me dispongo ahora a volver a leer los dos grandes clásicos citados, de los que guardo un recuerdo maravillado que parece acrecentarse con los años. Ayer ya empecé con el primer capítulo de El proceso. Y su primer fruto ya lo he tenido esta mañana, escuchando la tertulia del programa "La mañana" en la COPE. Soy de los que creen que, admitiendo que la realidad siempre supera a la ficción, la literatura puede hacérnosla con frecuencia más inteligible.

Me explico. Ya empiezan algunos a querer mentalizarnos de que el PP debería abstenerse en la votación de investidura de Zapatero. Que si un voto negativo es arrojar al PSOE en brazos de los nacionalistas, que si no se entenderá empezar la legislatura con una actitud destructiva, que si patatín que si patatán. Suelo estar casi siempre de acuerdo con las posiciones que defiende Federico Jiménez Losantos (y lo del "casi" lo pongo más que nada porque, a diferencia del turolense, yo soy del Barça), pero es que en este caso, además, me parecen tan certeras, que me cuesta entender cómo personas tan inteligentes como Recarte o Albiac defienden la abstención parlamentaria frente al no que propone Federico. El caso de Herrera no me sorprende tanto: es un político.

Vamos a ver. ¿Realmente puede haber alguien que sin ser socialista pretenda que las televisiones abran sus informativos, al día siguiente de la investidura, presentándonos a un PP que ha sido incapaz de votar contra Zapatero, regalándole así un plus de legitimidad que no necesita y mucho menos necesita España, pero que al mismo tiempo no ha podido reprimir la pataleta de abstenerse? Pues eso es lo que dirán, desengañémonos. Después de cuatro años en los que Rajoy ha aceptado reunirse con Zapatero todas las veces que le ha pedido y ha proclamado una y mil veces que le apoyará si cambia de política terrorista, mientras que los socialistas no han dejado un sólo momento de acusar al PP de todo, salvo de ser el ejecutor material del 11-M (sólo le han acusado de ser el causante), después de todo lo que hemos vivido la pasada legislatura, pretenden que empecemos la actual de nuevo con la misma estrategia que tanto éxito ha reportado al PP. "No, si ya sabemos -replican- que Zapatero nos la volverá a jugar, pero que no se diga que fue porque no le dimos otra opción." ¡Pero si lo van a decir en todo caso, so cenutrios!

Y aquí es donde acude en nuestro auxilio el ilustrativo caso del inolvidable Josef K, el protagonista de El proceso. Cuando vienen a detenerle una mañana, K primero piensa que debe tratarse de una broma, por lo que no ofrece apenas resistencia.

"K no infravaloraba el peligro de que más tarde se dijera que no aguantaba ninguna broma [¡crispador!]... si era una comedia, seguiría el juego."

Más adelante, cuando empieza a impacientarse y plantea unas mínimas exigencias, sus vigilantes le revelan que son unos simples subalternos, que no tienen culpa alguna de lo que le está ocurriendo. K decide esperar a entrevistarse con un funcionario de rango superior. Y así, de cesión en cesión, el detenido se hunde cada vez más en una situación sin salida. Lo bueno es que esa actitud razonable y civilizada no ayuda en nada a la defensa de nuestro personaje, sino todo lo contrario, pues para los arquetípicos burócratas a los que se ve enfrentado, toda cesión no es más que un reconocimiento tácito de culpabilidad, mientras que la menor chispa de resistencia a destiempo, se interpreta además como una muestra de mala voluntad y se exagera hasta el infinito. El desasosiego que provocan las novelas de Kafka, en buena medida se debe a que, aunque sabemos que el protagonista es víctima de una injusticia, resulta difícil sustraerse a la sensación de que no está tan completamente exento de culpa como podría parecer.

Mariano Rajoy lleva cuatro años interpretando el papel de Mariano K de cesión en cesión hasta la derrota final. Yo ya he dicho lo que pienso sobre su capacidad de liderar una oposición de verdad otros cuatro años. Lo he dicho a los pocos minutos de conocerse los resultados electorales, porque haberlo hecho antes hubiera sido incurrir en profecías de autocumplimiento. Pero si ahora Rajoy opta por que el Partido Popular se abstenga en la votación de investidura no hará más que corroborarme en mi opinión, la de que no será K quien aparte del poder a Z.

Nota filosófica: Nietzsche observó con su característica hiperlucidez que el nihilismo europeo era el último grado de la voluntad cristiana de justicia, que le llevaría a cuestionarse la existencia de un Dios que permite la injusticia. Veo un cierto paralelismo de este análisis con esta derecha tan impecablemente escrupulosa que permite que la pisen y la humillen quizá por un instinto de formalidad. Al igual que el nihilismo, se trata en el fondo de una patología que supone dar la razón a los que no creen ni en la justicia ni en las formas.

domingo, 23 de marzo de 2008

La estafa del manómetro

Me sucede a menudo que cuando me dispongo a comprobar la presión de los neumáticos del coche, me encuentro con que el surtidor de aire de la gasolinera aparece adornado con el cartel de No funciona. Voy a otra, y el manómetro pierde aire por el tubo de goma. Al final, acabo desistiendo, ya los inflaré otro día, me digo.

