jueves, 20 de diciembre de 2007

El Hacedor de derechos

Imaginemos que los vividores de la SGAE defendieran el canon digital invocando un supuesto derecho al robo. Por supuesto, todos pensaríamos que un exceso de soberbia les habría llevado a cometer un fatal error de imagen. Es lo que debería ocurrir cuando algunos hablan del derecho al aborto, con el fin de justificar el homicidio en determinadas circunstancias.

Sí, he dicho homicidio.

En todo tiempo y lugar se acepta que matar a alguien en defensa de la propia vida está justificado. Posiblemente sólo ocurra en España que, si tú eres un joyero y consigues matar al atracador antes de que éste te mate a ti, vayas a la cárcel.

Asimismo han existido desde la más remota antigüedad unas leyes o usos de la guerra, dentro de las cuales causar la muerte del enemigo no se considera punible. En estos tiempos de falso sentimentalismo pacifista, hablar en estos términos se considera de mal gusto. Pero es sabida la diferencia entre el pacífico y el pacifista. Ambos quieren la paz. Sólo que el segundo cree además que eso basta para conseguirla.

En algunos países existe incluso la pena de muerte. Según estimaciones de Amnistía Intenacional, en China, en el año 2006, pudieron ser ejecutadas entre 7.500 y 8.000 personas, aunque no existen datos oficiales. Por supuesto, nuestros seudoprogresistas están indignados… por las 53 ejecuciones que hubo en el mismo período en Estados Unidos.

Defensa propia, conflictos bélicos, pena capital. Son circunstancias en las que el derecho a la vida se ve limitado, y podríamos discutir si son todas ellas moralmente aceptables o no. Pero a nadie se le ocurriría jamás justificar esas excepciones en un supuesto derecho al homicidio.

La vida de un asesino en serie por lo visto es sagrada (al menos en Texas: en China, como señalábamos, no llama tanto la atención) y el tema no admite discusión. ¿Alguien se imagina en Europa un referéndum sobre la pena de muerte? En cambio, ante un organismo cuyos genes ya caracterizan en gran parte a un ser humano con su carácter, sus inclinaciones y sus facultades, se aceptan como pertinentes bizantinas disquisiciones acerca de la semana de gestación a partir de la cual tendría derecho a vivir.

Podemos discutir si se quiere sobre algunas limitaciones del derecho a la vida, como las que implican la pena de muerte, el aborto bajo ciertos supuestos o las muertes de militares en los conflictos bélicos. Pero en ningún caso puede hablarse de unos aberrantes derechos al aborto o al homicidio. Ni siquiera un ministro, qué digo, ni el propio Zapatero (pero Alá es más grande) puede crear derechos que no existen.