domingo, 17 de febrero de 2008

Venganza


Unas de las actuaciones por las cuales es más criticado Israel son los llamados asesinatos selectivos de terroristas. El último ha sido el de Emad Mughaniya, un veterano líder de Hezbolá implicado en sangrientos atentados, como el perpetrado contra los marines en el Líbano en 1983, y los más recientes de los años 90 en Buenos Aires contra judíos, con cientos de víctimas mortales a sus espaldas.

Por lo visto, semejante alimaña ha encontrado la muerte el pasado martes por un explosivo que los servicios secretos israelíes colocaron en su vehículo. No faltará quien afirme que debería haber tenido un juicio justo y ser condenado a prisión con arreglo a derecho. Desde luego, como principio general, se trata del procedimiento más deseable. Pero cuando las vidas de los ciudadanos de un país están siendo gravemente amenazadas desde hace 60 años, cuando el presidente de Irán -que financiaba y apoyaba a Mughaniya- no oculta sus aspiraciones a bombardear nuclearmente Israel, en cuanto su capacidad tecnológica se lo permita, las excepciones morales y legales no sólo son admisibles, son una exigencia del más elemental instinto de conservación.

Por cierto que las comparaciones con la guerra sucia contra ETA de los años 80 en España, son risibles. Un número considerable de las víctimas de los GAL fueron personas que no tenían relación alguna con el terrorismo. Se emplearon los fondos reservados de Interior con fines que nada tenían que ver con la lucha antiterrorista, en beneficio de funcionarios corruptos. Se utilizaron métodos miserables contra periodistas que trataban de investigar aquellos hechos. Y lo más grave de todo, el crimen de Lasa y Zabala, cuyos cadáveres torturados se intentó hacer desaparecer, fue mucho más allá de cualquier comprensible acto de venganza, se trató de un claro ejemplo de lo que puede llegar a ocurrir cuando no se tiene el más mínimo respeto por la ley y la dignidad humana.

Por el contrario, acabar con la vida de un terrorista protegido por dos Estados extranjeros, que llevaba matando desde hacía un cuarto de siglo, y que todo indica que pensaba continuar haciéndolo, me parece un claro acto de justicia.

Hace años, un perturbado se encerró en una guardería o un colegio francés, tomando como rehenes a varios niños y adultos. Equipado con explosivos adosados a su cuerpo, amenazaba con hacerlos estallar si no se atendían no sé qué reclamaciones. Tras varias horas angustiosas, la policía logró saber por uno de los rehenes que el criminal se había dormido. Tiradores de elite entraron y lo ejecutaron de un disparo en la cabeza, antes de que pudiera hacer saltar por los aires el edificio con los niños y las demás personas dentro. Pues bien, incluso en un caso límite como claramente fue éste, tampoco faltó quien encontró reprobable que aquel sujeto no recibiera un "juicio justo". Si la única víctima hubiera sido árabe, y sus ejecutores soldados o agentes israelíes, al papanatismo de unas pocas mentes retorcidas se hubiera sumado el coro mucho más nutrido de progres indignados. Hubieran olvidado una vez más que el garantismo tiene por misión defender a la gente inocente de posibles abusos policiales, no desprotegerla de criminales notorios. No me parece tan difícil de entender.