En casos así te aconsejan que pidas el libro de reclamaciones, y a continuación pierdas un tiempo considerable con trámites administrativos que normalmente sólo puedes realizar durante el horario laboral, o bien encargar a un gestor. Aparte de esta actuación individual, desde las instancias que suelen tener voz en los medios de comunicación, se reclama a la administración mayor rigor y frecuencia en las inspecciones, sanciones más duras, etc.

Sin embargo, existe una solución más efectiva y sobre todo mucho menos costosa: Que los manómetros dejen de ser un servicio adicional obligatorio. Veríamos entonces que las estaciones de servicio se animarían a ofrecerlo por un módico coste, y por tanto con un incentivo real para mantener en un estado adecuado los dispositivos necesarios. Los consumidores, probablemente echando no más que una moneda de un euro, tendríamos la seguridad de poder inflar las ruedas en la primera gasolinera en la que nos detengamos, ahorrándonos tiempo y por tanto dinero consumido en la búsqueda de un puto manómetro que funcione, así como en trámites ante las oficinas de defensa del consumidor, y sobre todo en impuestos dedicados a sostener la burocracia del ministerio de industria que lleva aparejada la más mínima regulación (inspectores, administrativos, etc). Por no hablar de los pinchazos, reventones y accidentes que se evitarían de esta manera.

"Pues yo no pienso pagar un euro por inflar los neumáticos", replicarán muchos casi con toda seguridad. Respuesta: "Ya lo estás pagando, cenutrio, y encima te estafan."

Otro día hablaremos de la estafa de la sanidad, la estafa de la educación...

sábado, 22 de marzo de 2008

Si no me llaman teocón, algo estaré haciendo mal

Quienes defienden la eutanasia ya tienen su premio. El gobierno regulará la objeción de conciencia de los médicos que no quieran ser cómplices de un asesinato. Y ya sabemos lo que significa regular en el lenguaje de la administración: Restringir una libertad que hasta entonces nadie discutía.

Así es como algunos autodenominados liberales defienden la libertad contra la carcundia y el oscurantismo teocón de la derecha vaticanista y bla bla bla: Aliándose objetivamente con el Estado Providencia. Lo bueno es que encima reparten carnés de liberales.

Algunos hemos explicado hasta la saciedad por qué el individualismo hedonista no favorece la causa de la libertad, aunque se sirva de una retórica liberal. Primero dejaremos que el Estado se haga cargo de los ancianos y enfermos, "para que no sufran" (y de paso, para que no incordien), después que se haga cargo de los niños (republicanismo laicista, educación para la ciudadanía), y por último todos los demás nos arrojaremos en brazos de la paternal administración, pues a fin de cuentas, ¿quién vela por nosotros desde la cuna a la tumba, si hemos disuelto todos los vínculos familiares y espirituales entre los individuos, a mayor gloria de unas entelequiales virtudes republicanas?

Algunos en Red Liberal tildan de reaccionarios a quienes no encajamos con su visión decimonónica del progreso. Tiene gracia. Abogan por la investigación con embriones con el "argumento" de que así se evitarán supuestamente millones de muertes. Esta clase de discurso de afectación moral me recuerda poderosamente al que trata de criminalizar a los escépticos sobre el cambio climático haciéndoles responsables de no sé qué catástrofes hipotéticas que se ciernen sobre la humanidad. Porque de los incontables frentes de investigación médica que existen, algunos experimentamos dudas éticas acerca de una en concreto, resulta que queremos parar el progreso y debemos cargar sobre nuestra consciencia todas las muertes por enfermedad de origen genético habidas y por haber en el futuro. Dudo que la desmesura sea el mejor método para defender ninguna posición, salvo que uno ande poco sobrado de recursos intelectuales.

Por supuesto que estar en contra del aborto o de la eutanasia no es una postura exclusivamente liberal. Por lo que he podido escuchar a Miró i Ardèvol, el presidente de e-cristians, no es en absoluto un liberal, sino que encaja más bien con un perfil conservador en el sentido que utilizaba Hayek en su conocido ensayo Por qué no soy conservador. Pero que un liberal coincida en algunos asuntos con un conservador no le convierte en conservador, ni viceversa. Por supuesto, en el sentido en el que se usa el término en Estados Unidos, no tengo empacho en que se me adjetive como conservador. El problema es que cuando matizaciones tan elementales se hacen necesarias, es señal de que la marrullería y la demagogia barata están en auge.

viernes, 21 de marzo de 2008

¿Vale la pena cambiar la ley electoral?

