jueves, 6 de diciembre de 2007

La política del simulacro

Zapatero ha vaciado de sentido la Constitución, al promover que se aprobara un Estatuto catalán que, en flagrante contradicción con el texto aprobado hoy hace 29 años, define a Cataluña como nación. Ha vaciado de sentido la ley de partidos al permitir que siglas como el PCTV o ANV, que actúan ideológica y orgánicamente como brazos políticos de ETA, se presenten a las elecciones y estén presentes en los ayuntamientos y el parlamento vascos. Ha vaciado de sentido el Pacto contra el Terrorismo, al preferir la negociacion con la organización terrorista y la alianza con los nacionalistas antes que entenderse con el otro partido que lo firmó.

No contento con ello, ha reducido a huecos cascarones instituciones como el Tribunal Constitucional, la CNMV e incluso el matrimonio civil. Qué otra cosa implica si no el “divorcio exprés”, o el mal llamado “matrimonio homosexual”. Cuando Europa se encuentra sumida en una situación demográfica sólo comparable a la decadencia del Imperio Romano, con un retroceso imparable de la población nativa frente a la de origen musulmán, una de las prioridades de este gobierno ha sido drenar de contenido aquella institución que, a lo largo de los siglos, ha demostrado ser la más adecuada para el cuidado y la educación de los niños, así como para establecer redes de cooperación entre los individuos mucho más eficientes que las burocracias y las regulaciones legales.

Obsérvese el rasgo común a todas estas actuaciones. En lugar de promover una reforma constitucional (como el mucho más tosco Hugo Chávez en Venezuela), en lugar de abolir la ley de partidos o rescindir el Pacto de la pasada legislatura con el Partido Popular, Zapatero opta por mantener la ficción de unas leyes y unas instituciones que ni cumple ni respeta. Se trata de un método infinitamente más efectivo, porque permite sostener la imagen de una oposición apocalíptica, que hiperboliza sus críticas, incluso que es ella la responsable de la ruptura del consenso. Así el gobierno puede presentarse como defensor del Estado de Derecho, mientras prosigue minándolo, como habla de educación mientras la degradación de ésta se acelera. Se conserva, en suma, el decorado de la democracia para poder implantar sin mover a escándalo un nuevo sistema político en el que la derecha jamás podrá aspirar a gobernar, sino que servirá de mera coartada para revestir de legitimidad a un simulacro de régimen parlamentario. Si no se lo impedimos, claro.