Algunos partidos, ya sea antes o después de las elecciones, han planteado la conveniencia de una reforma de la ley electoral.

Ante todo, mi opinión es que la democracia es un medio para cambiar de gobierno de forma pacífica, no un fin. La cuestión fundamental de la política es cómo limitar al máximo el gobierno (es decir, en última instancia, la coacción), no quién debe formar parte de él. El problema, por tanto, no lo veo tanto en la composición del legislativo, como en su función de mero apéndice del ejecutivo.

Dicho esto, analicemos la representatividad de los distintos partidos en el Congreso. Para ello, bastan unos sencillos gráficos como los que pueden verse a continuación. El primero nos muestra el porcentaje de votos y el porcentaje de diputados obtenidos por cada partido, y el segundo lo mismo, pero limitado a los partidos minoritarios para una mejor visualización.



Las conclusiones saltan a la vista. Son las siguientes:
  • El PNV es el partido más favorecido en su representatividad.
  • Los dos grandes partidos, PSOE y PP, resultan ligeramente favorecidos.
  • CiU es el partido cuyo porcentaje de escaños se corresponde de manera más ajustada a sus votos.
  • Los demás partidos nacionalistas o regionalistas no están sobrerrepresentados, sino al contrario (salvo NA-BAI).
  • IU y UPyD son los partidos más perjudicados.
De aquí se deduce que la opinión de que la ley electoral beneficia a los partidos nacionalistas, es una media verdad. Sólo puede afirmarse de manera rotunda del PNV.

Otra cosa es que su influencia en el ejecutivo sea excesiva, o que otros partidos minoritarios que no son nacionalistas estén mucho peor representados.

Lo primero me parece mal, pero no es achacable a la ley electoral en sí, aunque está claro que imponiendo unos porcentajes mínimos para entrar en el parlamento se podría atajar de manera drástica el problema. Pero con ello sólo se evitaría la cuestión de fondo, que es el papel de las Cortes como mera cámara de resonancia del ejecutivo que, en la práctica, les asigna la Constitución. No sólo eso: Posiblemente tendríamos un parlamento más cómodo para el partido gobernante, sea cual sea, lo cual no creo que sea un resultado deseable desde un punto de vista liberal.

En cuanto a lo segundo, que las minorías estén infrarrepresentadas, ni siquiera me parece que esté mal. No creo que la proliferación de siglas en el arco parlamentario sea necesariamente una garantía de mayor libertad. Ahí tenemos el ejemplo de Estados Unidos, donde verdaderamente existe una independencia del poder legislativo, y en cambio el bipartidismo es aún más acentuado que en nuestro país.

domingo, 16 de marzo de 2008

Aproximación a la caverna

La característica definitoria de la izquierda real, en España al menos, no es ya la adopción de una determinada postura en el debate entre partidarios de más Estado y los de menos Estado, sino su habilidad para eludir plantear siquiera dicho debate. Con la colaboración inestimable, todo hay que decirlo, de la derecha real. No sorprende a nadie que quienes compiten por la conducción de la maquinaria estatal, sean del color que sean, estén escasamente interesados en poner límites a tan formidable instrumento, y por tanto en llamar la atención sobre ese tema. Ello no obsta para que una oposición inteligente comprenda que esos límites son la única garantía para no ser eliminada definitivamente del tablero de juego. La única duda es si esa oposición existe. Ante los espectáculos de cierre de filas incondicional alrededor del Líder Supremo, que nos es dado contemplar estos días, parece cuando menos justificada.

La estrategia de la izquierda para eludir la cuestión central de la política, que si se planteara seriamente, le obligaría a mostrarse a la defensiva, es retrotraernos una y otra vez a los orígenes de la división entre derecha e izquierda, asociando a la primera con unos nebulosos conceptos de autoritarismo y dogmatismo. Aunque la izquierda prefiere evocarlos con expresiones más emocionales como son la de derecha cavernícola, el oscurantismo, la derecha casposa y toda la consabida retahila de mitin de autocar y bocadillo de jamón. (Pero también algún blog liberal que se las da de duro fustigando al clero.) No importa que ese autoritarismo de índole patriarcal y clerical sea hoy un fenómeno sociológicamente residual e irrelevante (y esto en Europa: porque en Estados Unidos, como veremos luego, prácticamente no se dio nunca). La cuestión es que sigue funcionando como espantajo, y lo hace obedeciendo a razones profundas que me propongo analizar.

Desde el siglo XVIII no ha dejado de crecer la proporción de intelectuales que han creído que para combatir el autoritarismo dogmático, era necesario acabar con la noción misma de autoridad y desterrar todos los dogmas. Se trata de un error capital, devastador. Autoridad, en su sentido originario, es un término asociado a la virtud de aquel que por sus propios méritos y el ejemplo se hace acreedor del respeto de quienes se reconocen inferiores en sabiduría y otras cualidades ante él. El profesor, el magistrado, el médico, los padres, son figuras cuya autoridad no puede ser cuestionada frívolamente por ninguna civilización que aspire a perdurar, salvo en los casos particulares en que por una conducta impropia merezcan perderla. Asimismo, es una ilusión pertinaz la de que alguna sociedad pueda sobrevivir sin un mínimo de principios y valores que no estén sujetos a cuestionamiento. Si todo puede ponerse en duda, ¿por qué no los derechos humanos, la libertad individual, la democracia? ¿Por qué no justificar el asesinato o el robo en función de cualquier peregrina construcción teórica? ¿Cuál es el límite de lo que puede ser sometido a crítica? Yerran algunos liberales que opinan que partiendo de una determinada definición de libertad, el problema puede resolverse de manera puramente racional. Definir es convenir, y que todo se base en una convención significa precisamente que todo –absolutamente todo- se puede cuestionar, incluso la libertad.

Ahora bien, al contrario de lo que podría creerse, el socavamiento de la autoridad y de las creencias morales no fue iniciado por la izquierda ilustrada. Se trata de un proceso cuyo origen es muy anterior, y probablemente imposible de datar con precisión, aunque podemos observarlo en un estadio muy avanzado en la época de los absolutismos monárquicos. Fue, si se me permite forzar el término, la “derecha” de las cortes absolutas y sus burocracias las que empezaron a minar el orden moral europeo, al hacer depender toda autoridad natural de la coacción de los aparatos estatales. El Estado por su propia naturaleza racionalizadora, y al contrario de lo que vulgarmente se piensa, es un agente revolucionario, que tiende a disolver toda tradición, incluso cuando se presenta como su máximo garante. Porque toda norma, incluso cuando muestra un carácter más reaccionario, puede convertirse en un estorbo para el despotismo, que en esencia consiste en la arbitrariedad, la del poder político no sujeto a ninguna constricción normativa.

Dicho de otro modo, y aunque suene paradójico, los peores enemigos de la autoridad y del dogma son el autoritarismo y el dogmatismo, es decir, la asunción por parte del Estado del mero aspecto formal de ambos, por el cual se quieren hacer pasar la más burda coacción y la persecución del libre pensamiento. El Estado vacía de contenido aquello cuya “defensa” asume, porque el Estado en el fondo sólo se defiende a sí mismo, y tiende instintivamente a fagocitar toda fuente autónoma de autoridad.

Esta es la razón por la cual en los Estados Unidos, la tendencia conservative ha estado en gran medida libre de esos vicios de origen. Porque si bien por una parte la Revolución americana es una hija de la Ilustración y el racionalismo, por otro no podría comprenderse sin el elemento religioso protestante. La lectura individual de la Biblia promueve una mentalidad de respeto a la autoridad y al dogma como elementos que no emanan del Estado, sino que por el contrario, se convierten en diques de contención de su arrogante intromisión.

Volviendo a la vieja Europa donde dominaba el despotismo del trono y el altar, nos encontramos entonces con que la Ilustración y la Revolución, al contrario de lo que enseñan los libros de texto, no constituyeron una ruptura de las profundas tendencias despóticas del Ancien Régime, sino que por el contrario vinieron a completar y consolidar la tarea del absolutismo quizás cuando éste empezaba a mostrar signos de desfallecimiento, por la reacción de la aristocracia. La crítica disolvente de la Ilustración preparó el camino no sólo del Terror jacobino, sino del bolchevique y, no lo olvidemos, del Holocausto nacional-socialista, que pretendía basarse en concepciones revestidas de jerga científico-filosófica que pondrían supuestamente en solfa la moral tradicional judeocristiana. Cuando los valores más sagrados se relativizan, sólo queda el Poder desnudo, que crea su propia norma y la cambia a su antojo, sin enojosas trabas de ningún tipo.

La crítica de la Inquisición por supuesto era necesaria, pero erró en su diagnóstico. El problema no era el dogma, sino que el Estado se convirtiera en su garante. De hecho, el siguiente paso para el poder político es sacrificar toda verdad por la cual pueda sentirse obligado. El proceso es conocido. Primero se echan por tierra las más venerables creencias, so capa de la modernización de la administración y la lucha contra la superstición. A continuación, el vacío subsiguiente se llena con las supercherías seudorracionales más rematadamente estúpidas. Los que claman contra los prejuicios de la caverna nos endosan entonces los suyos, y atizan miedos atávicos al capitalismo, al cambio climático o a los alimentos transgénicos que recuerdan poderosamente a las crisis cíclicas de pánico del medievo –o de la caricatura que nos venden como tal. Se calificará tal vez como una excesiva vuelta de tuerca acusar a la izquierda de aquello que ésta recrimina a la derecha, su trogloditismo. Pero plantear como la cuestión política central la lucha entre modernidad y reacción, eso sí me parece desfasado. Ya he dicho al principio cuál es el verdadero problema de la civilización. Si la derecha quiere de una vez por todas tener la iniciativa en su antagonismo con la izquierda, deberá dejar de prestarse a esta ocultación del auténtico debate. ¿Estado limitado o ilimitado? Aquí es donde se decide el destino de Occidente y del mundo. Lo demás son maniobras de distracción de quienes están por la segunda opción, y de algún que otro despistado que encima se las da de liberal.

domingo, 9 de marzo de 2008

Todavía hay Esperanza

Hemos tenido cuatro años de un gobierno socialista que ha perpetrado el mayor asalto de las últimas tres décadas contra el Estado de Derecho, incumpliendo la Ley y maniobrando para controlar el poder judicial y todas las instituciones teóricamente independientes. Un gobierno que ha llegado a pactar un cambio político con la propia organización terrorista ETA, premiando así sus cuarenta años de crímenes. Un gobierno que ha tratado de excluir por todos los medios a la oposición mayoritaria, mostrando su aversión a los católicos (mientras recibía el apoyo de los musulmanes) y a las propias víctimas del terrorismo, incluyendo medidas de acoso político y judicial contra el dirigente que les resultaba díscolo. Un gobierno que ha dejado una situación económica mucho más precaria que aquella con la que se encontró en 2004, pese a partir de condiciones indiscutiblemente más favorables que las de 1996, cuando llegó al poder José María Aznar.

Pues bien, a pesar de todo ello, sorprendentemente, la oposición ha sido incapaz de convencer a la mayoría de españoles de que era preciso apartar del poder al partido socialista. ¿Qué ha ocurrido? Es bien sencillo. Se ha dado una confluencia de dos factores cuya combinación resulta prácticamente imposible contrarrestar.

Por un lado, una abrumadora mayoría de los medios de comunicación, sobre todo de las televisiones y radios, están al servicio del gobierno, o al menos se desviven para no indisponerse con él. Y por otro, en mi opinión mucho más importante, la oposición no ha presentado una verdadera alternativa ideológica al partido en el poder. La derecha se ha limitado a decir, en esencia, que los otros lo han hecho muy mal, y que ellos sí que lo harán bien. El PP no se ha cansado de decir, con toda la razón, que no se puede negociar con una organización criminal, pero apenas ha explicado por qué, o al menos no ha sabido hacer llegar sus argumentos a un número suficiente de compatriotas. Muchos españoles han creído estúpidamente que la negociación estaba justificada si con ello se conseguía la paz. No se les ha explicado adecuadamente que esa paz sería una tremenda estafa, que al aceptar como interlocutores políticos a los asesinos, se está hipotecando a las generaciones futuras a cambio del apaciguamiento presente, lanzando el mensaje a todos los terroristas actuales y venideros de que su estrategia criminal acaba dando sus frutos. El Partido Popular no lo ha explicado bien, se ha limitado a encastillarse en un posición moral dignísima y loable, pero que en una sociedad como la actual, en la que el relativismo hedonista ha hecho estragos, no ha atraído los apoyos suficientes.

Si ante una cuestión como la del terrorismo, que hubiera sido la más fácil de explicar, se tuvo pereza para emprender una decidida labor de pedagogía, de machacar con argumentos que son elementales pero que –insisto- en una sociedad aborregada como la nuestra no pueden darse desgraciadamente por sabidos, no digamos ya en el tema fundamental de la economía. El Partido Popular ha dicho que bajará los impuestos como quien concede una graciosa ayuda al contribuyente, cuando en realidad se trata de dar más libertad a los ciudadanos, disminuyendo la presión fiscal y el intervencionismo, para generar más riqueza y empleo, y con ello beneficiar a todos, pero principalmente a los de rentas más modestas, que son quienes en términos absolutos experimentan el mayor incremento de bienestar con una política liberal. No han explicado que si el socialismo genera miseria, no es porque sus representantes sean malos gestores, sino porque se basa en principios equivocados, porque pretende conseguir la igualdad restringiendo la libertad, con lo cual se pierden ambas. Todo lo contrario, en muchas ocasiones, la derecha ha competido con los socialistas en promesas de intervencionismo, esto es, ha caído en el peor error político, que es convertirse en la fotocopia de un original encarnado por su adversario. Lógicamente, si a la gente no se le explica que el socialismo es nefasto, seguirá prefiriendo a quienes se proclaman orgullosamente socialistas que a quienes amontonan propuestas eclécticas con el deseo de agradar, pero sin dejar traslucir convencimiento.

¿Qué decir de la guerra de Iraq? Jamás han tratado de explicar por qué España apoyó a la primera potencia democrática del mundo para derrocar a Sadam Hussein. Que renunciar a democratizar un país porque los terroristas tratarán de impedirlo, representaría el suicidio de nuestra civilización. Que por desagradable que resulte enfrentarnos a la realidad, nos han declarado una guerra, y no tenemos más remedio que luchar. Se han limitado a esquivar la cuestión (“mirar al futuro”), al igual que con el 11-M, con lo cual han demostrado que ni ellos mismos tenían claro lo que otros no tenemos ningún problema en entender.

Por último, incluso en temas en los que la derecha lo tiene facilísimo para llevar la iniciativa, como el de la inmigración, se han despertado tarde. Han hablado (demasiado vagamente, pero al menos lo han hecho) de los valores del mérito y el esfuerzo, y han actuado en cambio como el mal estudiante que trata de prepararse el examen pocos días antes, con los resultados que tal método –o mejor dicho, carencia de método- permitían augurar. Todas las manifestaciones convocadas a lo largo de estos últimos cuatro años contra el gobierno han permitido mantener la moral de la derecha durante su travesía por el desierto, pero si alguien cree que han servido para ganar muchos adeptos nuevos, cuando la información que ha tenido gran parte de los españoles ha sido la proporcionada por RTVE o Tele5 (resumiendo, que se trataba de reuniones de fachas con las banderitas españolas) es que es un iluso rematado.

Por todo ello, la derecha debe renovarse profundamente. Debe abandonar su retórica trivial de moderación y buena gestión (que como el valor, se le supone) y sustituirla por un discurso de ideas y argumentos, combatiendo sin cuartel los mitos del seudoprogresismo en todos los foros. Y este proceso pasa inevitablemente, para su plasmación en la práctica, por una renovación de personal. Rajoy, que es una persona incomparablemente más preparada que Zapatero y que, con las limitaciones expuestas, ha hecho una meritoria labor... sintiéndolo mucho, debe irse. Y con él, con más motivo, toda la panda de dirigentes quemados y asesores incompetentes que le rodean. Ellos representan la derecha alérgica al debate de ideas, que da por perdido de antemano, y que cree que los hechos de su actuación bastarán para convencer. Olvida que son las interpretaciones de los hechos lo que mueve a los seres humanos, y si se abandona el monopolio de tal interpretación a la izquierda mediática, jamás servirá de nada lo bien que se hagan las cosas. Basta con que aparezca cualquier imbécil de la farándula diciendo que se quiere exiliar de España porque no puede sufrir al gobierno conservador, y miríadas de ciudadanos de lecturas escasas o nulas y televisión excesiva se verán confirmados en la opinión, por éstas u otras declaraciones semejantes, que la derecha es el coco, sin importar que a su alrededor haya millones de empleados más que con la izquierda, ni ninguna otra evidencia por palpable que sea.

Sucesores de Rajoy, seguramente puede haber varios. Pero que reúnan las necesarias cualidades intelectuales y políticas, creo que sólo hay uno que destaque sobre el resto. Mi apuesta es por Esperanza Aguirre. Tenemos cuatro años para llevar a cabo la renovación de la derecha, en un sentido liberal-conservador y, lo que es mucho más importante, de la mentalidad de nuestra sociedad. Para ello necesitamos a una persona popular y con carácter, a alguien capaz no sólo de defender el ideario liberal-conservador sino de ponerlo en práctica, con lo que ello implica de oposición de toda la artillería de los medios y las brigadas de subvencionados. Nuestro objetivo no puede ser otro que la elección de Esperanza Aguirre como presidenta del gobierno en 2012. Sólo una meta tan ilusionante y ambiciosa, pero al mismo tiempo tan asequible, puede concentrar las fuerzas suficientes para transformar este país de la manada de ovinos que es ahora en una sociedad de ciudadanos orgullosos de su libertad. Podemos ponernos a discutir sobre personas, sobre caminos a seguir. Así desde luego perderemos el tiempo lastimosamente. Hay que empezar a trabajar desde ahora mismo. No basta decir que se tienen “las ideas claras”. Hay que explicar cuáles son esas ideas, y por qué son mejores que las de los otros. Y a la presidenta de Madrid la veo capaz de liderar esta tarea. No nos falles, Esperanza.

sábado, 8 de marzo de 2008

Ideas socialistas

¿Fue asesinado Andreu Nin por sus ideas socialistas? En todo caso murió a manos de quienes querían implantar el socialismo según Stalin. Quizás si lo hubieran matado derechistas, no chocaría al oído decir que murió a causa del carácter socialista de su ideología. Pero no fue así, y quizás por ello, el posible hallazgo de la fosa donde yacerían sus restos ha recibido tan poca publicidad de un gobierno que ha promulgado una ley de Memoria Histórica. Es lo que tiene reposar en la fosa equivocada. Por supuesto, también se puede morir por ideas profundamente erróneas, y nadie pretende que la doctrina que defendía el Partido Obrero de Unificación Marxista fuera menos descabellada, e incluso potencialmente asesina, que la del PC de obediencia soviética. Pero no es ésta la cuestión ahora.

La hija de Isaías Carrasco, el militante socialista asesinado por ETA, ha dicho que su padre murió por "la libertad, la democracia y las ideas socialistas". Con todos los respetos hacia su dolor, y expresándole mi sentida condolencia, creo que lo último es una adición innecesaria. Porque los que lo han matado, no lo olvidemos, no se cansan de proclamar, para quien quiera escucharles, que aspiran a la implantación de un régimen socialista en lo que en su lenguaje delirante llaman Euskal Herria. Recordemos, por poner sólo un ejemplo, el nombre que se dio el grupo parlamentario de Batasuna, antes de ser ilegalizada en la anterior legislatura: Sozialista Abertzaleak.

No me sirve el argumento de que eso no es el "verdadero" socialismo. Troskistas y estalinistas se acusaban mutuamente de fascistas. También a veces se incurre en el error de denominar fascista a ETA y su entorno. Por supuesto que sus prácticas políticas recuerdan, por su violencia y su falta de escrúpulos, a las del fascismo y el nacional-socialismo, pero ello se debe precisamente a los rasgos que estas ideologías comparten con el comunismo, hasta el punto de que, no sin razón, se las ha definido como meras desviaciones heréticas de éste. Pero lo que está claro es que etarras, batasunos y demás ralea se consideran a sí mismos como socialistas de izquierdas, suelen tener como modelo a personajes como el Che Guevara, y en sus mítines levantan el puño, incluso apoyándolo en la sien según el saludo militar del Ejército Rojo de nuestra guerra civil. Ignorar esto sólo tiene una explicación: Que quien lo hace está dominado por el prejuicio de que la izquierda es intrínsecamente buena, y el mal sólo puede proceder de la derecha.

En cierto sentido, sí es verdad que Isaías ha muerto por las ideas socialistas: las de sus asesinos. Descanse en paz.

Zapatero el solipsista

"Controlamos la materia porque controlamos la mente. La realidad está dentro del cráneo... No hay nada que no podamos conseguir... Fuera del hombre no hay nada... El verdadero poder... no es poder sobre las cosas, sino sobre los hombres."

George Orwell, 1984

Una de las cosas que más me molesta en las declaraciones de los políticos posteriores a un atentado, es aquello de "ETA está más débil que nunca". Lo normal en cualquier oyente que no esté por completo desprovisto de sentido común es pensar "Pues cuando esté fuerte, que Dios nos coja confesados". Ayer Zapatero volvió a incurrir en esa retórica vacía, con el valor añadido de su estilo inconfundible de doblepensar. Resulta que, cuando ETA acaba de asesinar a Isaías Carrasco delante de su propia hija, esta organización criminal "ya está vencida por la democracia". No se me ocurre mejor réplica a esta palabrería prescindible que las palabras de María San Gil, cuando ha sentenciado que "ETA no va a estar derrotada hasta que no metamos en la cárcel al último terrorista".

Es evidente que para la organización criminal, la situación óptima es la de un presidente que cree, como el siniestro O'Brien de 1984, cuyas palabras cito arriba, que la realidad no es más que una construcción de la mente humana, es decir, algo infinitamente maleable, que puede ser distorsionado sin límites. O al menos actúa como si lo creyera. Si el Líder Inmarcesible dice que ETA está derrotada, es que lo está, y no vamos a consentir que la metafísica del realismo ingenuo perturbe su benévolo ejercicio del poder.

El militante socialista asesinado en Mondragón lo ha sido por quienes dominan el Ayuntamiento gracias a la prevariación de la fiscalía sometida a Zapatero. (¿Recuerdan cuando ANV era un partido incuestionablemente democrático?) Con ello la organización terrorista cree favorecer la reelección de su principal benefactor, de ese aventajado alumno de O'Brien.

viernes, 7 de marzo de 2008

Esperanza Aguirre en Tarragona



Lleno hasta la bandera. Imposible ofrecer la crónica que tenía proyectada, me quedé a las puertas y la acústica era todo menos buena. En todo caso, es alentador comprobar sobre el terreno la popularidad de una mujer que, digan lo que digan algunos teóricos exquisitos del liberalismo, es probablemente el político liberal más consistente que tenemos en España. El 10 de marzo hay dos opciones. Que en España triunfe el modelo de la Comunidad de Madrid o bien el de Cataluña. Libertad o nacional-socialismo. Me da igual que Esperanza Aguirre no se presente a estas elecciones. Yo votaré al partido al que ella pertenece. Y por eso el 10 de marzo, sinceramente espero no tener que volver a hablar de Esperanza Aguirre. Se me entiende.

lunes, 3 de marzo de 2008

¿Has visto lo que ha hecho la guarra de tu hija?

Domingo por la mañana. Navego diez minutos por una web local de Tarragona, Tinet, buscando información sobre cultura y ocio, por si hay algo que valga la pena ir a ver con la familia en un día soleado como hoy. Me topo con el comentario de una exposición de fotografías de Cartier-Bresson, en el que podemos leer lo siguiente:

Les fotos retraten paisatges, personatges anònims i coneguts, instants de la quotidianitat de diversos estats d'arreu del món com Mèxic, la Índia, França o l'estat espanyol...

Las negritas son mías. Sí, ya sé que lo de estado español es un tema viejo, pero precisamente por ello no deja de sorprenderme que pueda haber un redactor tan paleto como para escribir semejante estupidez. ¿Por qué no el estado mexicano, el estado indio o el estado francés? Y por cierto, ¿no quedamos en que la policía y el ejército franceses eran también fuerzas de ocupación de la Cataluña Norte? Por lo visto, existe una repulsión invencible a escribir España, tanto más intensa cuanto más provinciano es el contexto.

Pero lo que sigue es aún mejor. Se trata esta vez de una exposición titulada: "¿Has visto lo que ha hecho la guarra de tu hija?", alojada en un centro de arte (?) contemporáneo de Reus. Al parecer, la cosa consiste en unos maniquíes en posiciones homosexuales, y en una imagen hinchable de la Virgen que se infla y desinfla mientras un altavoz repite miracle! (¡milagro!). Por lo visto, hace dos años esta artista ya pretendió exponer su obra en Tarragona, a lo que el consistorio de entonces no se prestó. Tremendo agravio al Arte que la coalición nacional-socialista del municipio reusense ha enmendado ejemplarmente. Pero por favor, leed estos extractos de la reseña, son impagables (traduzco literalmente del catalán):

"Lídia Pérez propone una reflexión sobre la incomunicación entre la Iglesia y la homosexualidad (...) Con esta exposición quiere transmitir la idea de que la Iglesia habitualmente ha centrado su atención en hechos como los milagros, dejando de lado a una parte importante de la población por su condición de homosexual (...) Critica también la posición de la doctrina católica en temas como las medidas de prevención de algunas enfermedades de transmisión sexual."

Os juro que no me lo invento. El imbécil que ha escrito esto es real, no es un progre de provincias que me haya inventado yo, o que haya extraído de alguna novela satírica. Que semejante mamarrachada perpetrada por la tal Pérez se describa en términos de "reflexión", "transmitir la idea" o "critica", es algo que nos hace percatarnos del grado de degradación a que hemos llegado, con estos comisarios culturales que despilfarran el dinero de todos manteniendo a caraduras que se dedican a insultar nuestra inteligencia y los sentimientos de muchos. El problema no es la artistilla subvencionada, que supongo tendrá su hipoteca que pagar y cada uno se lo monta como puede, el problema es que haya tanto cretino suelto que te diga: "Hombre, no está mal, te hace pensar..." Si pensar significa algo, es preciamente saber distinguir el arte de una mierda pinchada en un palo. O eso creía yo.

P. S.: Mi mujer, mis hijos y yo pasamos la mañana en un parque infantil del barrio de pescadores. Es que no sabemos apreciar la cultura.

domingo, 2 de marzo de 2008

La España negra





Cuando escucho la expresión España negra, acuden a mi mente imágenes como éstas, en las que milicianos del Frente Popular, al que perteneció el PSOE, aparecen profanando templos o conventos, justo antes o justo después de haber asesinado a quienes encontraran en ellos y tras haberlos sometido, habitualmente, a crueles vejaciones. Creo que ni el Goya más sombrío y truculento pudo imaginar semejantes estampas.

No sé qué es lo que acude a la mente de ese baboso insufrible de Bermejo cuando habla de la España negra, ni me importa. Lo que me pregunto es si habrá gente tan ridículamente superficial, ignara y petulante como para sentirse identificada con una retórica tan barata y vacua. Pero qué pregunta más tonta. Claro que la hay. Es la definición misma del progre. ¿Qué es el progre si no aquel que todavía no se ha enterado de que la España negra es también la de los Pablo Iglesias, Sabino Arana, Francisco Ferrer Guardia, Dolores Ibárruri y demás ralea de fanáticos violentos cuyos herederos sufrimos aún hoy en los tribunales, en las aulas, en las redacciones y estudios?